Entrenamiento Psicológico en Defensa Personal

Por Enric Navarro

www.enricnavarro.es

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En el mes de Noviembre nos encontramos con dos fechas muy importantes socialmente hablando: el 20N y el 25N, día internacional de los derechos de la infancia, y día internacional contra la violencia de género respectivamente, lo cual hace que este mes sea estadísticamente el más lleno con diferencia en cuanto a cursos de defensa personal sobre todo infantil y femenina.

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Sin embargo, entre los detractores de los cursillos de una mañana hay dos motivos lógicos que sirven para tachar a los que impartimos dichos cursos de oportunistas o farsantes:

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  • La memoria: ya que alguien que no tenga una formación regular no podrá recordar las técnicas aprendidas, aunque diré a favor de los docentes que sí podrá recordar los consejos preventivos que se expliquen.
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  • La actitud de quién se defiende: y es que sin el entrenamiento adecuado, nadie con miedo se atreverá a hacer frente a ningún agresor.
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Imaginemos a un padre enseñando a un niño a freír un huevo, en el primer momento en que le salte una minúscula gotita de aceite sobre su bracito, el niño se retirará del reto y le dirá a su padre que si quiere que lo fría él.

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Muchas veces pecamos de decirles a los alumnos, tanto de cursos aislados como de formación continua, que deben golpear sin importar las consecuencias, que ellos pueden, o que confíen en sí mismos, y sin embargo escuchamos de sus bocas experiencias del tipo “me bloqueé”, “no se me pasó por la cabeza”, “no sé qué me pasó”, o “no pude hacer nada”.

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Y si la mayoría de los seres humanos nos bloqueamos ante la incertidumbre que nos producen las situaciones hostiles de agresor desconocido, no os quiero contar cuando conocemos al agresor y su fuerza superior a la nuestra. ¿Quién de nosotros aceptaría un combate con Tyson sabiendo que no es un guanteo amistoso sino que irá a matar?

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En ocasiones he visto a padres regañar duramente a sus hijos en mi presencia por no plantarle cara al matón de la clase, o no devolverle los golpes, mientras me animaban a decirle yo también a sus hijos que debían golpear a ese matón que les saca algunos kilos, media cabeza, y se rumorea de él que rompió la puerta del armario de su casa de un puñetazo y se quedó tan pancho (algo irreal para nosotros pero perfectamente creíble en la cabeza del niño).

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Obviamente, jamás he podido hacerlo, prefiero mantenerme al lado del/a alumno/a, y que me vea como un aliado en lugar de como un enemigo, ya que igual antes de comenzar a aconsejar que golpee, debemos conseguir primero confianza en sí mismos.

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¿Cuánto tiempo tardamos en conseguir que el niño fría el huevo aceptando la salpicadura de aceite, que coja una buena técnica para que no le salte, y si es posible que además le quede redondito?…


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