Entrevista a Javier de Miguel Santos

FUNDADOR DEL KENJUKABO
Salvatierra de Santiago (Cáceres)

 

Por Gorka Asiaín
6º Dan Kenjukabo
Discípulo del maestro Javier de Miguel

 

¿Para comenzar esta entrevista, podría hablarnos sobre su infancia y recuerdos de juventud?
Comenzaré diciéndote que nací el 8 de mayo de 1959 en Madrid capital, en el seno de una familia humilde (soy el mayor de tres hermanos) y cursé mis estudios primarios en los Colegios Teide, el entonces Bachillerato Superior en el Colegio Salesiano Santo Domingo Sabio y el Curso de Orientación Universitaria (C.O.U.) en el Colegio Magnus; el gimnasio de este colegio fue el primer dojo en el que impartí clases como instructor, tras haber sido ayudante-instructor del maestro Raúl Gutiérrez en el gimnasio Sakuskiya.
Vivíamos en la calle Patriarca San José nº 11, 3º B, en el distrito de Simancas, de uno de los dos barrios más conflictivos de entonces, el barrio de San Blas (el otro era el de Vallecas), en los que las bandas estaban a la orden del día.
Recuerdo a los miembros de la banda de “El Chino”, la de “Los Cadenas” y la de “Los Verdes”, compuestas por jóvenes de entre 18 y 20 años de edad, que solían reunirse en los billares del barrio, que estaban justo detrás de mi casa, desde donde planeaban sus fechorías; yo por aquel entonces tenía unos 12 años.
Mi distrito era territorio de la banda de “El Chino” y recuerdo perfectamente a su jefe, al que apodaban “el chino” (de aquí el nombre de su banda) por sus peculiares facciones, no porque fuera chino; también recuerdo al segundo jefe de la banda al que llamaban “el negro”, no porque fuera de color sino porque además de muy moreno siempre vestía de negro, y a “el chato” por su peculiar nariz chata de boxeador, uno de los más peligrosos (se comentaba que mató a alguien por lo que acabó en prisión). Recuerdo las llamativas camisas de “raso” y los sueters de chenilla (parecido al terciopelo) que utilizaban los del Chino con sus llamativos colores.
Por aquella época eran muy frecuentes las peleas entre bandas con puñetazos, palos y navajas.
Los que tienen mi edad, o mayores que yo, conocieron todo esto en mi barrio y en otros parecidos; lo curioso es que a pesar de vivir en este ambiente, nada de esto me motivó a aprender artes marciales. Desde muy pequeño jugaba al fútbol hasta que, poco antes de cumplir los 14 años de edad, un amigo del barrio me empezó a hablar algo sobre la filosofía oriental, lo que le enseñaba un cinturón marrón de lo que se conocía como Karate Coreano (Taekwondo) que era amigo de su familia; esto me impresionó. Me interesé por ello y a partir de entonces mi amigo comenzó a enseñarme también las patadas y puñetazos que iba aprendiendo; lo que me atrajo de las artes marciales no fue la defensa personal, sino la filosofía y el hecho de utilizar todo mi cuerpo y no sólo las piernas como cuando jugaba al futbol. Desde entonces fui alternando el fútbol con las artes marciales, hasta que con los años terminé abandonando la práctica del fútbol.

 

¿Cómo y cuándo comenzó en el Kenpo?
Cuando conocí al Maestro Raúl Gutiérrez en el año 1976, recién llegado de Chile, su país natal. El por aquel entonces joven Gutiérrez hablaba con tanto entusiasmo y mostraba tal pasión por el Kenpo que era casi imposible no querer conocer este arte; en aquella época el Kenpo en España era un gran desconocido. Cuando vi a Gutiérrez hacer Kenpo, me dije ¡quiero moverme como él!

