Jûjutsu. La defensa personal samurái

Por Luis Nogueira Serrano
Presidente European Bugei Society
Fûryûkan Bugei Dôjô
www.bugei.eu
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Que tras casi 40 artículos en El Budoka 2.0 no hayamos hablado todavía de la disciplina más conocida y difundida de las artes marciales tradicionales japonesas es, cuanto menos, sorprendente. La razón de ser de este hecho es nuestro interés por destacar la variedad de las disciplinas samurái resaltando las que han sido casi sepultadas por el paso del tiempo. No obstante, es de justicia darle a esta destacable forma de lucha su debida importancia en el presente texto, así como en el de la próxima edición que continuaremos desarrollando una versión diferente de esta materia. Conscientes de que en cualquier caso es un tema bastante manido, es nuestro propósito aclarar una serie de malentendidos que suelen ser habituales en torno a esta disciplina, totalmente alejados de modas.
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Primero de todo, el término jûjutsu se traduce habitualmente por “arte suave” y es fuente de no pocos malentendidos. Por un lado, la pronunciación es motivo de discusión ya que en occidente es habitual verlo escrito y pronunciado como jiu-jitsu o ju-jitsu. Aunque existen diferentes modos de romanizar el japonés, todo hace indicar que la transformación de jutsu a jitsu (nótese que jitsu significa en japonés algo totalmente diferente) sea fruto de una pronunciación shitamachi kotoba, dialecto popular de Tôkyô, aunque no se pueden descartar otros malentendidos de transmisión. Sin embargo, en el primer carácter, correctamente normalizado , bien es cierto que se forma de la adición de ji, yu y u, en este orden, por lo que se pueden aceptar determinadas variaciones en su romanización, aunque la pronunciación estándar sea la de juu.
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Aclaradas las cuestiones fonéticas, el segundo de los escollos gira entorno a la dificultad para ofrecer una traducción consistente a las lenguas occidentales, ya que “arte suave” parece no responder ni lejanamente a la disciplina que se trata. Lo cierto es que el término jûjutsu no sé convirtió en común hasta tiempo después de que sus técnicas fueran practicadas. Esto puede resultar chocante para quien concibe las artes marciales en general, y por extensión ésta en particular, como resultado material de una figura/personaje notable que la funda y estructura, pero la realidad es que esta disciplina fue fruto de un contexto sociocultural que promovió la adaptación y desarrollo de técnicas para la defensa personal.
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Huelga indicar que las formas de combate desarmado han convivido con el ser humano desde los inicios de la humanidad, sea en forma de forcejeo/lucha o boxeo, en todos los lugares y tiempos, Japón no es una excepción. La hoplología estudia precisamente las diferentes particularidades que cada cultura, según sus condicionantes históricos, geográficos, tecnológicos, etc., influencian estas prácticas marciales. Por lo tanto, es una tarea inconmensurable trazar un árbol genealógico completo de esta disciplina. Ya hablamos en El Budoka 2.0 nº 56 que los antecedentes al jûjutsu habían sido, en primer lugar, las formas de combate cuerpo a cuerpo que se desarrollaban en el campo de batalla, conocidas con varios términos, a destacar yoroi kumiuchi, kogusoku koshinomawari, entre otros. Pero por otro, no podemos olvidarnos del torite (lit. capturar las manos), técnicas focalizadas en las tareas de detención y arresto (ver El Budoka 2.0 nº44). En una era de guerras intestinas como el Sengoku Jidai (s. XVI), con las traiciones por poder o cuentas pendientes en los lugares más insospechados, así como en el periodo Edô (s. XVII en adelante) inmediatamente posterior en el que se instaura una paz forzada que obliga a cambios significativos en el estatus de samurái, generan el caldo de cultivo fundamental para que la atención se oriente a la defensa y supervivencia en caso de encontrarnos desarmados o imposibilitados de esgrimir un arma y vernos asaltados por uno o varios enemigos. No es extraño que ante estas necesidades sobrevenidas se echara mano de las dos disciplinas anteriores. Pero tampoco se puede asegurar que no se recurriera a otras diciplinas como el milenario sumô, entonces en una transición de forma de combate hacia un deporte como es hoy día, o de formas de combate con armas bujutsu ya implantadas en la época y de las que tanto hemos hablado en las decenas de artículos.
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La situación original potencialmente más plausible es la de dar solución a una agresión en un entorno civil (no militar) que pretende evitar que esgrimamos las armas que portamos, como por ejemplo una toma de la muñeca derecha con la que esgrimiríamos la espada, corta o larga. El agresor retiene el desenvaine y amenaza o ataca portando un arma en la otra mano o bien procede a intentar arrestar al otro a través de técnicas de torite. Si el agredido se empeña en tratar de desenvainar seguramente será alcanzado por el arma del agresor o será arrestado antes de que pueda hacer nada realmente efectivo con su arma. Una solución efectiva es la de aprovechar la toma del agresor para servirnos de ella para zafarnos del ataque al mismo tiempo que lo controlamos, teniendo la opción de o bien arrestarlo o bien desembarazarnos de él a través de un derribo o proyección que nos permita, ahora sí, desenvainar nuestra arma para asegurar nuestra integridad contra el agresor y sus eventuales secuaces.
