Kenpô: El combate en la tradición japonesa

Por Luis Nogueira Serrano
Presidente European Bugei Society
Fûryûkan Bugei Dôjô
www.bugei.eu
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A pesar de la vasta amplitud que abarca la tradición marcial japonesa, no parece especialmente prolija en artes de combate de impacto o boxeo. De hecho, la pronta asimilación de la tradición okinawense del karate como propia a principios del siglo XX, pudiera hacer pensar que esta materia rellenaba un vacío del que la tradición japonesa jamás hubiera profundizado. Sin embargo, sería sorprendente si las formas de combate con puños y piernas, muy arraigadas en la Asia continental, hubiera llegado al remoto archipiélago de ryûkyû y no lo hubieran hecho al japonés, como sí lo hizo siglos atrás la escritura o el budismo.
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En este artículo exploraremos las razones para que esta práctica no fuera tan generalizada en relación a otras más conocidas durante el periodo samurái, pero a pesar de ello, también desarrollada y mantenida tradicionalmente. Entender sus limitaciones prácticas es el punto de partida para entender el contexto para su aplicación. También descubriremos algunas particularidades de sus prácticas y técnicas con el fin de resaltar sus características diferenciales e intrínsecas.
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El combate cuerpo a cuerpo en Japón y su desarrollo
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Yo indicaría que para entender la tradición marcial japonesa debemos poner el foco en primer lugar a su vinculación con la clase militar feudal japonesa. Aunque ya hemos hecho este recorrido en artículos previos, demos un nuevo vistazo con especial atención al surgimiento y evolución de las artes marciales cuerpo a cuerpo en Japón.
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Con el surgimiento de la clase militar, los bushi, se crearon centenares de escuelas que transmitían un conocimiento técnico y táctico para el empleo de las armas en los campos de batalla, con el afán de llevar a sus practicantes a la victoria. Estas escuelas surgían, se actualizaban, renombraban, desaparecían y reconstruían durante el periodo de auge militar. Durante estos tiempos, las armas y muy en particular las que tenían uso militar, muy en particular los arcos (yumi), las lanzas (yari), las alabardas (naginata), los fusiles (teppô) y las espadas de campaña (tachi), eran los focos principales de atención.
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Las formas de combate cuerpo a cuerpo (yoroi kumiuchi o koshinomawari) se centraban en el enfrentamiento en el campo de batalla cuando el arma principal se había dañado o extraviado y se forcejeaba para someter al enemigo y abatirlo con un ataque con un arma punzante como el kabutowari (rompe-yelmos) o el yoroidoshi (perforador de armaduras). En este tipo de enfrentamiento se empleaban numerosas formas de impacto, pero conceptualmente muy distintas de las que se entienden como puñetazos y patadas. En el forcejeo se impactaba con golpes de palma, por ejemplo, sobre la base de la mandíbula para apartar el atacante, presiones digitales, por ejemplo, en los ojos para cegarlo, empujones para desequilibrar, o golpes con yelmo, con el hombro, pisotones, ataques a las articulaciones, etc. Lanzar un puñetazo o una patada entrañaba riesgos y pocos beneficios, sobre todo cuando un resbalón podía llevarte al suelo y dar la oportunidad definitiva al adversario de someterte y finalizar el trabajo. Además, un golpe sobre una coraza metálica no causará la potencialidad deseada. Así que, con todo esto, este tipo de golpes balísticos no eran demasiado utilizados en el campo de batalla.
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En el transcurso del siglo XVII, la clase militar afrontó una profunda crisis provocada por la unificación del Japón en manos del Shogun Tokugawa. Los enfrentamientos militares fueron decayendo hasta convertirse en viejas historias y el samurái pasó de ser un militar a una institución social. Sin embargo, el samurái aún enfrentaba peligros, pero que acontecían en el plano civil. Éste tuvo que adaptarse para enfrentar amenazas crecientes como asaltos, robos, malentendidos o atentados contra su vida. A diferencia del campo de batalla, estos ataques se producían eventualmente por sorpresa y el defensor no tenía tiempo para esgrimir sus armas, y debía entonces emplear el cuerpo como arma improvisada para sobrevivir.
