El concepto de la transformación suave en el boxeo interno de la familia Wang

 

Por Francisco J. Soriano
Centro Kan Li
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Mi maestro me dijo en una ocasión que cuando viajó por primera vez a Siming Shan, al visitar sus bosques de bambú y sus campos de té, entendió por qué el Taijiquan de la familia Wang es como es. No supe inicialmente traducir estas palabras correctamente. La imagen de los bosques moviéndose en perfecta armonía con el fluir del viento que los atravesaba se me quedaba en la cabeza como una imagen perfecta del movimiento de la naturaleza. Sin embargo, me costaba imaginar de qué forma era aplicable a la contundencia del combate esa peculiar característica que, si bien era una clara referencia a la idea de fluir, me sacaba de la idea de responder.
Transformación suave es un concepto que se aplica en todos los parámetros del boxeo interno de la familia Wang, independientemente del estilo marcial al que nos estemos refiriendo. Lo encontraremos en el ámbito del trabajo en solitario de las formas, en todo aquello manifiesto en su estructura dinámica sin interrupciones, sin escalones de ritmo o continuidad. También en el trabajo por parejas en el que los límites de centro, equilibrio, adherencia, escucha y capacidad reactiva, entre otros muchos elementos, parecen mutar para no llegar nunca al punto en el que esta estructura pierda su equilibrio y su potencialidad de respuesta.
Esta capacidad mutante del movimiento dentro de una estructura y su aplicación a los modelos de inercia que barajamos, tanto en el empuje de manos como en los diferentes ejercicios de aplicación y desarrollo marcial del estilo, nos permiten un acercamiento progresivo a la comprensión de otra forma diferente de entender el combate.
El boxeo interno, como su propio nombre indica, nos está apuntando a niveles del arte que precisan de una introspección y un desarrollo de elementos internos propios. Cuando queremos aplicar esta manera de entender la interacción conflictiva en el contexto del Taijiquan no podemos salirnos del círculo que delimita al Taijitu, el comúnmente llamado yin/yang. La acción de transformación es una constante en la naturaleza y una constante en el desarrollo de la vida de cualquier persona.
No nos debe costar mucho entender que un arte marcial que se ciñe filosóficamente al taoísmo intente aplicar sus principios universales a un modelo de trabajo personal para gestionar los conflictos, tanto internos como externos. Este principio fundamental de la creación que conocemos y que nos afecta a todos desde que nacemos puede y debe aplicarse, en las artes marciales, a un momento de mayor intensidad como es el de la lucha, en el que las transformaciones no solo ocurren inevitablemente, lo hacen a mayor velocidad y con mayor exigencia general de cada uno de los implicados.
Mi interés por la transformación va más allá de su lógica apreciación en un mundo en constante cambio. Busco ante todo un modelo de transformación que no lastime el momento, que no modifique las cosas, que no actúe fuera de su naturaleza primordial. Transformar en el sentido de deformarse elásticamente para recuperar nuestra posición de la manera que mejor convenga a una variación de rol en la lucha.
El universo del combate es simple y a la vez enormemente complejo. Debemos sustituir las velocidades de reacción racional habituales por velocidades de respuestas intuitivas, mucho mayores, que nos permitan encajar toda la información recibida con inmediatez, establecer una proyección interna de su evolución futura y generar una reacción simultánea al comienzo de la acción ofensiva dirigida hacia nosotros.
No hablamos de anticipación en un sentido mágico, nos referimos a establecer la respuesta adecuada, dentro de nuestros límites estructurales y técnicos, para transformar una situación que requiere la circularidad y complementariedad a la que apunta la simbología del Taijiquan.
¿Por qué «suave»? Podemos entender la idea de suavidad desde muchos ángulos. El primero de todos parece innecesario si la proponemos como contrario natural de rudeza. En la medida en la que nos acercamos a la tradición china comenzamos a vislumbrar otras posibles aplicaciones conceptuales de la palabra.
En el I Ching o Libro de las mutaciones el hexagrama Sun, traducido como «Lo suave», nos facilita en parte esta información estableciendo como figura de referencia el viento, un viento penetrante que, en su segunda definición de «madera» nos muestra también la posibilidad de penetrar en el suelo rígido en forma de raíces para obtener los nutrientes que esta necesita para crecer. Viento, madera, potencia de penetración pero, suavidad tan potente como para disipar una tormenta, desplazar las gotas de lluvia o avanzar lentamente dentro del más duro suelo.
Por otra parte, la suavidad se presenta también como factor de sigilo. Un toque suave no es tan perceptible como un toque brusco. La información que transmitimos al contrario, en acciones que apliquen suavidad a su continuidad de respuesta, generará menor información de nuestra fuerza, energía o intenciones a nuestro oponente. No le facilitamos detalles que requieren el empleo de una fuerza de comunicación mayor, más rugosa, más perceptible. Por otra parte, suavidad en la idea de no generar excesivos cambios en la estructura que nos llega, hasta que realmente no queramos realizar dicha transformación. Recibimos lo que nos llega y no lo modificamos en su trayectoria, simplemente nos adherimos a ella, la reconducimos desde nuestro centro al punto en el que sintamos que es posible aplicar la técnica apropiada para revertir la situación.
Podemos ver entonces en líneas generales un modelo de acción de modulación del cambio necesario para no sufrir daños propios, en condiciones de habilidad suficiente para aplicar los principios generales de la naturaleza, sin oposición, siguiendo a fuerzas superiores pero desarrollando la potencia del bambú para curvarse ante el peso de la nieve o el empuje del viento, sin perder posteriormente su forma. Dentro de esta deformación natural ante fuerzas externas, el kung fu de la transformación suave nos pide que apliquemos la estructura que hemos entrenado, tanto en la forma como en el resto de segmentos del entrenamiento, a una única labor que nos permita revertir la intensidad recibida en un continuo permanente y fluido hacia nuestro oponente.
Citamos «la forma» como una de las herramientas para su desarrollo por varios motivos. En primer lugar, es preciso entender que las transformaciones deben abordarse interiormente antes de considerar que tenemos esta capacidad hacia el exterior. Es difícil entender que una persona que no se conoce a sí misma pueda conocer realmente a otra persona sin equivocarse. El mejor modelo que nos aportan las artes marciales chinas son sus formas, un verdadero tesoro de incalculable valor para el autoconocimiento del ser a todos los niveles.
Este primer paso también tiene muchas dimensiones de interpretación. Cuando comenzamos a practicar artes marciales, internas o externas, se inicia un proceso de transformación en el practicante. Las transformaciones a las que nos lleva el entrenamiento son, por una parte anatómicas, dado que cambiará nuestra estructura musculo-esquelética, nuestra estructura nerviosa, nuestras capacidades fisiológicas generales, respiración, circulación, etc. Por otra parte, también sufriremos una transformación de nuestro dinamismo físico y mental, comenzamos a movernos de forma diferente, más consciente y más tranquila. Nuestro pensamiento también se adaptará a estas nuevas referencias y comenzará a interiorizar los valores de estos dinamismos en su forma de interpretar el entorno, algo que indudablemente afectará a sus emociones, a sus pensamientos, e incluso, a su propia espiritualidad personal… (artículo entero en la revista).


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