Kenzen ichinyo

El sable, el zen, la misma cosa

 

Por José Antonio Martínez-Oliva Puerta

 

Todo practicante sabe apreciar esa quietud en la que poder desplegar sus movimientos aislados del mundo exterior. Todos hemos practicado kata, sea cual sea nuestro camino, guiados únicamente por nuestro cuerpo, en total armonía con lo que nos rodea. Las sensaciones que en esos momentos captamos con nuestros cinco sentidos sobrepasan a veces el éter de la propia sala y nos transportan más allá de las cuatro paredes que nos limitan. Sentimos entonces la conversación de alguien que espera pacientemente en la puerta, el sonido del tráfico de la ciudad que comienza a decaer al final de la tarde, o incluso las pequeñas variaciones de temperatura que experimenta nuestro cuerpo con cada golpe, con cada parada, o si tenemos un sable en las manos, cada vez que limpiamos la sangre o cortamos con él a un supuesto enemigo. Todo eso, no es otra cosa que zen.

 

Shimada Toranosuke, gran maestro de sable y samurai del clan de nakatsu, dejó en su corta vida una frase que ha sido repetida hasta la saciedad por las sucesivas generaciones marciales en Japón. Una frase que ha elevado a categoría casi religiosa, en expresión occidental, una práctica que desde fuera podría parecer meramente física. Decía el genial kengô… (artículo entero en la revista)


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