Inteligencia Emocional y Aikido

Por J. S. Nalda Albiac – 5º Dan

 

Aikido para el Siglo XXI

 

No te has de entrenar para ser más fuerte y vencer a cualquier enemigo, sino para que puedas ser útil a la paz universal”. M. Ueshiba

 

¿Cómo entrenarse para ser útil a la paz universal…? De la recomendación de su fundador puede deducirse que la práctica deberá contemplar algo más que el aprendizaje de las técnicas de ataque y defensa en lucha cuerpo a cuerpo.
Ciertamente el Aikido se presenta en sus formas como un arte marcial, pero hace suya la filosofía del Bujutsu en cuanto “arte de detener la lanza” y conservar o restaurar la paz, si bien en este caso bajo el concepto altruista de “impedir herir sin herir”.
Entre los objetivos necesarios para hacer posible tal fin, cabe destacar la búsqueda del conocimiento propio, en el que se incluye la inteligencia emocional, gracias a la cual el aikidoka podrá acceder al autocontrol y todos aquellos conocimientos que lo conviertan en un arte de vivir en armonía o una escuela del comportamiento útil para todos los momentos de la vida.
Vivimos inmersos en una sociedad en la que cada día se manifiestan muchas formas de violencia y eventualmente alguna de ellas puede alcanzar al aikidoka y desencadenar en su ánimo y en su cuerpo emociones como el miedo, la cólera, el rencor, la tristeza, el resentimiento, etc.
¿De qué le habrán servido 10, 15 ó 20 años de práctica de shiho nage, kote gaeshi, irimi nage ikkyo, etc. si sus entrenamientos sólo se han ocupado de la repetición de estos movimientos de combate técnico sin haberlos complementado con el aprendizaje de actitudes psicológicas y la inteligencia emocional? ¿Le ha sido útil ese tipo de Aikido en su vida familiar, laboral y social?
El Aikido del siglo XXI, respetando todas las enseñanzas técnicas de Ueshiba, necesita también orientarse hacia otros horizontes de superación personal y trazar un programa formativo que realmente se ocupe de todos los ámbitos que componen la personalidad humana como son el físico, el técnico, el energético, el mental, el anímico, el ético y el espiritual o trascendente.
Esta lección tiene por objeto dar unas breves pautas sobre el modo de canalizar las emociones desde el Aikido y esbozar una posible vía respecto a la manera de introducir este conocimiento en los entrenamientos técnicos, buscando la coherencia entre actitud, movimiento y emoción.

 

La dimensión educativa

El Aikido nació como un arte de combate, basado en una filosofía enfocada hacia la paz, la armonía y el entendimiento entre las personas, y esta visión de su fundador el maestro Ueshiba, lejos de estar superada, resulta cada día más necesaria y merecedora de apoyo en el mundo del siglo XXI.
De lo expuesto anteriormente se deduce la amplitud de contenidos que deberá contemplar el programa de preparación del aikidoka para que le resulte factible ser coherente consigo mismo, comprender a los otros, adaptarse a cada situación tomando las decisiones más inteligentes, interactuar con flexibilidad y fluidez, etc.
El aikidoka aprende a unificar su cuerpo y su mente como la mejor disposición para realizar cualquier acto, procurando hacer el mejor uso de todas sus facultades, porque sabe que cuerpo y mente son interdependientes, y que el estado de uno puede ser modificado por el otro y viceversa.
En cierta manera el Aikido es también un diálogo corporal y emocional, en el que intervienen las actitudes, los sentimientos y la necesidad de ser dueño de sí mismo en todo momento, porque el cuerpo siempre está comunicando algo que el practicante debe saber identificar, interpretar y tratar. A través de este intercambio de movimientos de ataque y defensa, es posible descubrir las intenciones y las emociones del otro, como paso imprescindible para establecer la armonía entre ambos… (artículo entero en la revista)


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