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No es extraño que en un contexto armado como el sengoku jidai la meta germinal del jûjutsu fuera resolver estos contextos de retención del desenvaine utilizando técnicas corporales como auxilio útil para poder acceder a nuestro armamento con seguridad. Pero paulatinamente fue completándose en un sistema de defensa personal más versátil ante ataques desarmados y armados en los que el denominador común fuera el uso del cuerpo como arma principal.
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Jûjutsu. La defensa personal samurái.

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Me permito en este punto remarcar en otro concepto usualmente malentendido derivado de la tendencia moderna (s. XX) de las artes descendientes del jûjutsu como el jûdô y sus derivados posteriores. El jûjutsu se desarrolló primariamente como defensa personal reutilizando, adaptando y posteriormente desarrollando técnicas empleadas en formas de lucha japonesas existentes en su momento, pero en ningún caso procuraba ser un sistema de lucha, ya que para ello ya existían otras diciplinas. Aunque sea polémico, es habitual confundir técnicas de defensa personal con formas de combate. La lucha se da en un entorno controlado y con el beneplácito mutuo de enfrentarse con un sistema reglado, mientras que la defensa o supervivencia se parte de un entorno libre en la que existe uno o varios agresores y un agredido. El agredido tiene pequeñas oportunidades de defenderse efectivamente y entender apropiadamente esas oportunidades y aprovecharlas es la que le salvaguardará. Eso no quiere decir que su arsenal deba estar alejado de un análisis pragmático y realista.
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Volviendo sobre el periodo histórico en el que se desarrolló el jûjutsu, cada escuela tradicional empezó a formar su arsenal de técnicas de defensa personal que fue denominado de formas variopintas. Durante el periodo Edô en el que juntamente con el nuevo régimen y sus políticas también se asentaron nuevas filosofías neo-confuncionistas con las que el jûjutsu se vio favorecido en su crecimiento. Pero es solo en el siglo XVII, al menos 150 años después de los primeros vestigios de estas formas que el término de jûjutsu paso a ser el término estándar para su denominación. Hasta ese momento muchas escuelas optaron por mantener las denominaciones de kumiuchi, o nuevas denominaciones como taijutsu (lit. artes corporales), goshinjutsu (lit. arte de la defensa personal), kenpô o yawara, entre muchas otras. Igualmente significativo es que esta disciplina apareció inicialmente en escuelas integrales de sôgô bugei, siendo una parte más del currículo, pero durante el periodo Edô comenzaron a surgir importantes escuelas especializadas en esta disciplina como Kitô Ryû o Tenjin Shin’yô-ryû, predecesoras del moderno Kodokan jûdô. La expansión internacional de esta disciplina unido a la tendencia moderna a prescindir de armas en el entorno civil son razones de peso para su gran difusión.
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En el corazón del jûjutsu yace un concepto que trasciende las técnicas físicas: la idea de , leído aisladamente como yawara, que comúnmente se traduce como “flexibilidad” o “suavidad”. Sin embargo, esta traducción simplista no capta la profundidad de su significado en el contexto marcial. En las filosofías tradicionales japonesas, simboliza la capacidad de adaptarse al flujo de las circunstancias, un principio que encuentra eco en la famosa máxima del Arte de la Guerra de Sun Tzu gôjû kyôjaku: “Lo blando vence a lo duro, lo débil supera a lo fuerte”.
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Aplicado a esta disciplina, este principio invita al practicante a aprovechar la fuerza del adversario, redirigiéndola en su contra, en lugar de usar la oposición de fuerzas como era habitual en las formas convencionales de lucha. No se trata de resistir frontalmente, sino de absorber, canalizar y devolver el ataque de manera estratégica. Esta filosofía no solo guía las técnicas físicas, sino también el desarrollo personal del practicante, fomentando valores como la resiliencia, la adaptabilidad y la serenidad ante la adversidad.
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Además, el concepto de está intrínsecamente relacionado con la idea de equilibrio entre opuestos, como lo duro y lo blando gôjû, lo fuerte y lo débil kyôjaku. Este balance no solo define las dinámicas del combate, sino que también se extiende a la vida cotidiana, enseñando a los practicantes a responder con flexibilidad ante los desafíos, en lugar de enfrentarlos con rigidez.
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En un mundo lleno de incertidumbres, el jûjutsu se alza como una metáfora de la adaptabilidad. Más allá de las técnicas marciales, su verdadera enseñanza radica en abrazar el cambio, utilizarlo como una fuerza transformadora y encontrar en él una fuente de fortaleza interior.
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Más allá de este concepto filosófico, observaremos que un elemento que presenta una cualidad de blandeza se amolda a la presión ejercida sobre él por un elemento duro, aceptando su fuerza y cubriéndola. Esta propiedad es la fundamental para entender el cuerpo básico del sistema, adaptarse a las condiciones externas para lograr una máxima eficiencia.