 

¿Cómo se enteró de la llegada a Madrid del maestro Raúl Gutiérrez?
Fue algo casual gracias a un amigo y vecino del barrio de San Blas, Francisco Pérez Gallego, con quien hacía Judo en ocasiones ya que él era judoka (cinturón marrón) del gimnasio en el que yo practicaba Karate, el Kiofu 2, sito en la calle Amos de Escalante, 24. Cuando llegó a España, Gutiérrez entró en una tienda de ropa, en la que mi amigo trabajaba de aprendiz, a preguntar donde podía contactar con practicantes de artes marciales.

 

¿Qué primera impresión sacó de sus primeras clases con Raúl? ¿Cómo era?
Sus primeras clases son realmente inolvidables; entrenábamos siempre muy duro. Al principio eran clases privadas ya que estábamos él y yo solos (era su único alumno), sin horario, pues sabíamos cuándo comenzábamos pero nunca cuándo acabábamos; jamás miraba el reloj, siempre entrenábamos más horas de las habituales, no le importaba el tiempo y nunca se cansaba. La primera exhibición de Kenpo en España (Kenpo Karate del GM Ed Parker) la dimos entre el Maestro y yo en el gimnasio Sakuskiya de Madrid, la cual sirvió para dar a conocer el Kenpo y atraer alumnos. Recuerdo con entusiasmo el momento en el que tuve el gran honor de ser titulado por el maestro como su primer ayudante instructor; fue una sensación inolvidable. Todos los que formamos el primer grupo de Kenpo entrenábamos con tal entrega, sacrificio y entusiasmo, que el Maestro nos impartía numerosas clases extras gratuitas, incluso los fines de semana en el Parque del Retiro, Barajas, y otros lugares. No se me olvida cómo entre nosotros, sus alumnos, frecuentemente comentábamos lo increíble que era ver con qué soltura Gutiérrez se movía, era como ver a un auténtico felino, ágil y poderoso, con una especial energía que hacía patente en sus veloces y singulares movimientos de Kenpo, muchos de los cuales no habíamos visto nunca hasta entonces, y ni siquiera hubiéramos imaginado pudieran ser tan efectivos; Gutiérrez lo difícil lo hacía fácil. Recuerdo algo que nos llamaba mucho la atención y era que, debido a los múltiples y rápidos movimientos de manos, en el mundo de las artes marciales y especialmente en Estados Unidos y Latinoamérica se consideraba a los kenpoístas los “magos del movimiento”; viendo a Gutiérrez entendías el por qué.

 

¿Cómo eran aquellos entrenamientos con Raúl Gutiérrez?
Verdaderamente duros, muy físicos e intensos, pues él siempre entrenaba con gran dureza e imponía su ritmo; sus cualidades físicas y técnicas han sido siempre extraordinarias y todos intentábamos acercarnos a su nivel. En las clases lo dábamos todo, con gran espíritu de sacrificio y con especial pasión; nuestra concentración era máxima pues no queríamos perder ni un solo detalle de su demostración práctica y explicación técnica. Particularmente me impresionaban su estético y sólido ½ arco y flecha, el fuerte estallido de su uraken y su poderoso yoko geri. En el gimnasio se respiraba un gran respeto y admiración por el maestro.

 

