Sin ofender: El reptil y el embutido

Por Tengu

Hace pocos días me encontraba releyendo un fantástico artículo del célebre maestro francés Henry Plée, acerca de los tres cerebros del hombre. El reptiliano, el mamífero/límbico y el neocórtex. Para resumir, y sin que el foco de esta columna se desmarque del tema que quiero tratar, el primero controla la capacidad primaria ante una amenaza, sea huir o matar. No tiene capacidad de aprendizaje ni proceso sentimental. El segundo controla emotivamente las reacciones del primero, y se encuentra asociado al sentir y desear. La emoción. Tampoco aprende. Controla y regula los impulsos del reptiliano valorando si la amenaza nos afecta emocionalmente o no. El último de ellos, el neocórtex, analiza, estudia, razona, desarrolla y comprende. Los tres conforman un sistema llamado cerebro triuno.
El estadio fundamental y eficaz del combate es el uso adecuado del cerebro reptiliano, el instinto asesino. Todos disponemos de él. Y éste es regulado por el cerebro mamífero. Esto facilita que no seamos asesinos en serie, o maníacos homicidas. Estos últimos, disponen a menudo de lesiones o falta de desarrollo en el mesoencéfalo que provoca que el instinto motriz de matar se descontrole. Pensar demasiado, distraerse, elucubrar, confiar en las 1000 técnicas que presumimos dominar, además de ser lentos en tomar decisiones durante un combate, hace que acabemos en el suelo. Desechamos la rapidez del cerebro primario, el reflejo motor. Con el que se aparta la mano del fuego, automáticamente, sin pensar, porque identifica el estímulo y no deja que el neocórtex tome decisiones. Él ordena que el cuerpo se mueva, y el mamífero le indica cómo. Es una herencia de las cavernas.
Ahora bien, y hablando de cavernas. ¿Es posible trasladar estas descripciones a la actitud, dentro y fuera del tatami, de muchos “maestros”? Pues sí. Realmente, de la misma manera que en combate tenemos que hacer “callar” al neocórtex, nuestro cerebro pensante, para que no distraiga al “instinto” y a la intención de “sobrevivir”, muchos de estos individuos deberían abstenerse de usar el paladar de forma tan lamentable, cosa que les impide ver realmente el motivo de la práctica… (artículo entero en la revista).


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