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Comparando de nuevo con el campo de batalla, la situación base en éste era clara para ambas partes, soldado contra soldado en el que solo uno saldría vivo. Sin embargo, en un asalto o amenaza, se desarrollan dos roles diferenciados: agresor y víctima. El primero tratará de hacer valer su iniciativa y hostilidad para cumplir su objetivo, sea tomar por la fuerza o atentar. El otro, lo único que puede conseguir es pasar de víctima a defensor. El defensor realizará una defensa efectiva si consigue, por medio de recursos técnicos, revertir la situación sorprendiendo al atacante/s y sometiéndolo/s. El samurái empleó su trasfondo en combate cuerpo a cuerpo en el campo de batalla para evolucionar las técnicas para el ámbito civil, y resultaron de gran efectividad los fundamentos de empuje y tracción para provocar desequilibrios y derribos, así como palancas sobre las articulaciones para conducir al oponente a posiciones de ventaja. Huelga decir que la armadura es flexible en las articulaciones para permitir el libre movimiento de esgrima y, por lo tanto, las articulaciones son susceptibles de recibir palancas e inmovilizaciones. Éste es el origen del jûjutsu, entendido como las formas de defensa personal empleando el cuerpo.
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Es cierto que el jûjutsu incorporó técnicas de impacto y golpes en puntos débiles, pero estas técnicas fueron siempre empleadas de forma complementaria para logar el fin último, la sumisión del agresor. Los golpes servían bien para incapacitar y ofrecer oportunidades en el choque y en la reducción, pero en sí mismo no era el objetivo principal.
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Pero es precisamente en este entorno que surge con menor difusión una incipiente forma de combate, el empleo de los puños, pies y, en general, las articulaciones como medios de impacto para dejar fuera de combate al oponente. En muchas escuelas se corresponde a un apartado no separado del jûjutsu, pero en otras, esta disciplina llega a tener entidad propia, llegando incluso a nombrarse diferente: kenpô, método de los puños, daken, golpe de puños, atemi, impactos corporales, etc.
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Evidentemente, estas formas no pueden ser consideradas como tan genuinas y antiguas como el kenjutsu o incluso el propio jûjutsu, aunque las fuentes de las que se influenciaron sí se remontan a una trayectoria más dilatada. ¿Cuáles son esas fuentes? Hemos dicho que el jûjutsu proviene del kumiuchi, pero estas formas de combate con puños encuentran antecesores principalmente en China, pero también en formas de lucha más primitivas propias de la tradición japonesa. Desgranaremos a continuación algunas curiosidades en relación a las formas del kenpô en la tradición de Ogawa Ryû.
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Precedentes históricos
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En la crónica Man’yôshû (s. VIII) se alude a las tsubute, que son piedras empleadas originalmente como armas arrojadizas. Sin embargo, estas piedras eran también empleadas como armas cuerpo a cuerpo para potenciar el impacto. La piedra se agarraba firmemente en la palma y las aristas que sobresalían eran usadas como punta de contacto en el golpe. Podía sostenerse una piedra en cada mano y así se posibilitaba el uso combinado de defensas, empleando impactos con las piedras, al mismo tiempo que se golpeaba en zonas desprotegidas del oponente. El daño contundente no era leve, pudiendo ser en muchos casos letal. Sin duda que no lo era tanto como un cuchillo, pero las piedras se encuentran en todos lados y en muchas situaciones podía ser un gran aliado para salir airoso de una reyerta.
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Posteriormente, las piedras evolucionaron a piezas de metal, llamadas de tetsutsubute, piedras de hierro, que tenían el mismo uso, pero se habían forjado a fin de tener un agarre más ajustado a la mano y más pronunciadas en los ángulos de impacto.

Esta sistemática incitaba a la repetición de los impactos y dejaba de lado el empleo de agarres ya que al empuñar los objetos contundentes no era posible agarrar con tanta facilidad como disponiendo de mano desnuda, por supuesto sin soltarlos. Aquí es donde se observa la mayor evidencia sobre los orígenes de este sistema de combate que prima el golpeo frente a la sumisión, algo poco habitual, como ya indicamos, en la tradición japonesa.
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La tradición oral de Ogawa Ryû remonta al uso de estos objetos como antesala de la transición hacia emplear solamente el cuerpo como mecanismo golpeador. Además, se transmite un antiguo sistema de combate basado en métodos que sirven de base de desarrollo de la estructura del kenpô


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