Por cierto ¿También enseñó Kenpo en el ejército mientras cumplía el servicio militar?
Así es, en el Cuartel de Artillería R.A.C.A.11 de Vicálvaro (Madrid) durante los 20 meses que duró mi servicio militar voluntario (del 15 de Julio de 1979 al 15 de marzo del 81). Me alisté voluntario no sólo por la ilusión que tenía en servir a mi Patria, sino también para no perder de entrenar y enseñar, lo que para mi era fundamental (los voluntarios teníamos la ventaja de elegir cuartel). Vicálvaro es un pueblo próximo al barrio de San Blas de Madrid en donde estaba ubicado el gimnasio del Colegio Magnus en el que yo daba clases. En el momento que llegué al acuartelamiento y se enteraron de que había un instructor de defensa personal me reclutaron para la 7ª Batería, la “Michigan”, así la llamaban por tener fama de ser la más bélica del cuartel (tanto el capitán como el teniente vivían la milicia con auténtica pasión, como si estuviéramos continuamente en guerra, a pesar de estar viviendo tiempos de paz). Durante todo el servicio militar fui el instructor de defensa personal de la 7ª Batería; no sólo impartía clases a mis compañeros, sino que además hacíamos exhibiciones periódicas para el personal del cuartel (mandos y soldados) y también para los visitantes (en días especiales se abrían las puertas a todos aquellos civiles que quisieran visitar los acuartelamientos). Una de mis exhibiciones fue observada atentamente por un karateka visitante, el por aquel entonces joven Joaquín Escrig que se sintió atraído por el arte del Kenpo. A partir de entonces Escrig se convirtió en uno de mis alumnos del primer gimnasio en donde comencé a impartir clases de Karate y Kenpo en 1978, el gimnasio del Colegio Magnus en la calle Emilio Muñoz, 13 de Madrid. Actualmente Escrig es el más antiguo de mis alumnos, hoy día convertido en maestro de Kenjukabo.

 

Se comenta que ha tenido como alumnos a algunos famosos del mundo del espectáculo. ¿Es eso cierto?
Efectivamente así es, gracias al Kenpo tuve la oportunidad de conocer e impartir clases a algunos artistas del mundo de la música, como por ejemplo al famoso cantante Pablo Abraira, una de las personas más espirituales que he conocido (su compañera y su hijo también fueron mis alumnos), y a Cristóbal Delgado, un disciplinado estudiante que por aquel entonces era el batería del cantante Ramoncín. Dentro del mundo del cine también entrené al actor Jorge Sanz –que posteriormente fue alumno de Joaquín Escrig– el cual me impresionó por su sencillez, pues era un actor muy conocido a pesar de su juventud. Todos ellos fueron mis alumnos y de todos guardo un grato recuerdo.

 

En 1985, tras los años y entrenamientos con Raúl, creó el método de Kenpo Kenjukabo ¿Por qué?
No fue de la noche a la mañana ni un mero capricho, ni intención de destacar; tampoco por intereses económicos. Fue por una necesidad que sentí en una época de mi vida en la que buscaba respuestas, conocer aquellos recursos que no se enfatizaban en el Kenpo de aquellos años, como por ejemplo las manipulaciones y el trabajo del suelo. Por aquel entonces busqué algún estilo que, conservando los principios y conceptos que yo había aprendido, respondiera a mi búsqueda. Sin embargo no lo encontré, por lo que decidí seguir mi propio camino. Encontré respuestas en otras artes marciales con el fin de enriquecer mi Kenpo, especialmente en el Kungfu. Hoy día no hubiera necesitado esa búsqueda. El maestro Gutiérrez tenía mucha fe en mi y me animó a crear mi propio sistema de Kenpo cuando le comuniqué mis inquietudes; me apoyó en todo momento. Viendo mi interés por el Kungfu Raúl Gutiérrez me sugirió el nombre de “Kenpo Kung-Fu” para mi sistema; me gustó y así lo hice. Todavía recuerdo ese momento como si fuera ayer, me lo comentó un día yendo en el coche con Mª Antonia Zapata cuando rodeábamos la Plaza de Cibeles de Madrid. Y así comenzó el Kenpo Kung-Fu en España, si bien al poco tiempo de forma casual me enteré de que en algunos países –entre ellos Estados Unidos– había estilos que se les conocía con el nombre genérico de Kenpo Kung-Fu; es por ello que decidí darle un nombre propio a mi Kenpo, le llamé Kenjukabo. Desde su creación en 1985 el Kenjukabo ha ido madurando con el tiempo hasta convertirse en un estilo definido con su propio carácter… (artículo entero en la revista


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