Musô jikiden eishin ryû seitôkai en España

Por José Antonio Martínez-Oliva Puerta
3er dan de Musô jikiden eishin ryû seitôkai
Jefe del Yûsei Iaidôjo
Adscrito al Yûshikan dôjô de Fukuoka y representante del mismo en España

 

Abogado y traductor de japonés
Autor de la Serie “Japón Cerca” y de la novela histórica “Las Nubes de Tosa. Crónicas de los últimos samurais”

 

Vengo a presentar brevemente a los lectores de EL BUDOKA 2.0 la escuela de Iaidô a la cual pertenece mi pequeño dôjô. La magia que se esconde dentro de este arte tradicional solamente se puede explicar practicando, pues la práctica en sí misma es el objetivo principal.
Dicho esto, no me será sencillo exponer lo que desarrollamos en seitôkai, pues pertenece a algo tan íntimo como el espíritu, pero intentaré que mis palabras puedan transmitir lo que nuestros corazones perciben.
Un maestro te puede cambiar la vida. De hecho, el mío, Fuji sensei, Octavo dan de iaidô y Hanshi de la Federación Japonesa de Iaidô, lo hizo. Al igual que me cambió la vida el maestro de mi maestro, Iwata sensei, Décimo dan y Presidente de dicha Federación en la Prefectura de Fukuoka y por extensión en toda la zona de Kyûshû.
Mi contacto con Fuji sensei fue casi providencial. Él lo explicó con la frase ichigo ichie (un momento, un encuentro), pues no hay dos momentos exactamente iguales en la vida y hay algunos incluso que pueden hacer que nos demos cuenta de que todo es ilusión. Y desde entonces, desde que mi maestro comenzó a enseñarme de manera privada, de tú a tú, de corazón a corazón, sentí que las horas que pasaba a su lado en silencio, integrando los movimientos y actitudes que me regalaba, eran un tesoro mayor que cualquier posesión terrenal.
Aquel sentimiento de profundo bienestar y de armonía con todo lo que me rodeaba fue algo que también pude sentir muy dentro cuando Iwata sensei me invitó a una clase magistral en su dôjô. Después de regalarme una larga charla sobre el Bushidô, verdadero objetivo de la práctica en Seitôkai, fue corrigiéndome cada kata durante un par de horas en su dôjô privado y pude sentir como si un pequeño trozo de la Historia me llevara de la mano, conduciéndome a un lugar desconocido para mi hasta entonces.
Allí comprendí la frase del famoso samurai Toranosuke Shimada: “El sable es el espíritu, si tu espíritu no es correcto, tu sable no será correcto. Si quieres aprender el camino del sable, primero, deberás aprender su espíritu”.
Después de ser examinado por aquella auténtica leyenda viva del Iaidô, cuya sonrisa sencilla y accesible desbordaba serenidad y paz, después de ver cómo no le daba importancia ninguna a nada que no fuera la simple práctica en armonía, después de que me exhortara a que me centrara única y exclusivamente en el espíritu de las cosas, sentí que mi Camino ya estaba marcado para siempre.
En sus propias palabras, el Budô es “tradición espiritual de Japón” y como tal, como parte de una cultura de exaltación de las virtudes del respeto y la misericordia, me entregué por completo al Iaidô de la escuela a la que humildemente estoy satisfecho de pertenecer.
El verano pasado, después de que mi maestro hablara con el 22º Sôke de la escuela, Ikeda Takeshi Seikô, recibí el permiso para crear mi propio dôjô en España. Su nombre, Yûsei iaidôjô, está formado según la tradición, por elementos que corresponden tanto a mi maestro como a mi.
Yû es “majestuoso”, “tranquilo”, porque ése es el kakejiku que figura en el Yûshikan dôjô de Fukuoka, la “Casa del Guerrero Majestuoso”, del cual es jefe Fuji sensei. Sei es de “oeste”, porque ése es el ideograma que se utiliza para referirse a España.
Nuestra forma de aprender es sencilla: sólo practicar. Antiguamente el maestro practicaba los katas delante del alumno y éste los repetía. Así seguimos haciéndolo nosotros. Porque creemos que hay detalles que no se pueden explicar, hay cosas que sólo se pueden transmitir de corazón a corazón. Esa es la magia del Iaidô a la que me he referido antes. Modernamente se aceptó dar pequeñas explicaciones básicas, pero pasado ese nivel de aprendizaje, lo demás sólo es transmisible de maestro a discípulo.
Aparte de los kata, disfrutamos aprendiendo japonés como parte del currículo para los exámenes. El “conocimiento” o la “cultura” son también principios del Bushidô, explicados por la frase Bunbu ryôdô o Bunbu benshin. Así, no solamente nos recreamos con la práctica del sable, sino que estudiamos el idioma y la cultura de Japón, sin prisas, cada uno a su ritmo, saboreando cada momento como único e irrepetible (ichigo ichie).
Pero si tuviera que definir nuestra escuela, con más de 450 años de antigüedad y reconocida como Mukei bunka zai (Patrimonio Cultural Intangible de Japón), qué mejor que referirme a las palabra de nuestro 21er Sôke, Fukui Torao Seisan, quien estableció el siguiente objetivo: “Respetar la personalidad del oponente con espíritu de cortesía, cultivar un espíritu correcto, e igualmente, hacer que broten las virtudes del samurai (butoku), sin sentir hostilidad hacia el adversario, abrazando un corazón de ferviente respeto y cultivando la armonía con toda la creación de Cielo y Tierra; concentrar todo el alma con devoción en el propio trabajo y en los cambios de éste, alcanzando con responsabilidad los objetivos por uno mismo”… (artículo entero en la revista).


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