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Aunque el objeto principal del jûjutsu, al menos en sus versiones originales, haya sido la defensa personal, no es óbice para que muchas escuelas adaptaran estas formas para presentar formas de lucha con denominaciones también variadas, comúnmente randori (lit. tomar el caos, o más comprensible: práctica libre), pero en Ogawa Ryû se basa en un sistema completo de lucha llamado jûtôpô (lit. método de lucha flexible). Pero en relación con esta última se trabaja y analiza con perspectiva totalmente independiente del jûjutsu como defensa personal. De hecho, el término comenzó a tener una connotación abarcante de todas las formas de defensa y combate cuerpo a cuerpo fagocitando las disciplinas que la originaron e incluyendo las que se fueron desarrollando, no solo usando el propio cuerpo sino usando armas pequeñas y potenciadoras de agarres e impactos, como ya vimos en El Budoka 2.0 nº50 sobre kobuki.
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Otra confusión derivada de las versiones actualizadas y modernas de esta disciplina se basa en la tipología técnicas empeladas y la importancia relativa de técnicas de control y proyección frente a, por ejemplo, las técnicas de impacto. Dentro de la escuela anteriormente citada se refiere a que el método de jûjutsu consta del conocido como gopôhon (lit. cinco métodos fundamentales), a enumerar atemi, técnicas de golpeo, taoshi, técnicas de derribo y proyección, taiho, técnicas de control y arresto, kudaki , técnicas de rompimiento articular y, por último, shime, técnicas de estrangulación. Por lo tanto, las técnicas de impacto, citadas en primer lugar y lejos de ser olvidadas, tenía una importancia fundamental, pero es cierto que se relativizaba su poder dado que las herramientas de las que echaba mano el jûjutsu eran las formas de combate en el campo de batalla en las que los guerreros portaban armaduras y los golpes tenían efectos limitados frente a técnicas de arresto donde el oponente quedaba rendido ante un golpe de gracia. En las formas de defensa personal, aunque útiles, se observó una mayor potencialidad del uso del suelo como arma en las proyecciones y las técnicas de sumisión como garantía de que el oponente quedaba fuera de combate.
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Otro de los malentendidos proviene de la deriva que ha tenido el jûdô en lo que se refiere a la puntuación en el sistema de proyección por sus proyecciones. En esta disciplina se han valorado como puntuación máxima el que se proyecte por la espalda con una técnica perfecta. Precisamente el uso de la espalda en el ukemi como sistema de defensa es la garantía que tiene el proyectado de evitar que se dañe en un entorno fuera de tatami y, por tanto, su verdadera defensa es buscar caer con la espalda para poder continuar con una defensa en el suelo. El que proyecta por su parte buscaba utilizar el suelo como mecanismo de impacto sobre el oponente en el derribo, con el fin de que este último se golpeara con la cabeza, causándole cuanto menos aturdimiento, con las extremidades superiores, impidiendo que empuñara un arma y pudiera atacar, o con el tren inferior, para evitar que recuperara la capacidad de levantarse.
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Otra de las cuestiones polémicas gira en torno al desarrollo de técnicas de combate en suelo. Bien es cierto que el jûjutsu fue la disciplina marcial que más desarrolló el combate en suelo, sobre todo debido a las muchas agresiones que podrían darse en interiores donde el samurái se encontraba arrodillado, la realidad es que el sistema de combate en suelo como se entiende hoy día es de evolución reciente y no responde a una necesidad de defensa personal clásica, que por meros motivos de supervivencia en un contexto donde el empleo de armas es común, el defensor requiere de una movilidad contra ellas que es incompatible con la que ofrece el desplazamiento en suelo.
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El jûjutsu, más que un arte marcial, es un testimonio vivo de la adaptabilidad y la búsqueda de eficiencia en situaciones adversas. Desde sus raíces en el campo de batalla hasta su evolución como herramienta de defensa personal, ha demostrado una capacidad única para integrar tradición y funcionalidad. En un mundo que valora cada vez más la efectividad y la simplicidad, el jûjutsu sigue siendo una fuente inagotable de lecciones, no solo para la autodefensa, sino también para la vida misma. En su esencia, este “arte de la flexibilidad” enseña que, incluso frente a la adversidad, es posible encontrar fuerza y victoria a través de la adaptabilidad y la sabiduría.
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En nuestra organización transmitimos el jûjutsu clásico de las escuelas Ogawa Ryû y Mondô Ryû, entre otras, y además somos escuela oficial de jûdô y Defensa Personal con maestro titulados.
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Como en ocasiones anteriores, aprovechamos la oportunidad para acompañar el artículo con un vídeo que ilustra mediante aplicaciones dinámicas sobre parte de lo enunciado en el texto. En estas demostraciones nos hemos centrado en una serie de secuencias de formas clásicas de kata de jûjutsu como defensas contra agarres, golpes, estocadas, así como arrestos, situaciones clásicas en suelo, etc.


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