La motivación y el entrenador

Por Jonathan Mendoza
Psicólogo Deportivo
Entrenamiento y asesoramiento psicológico para deportistas y entrenadores
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Siempre que hablo o escribo sobre la motivación me gusta hacer, para que podamos entenderlo mejor y salvando las distancias por supuesto, la comparación del deportista y el coche.
Imaginemos que nuestro jugador es un coche de último modelo, que viene equipado con todos los extras: climatizador, navegador, ABS, ESP, techo solar… bien, nuestro deportista trae ciertas características de serie: capacidad de concentración, fuerza, resistencia, confianza, velocidad… y todas ellas son susceptibles de ser usadas, mejoradas, e incluso pueden romperse y repararse. Pero hay algo que debemos tener en cuenta, a ese coche le hace falta algo muy importante, algo sin lo que no puede siquiera arrancar y poner en marcha todos esos estupendos mecanismos, y ese elemento es… la gasolina. Eso es la motivación.
Es la energía que nos mueve e impulsa en una determinada dirección y con una determinada intensidad. En épocas de formación, el papel del entrenador es muy importante para mantener lleno ese depósito de energía, porque el deportista consume rápidamente la que lleva y suele necesitar inyecciones continuas de motivación; la maestría y el buen hacer del entrenador determinará en gran medida la capacidad futura de motivación del deportista.

Dentro de las herramientas que un entrenador puede manejar para influir en la motivación de sus deportistas están:

1- Estructurar bien las metas y objetivos.
Antes de establecer un objetivo y comunicarlo a los deportistas debemos hacer un completo análisis de “¿Donde estoy?” y “¿Dónde quiero estar?” en los cuatro planos básicos (técnico, táctico, físico y psicológico). Partir de un buen conocimiento de la situación nos evitará crearnos y crear falsas expectativas que puedan afectar de forma negativa a la motivación.
Después, los objetivos a plantear deben ser claros, realistas y por supuesto suponer un reto para nuestras capacidades. No puede faltar tampoco una fecha de consecución y un criterio de evaluación (algún forma de medición que tanto el deportista como el entrenador perciban como objetiva) para saber si se ha conseguido o no.
Debe existir una recompensa en caso de conseguirlos, algo que simbolice nuestro éxito (más adelante profundizaré en este punto).
Para la motivación también es muy positivo que antes de cada sesión, el preparador explique cuáles son los objetivos y metas de ese entrenamiento; ¿por qué vamos a entrenar esto? y a qué nivel de habilidad queremos llegar cuando el entrenamiento haya finalizado.

2- Variar las actividades y ejercicios.
Procurar entrenamientos variados en los que una misma capacidad física pueda entrenarse con distintos tipos de ejercicios. Por ejemplo, si lo que quiero es entrenar la fuerza explosiva puedo hacerlo con un circuito en el que se mezclen ejercicios con pesas y pliométricos (multisaltos, comba…).
La variación también puede venir por el número de repeticiones o tiempo. Si conseguimos que el ejercicio suponga un reto entretenido para las cualidades del deportista, tendremos mucho ganado.

3- Déjales implicarse en el entrenamiento.
Poder elegir una parte del entrenamiento les hace sentirse protagonistas de su esfuerzo, por ejemplo; todos sabemos que es importante el calentamiento, y como entrenador sé que debemos realizarlo cada sesión, ahora… ¿Podemos ofrecerle dos actividades de calentamiento y que sean ellos los que elijan cuál prefieren? Así el entrenador cumpliría su objetivo de que se haga un buen calentamiento (porque es él el que plantea dos opciones de su gusto) y ellos inician el entrenamiento con buena actitud, sintiéndose importantes en su entrenamiento… (artículo entero en la revista).


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