Estructura de las clases de defensa personal

Por Enric Navarro

Técnico en Autoprotección y Protección a Terceros

www.EnricNavarro.es

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Si en el número anterior hablábamos de la importancia del juego en los entrenamientos de Defensa Personal y mi recomendación de finalizar todas las clases con “juego”, me gustaría seguir reflexionando sobre la estructura de las clases, proponiendo varias cuestiones e invitando a reflexionar, sobre todo a aquellos que se dedican a la docencia.

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Es comúnmente aceptado que en toda clase, o sesión de trabajo, debe haber tres partes diferenciadas:

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  • Calentamiento: dirigido a evitar lesiones y que a su vez debe cumplir tres objetivos (elevación de temperatura corporal; movilidad articular; y estiramiento muscular).
  • Núcleo Central: esa parte dónde se imparten los contenidos (teóricos y prácticos) programados para ese día o esa sesión de trabajo.
  • Final de sesión: que era dónde yo en el artículo anterior, a diferencia de otros autores que abogan por una vuelta a la calma (respiración, meditación, o estiramientos); proponía el “juego” de forma que a su vez al alumno también le sirviera de auto-evaluación.

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Por otro lado, todo entrenamiento que se precie (independientemente del deporte o disciplina de combate) debe tener tres grandes pilares inamovibles:

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  • Técnica: ejecución correcta de los movimientos (recorrido, equilibrio, potencia, finalización, foco, etc.)
  • Táctica: decisiones en el combate respecto a lo que haga el otro (desplazamientos, amagos, fintas, golpes, etc.)
  • Estrategia: es el plan paso a paso, qué ideas mentalmente para lograr el objetivo que te propongas (huir, dejarle inconsciente, inmovilizarle, etc.).

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Si en un momento dado con el enfrentamiento empezado cambia tu objetivo, deberás cambiar rápidamente tu estrategia, afectando directamente a tus decisiones tácticas.

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Ejemplo: Cuando alguien me intimida diciendo que me va a golpear, yo pienso una estrategia: en cuanto me lance un golpe circular con el puño a la cara trataré de agarrarle los brazos, estamparle contra la pared, y pedir ayuda.

Si lanza circular o directo, o si patea frontal o diagonal ascendente, voy tomando decisiones tácticas en cuanto a mis desplazamientos, chequeos, esquivas, golpes a la contra, etc., hasta que por fin, veo clara la posibilidad de atraparle el brazo.

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La técnica correcta de atrape con el pulgar en oposición al resto de los dedos, cerca de su muñeca en lugar de en cualquier lado de su brazo, al pasar a su espalda manteniendo su codo por debajo de su línea del hombro, sin flexionar mi espalda para no regalarme, etc., saldrá más o menos bien, en función de las veces que la haya entrenado con distintos tipos de “oposición” por parte de mi compañero en el tatami, y en función también, no lo olvidemos, de lo diestro que sea nuestro adversario, y su experiencia o novicia en enfrentamientos callejeros (incluso los malos tienen una primera vez).

Y a partir de aquí es dónde abrimos el interminable debate, con opiniones muy bien argumentadas y justificadas que se contraponen sobre qué enseñar primero, qué enseñar después, y si dedicar clases enteras a uno de los tres bloques, o si dividir el núcleo central en tres partes dónde poder impartir contenidos de cada uno en todas y cada una de las clases.

Mayoritariamente por las escuelas por las que he pasado, y cada vez que sale el tema a debate en foros, blogs, o grupales de WhatsApp o Facebook, muchos Maestros abogan por empezar por la técnica, y sólo cuando sepan encajar un golpe, lanzar una patada frontal correctamente ejecutada, o hacer una luxación o palanca articular, hablarles de cuándo lanzarla o cuándo no (en función de distancia, timing, o situación en el espacio entre otros factores)…


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