Las páginas del Departamento Nacional de Kenpo

Por Pilar Martínez

Dtra. Comunicación DNK

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Juan Carlos Casado (Madrid, 1957) es 5º Dan de Kenpo por la RFEK y DA y el CSD, 5º Dan de Kenpo-Kai por IKKO (Japón) y Licenciado en Psicología desde el año 1980. Es profesor de reconocido prestigio en el mundo del Kenpo, entregado a la enseñanza desde hace más de 30 años en su gimnasio de Madrid (el Forma XXI)… sus ganas de aprender y de ofrecer lo mejor a sus alumnos le llevaron a especializarse en Psicología del Deporte en el año 1999.

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INFLUENCIA DEL KENPO EN EL DESARROLLO DE LA PERSONA

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Por Juan Carlos Casado

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El Kenpo y su enfoque en continua evolución bajo la premisa de fomentar el desarrollo integral, integrado y equilibrado de sus practicantes, dota de un amplio abanico de técnicas y herramientas codificadas y transmitidas a lo largo de los años.

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Son muy numerosas las teorías y prácticas destinadas a fomentar el desarrollo integral de las personas, y en especial de los más jóvenes. Este desarrollo es muy sensible tanto al tipo de intervenciones y guías que se realicen como al momento en que se producen, según el estado de la persona destinataria. Estas etapas nunca deben entenderse de forma rígida, sino como referencia sobre la que dimensionar cada caso particular. El desarrollo puede ser muy variado, motivado por la sinergia tanto de factores externos y ambientales (educación, entorno familiar, círculo social, nivel socio-económico, etc.), como de factores internos (herencia genética, estado emocional, estado físico, etc.).

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Influencia de los cuatro a los seis años

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A partir de los cuatro años, ya es posible trabajar con el niño de forma específica con la estructura que aporta el Kenpo. El ambiente y el entorno juegan aún un papel indispensable, pero empieza a abrirse la ventana de un aprendizaje autónomo e individual. Dentro del Dojo podemos comprobar que mediante juegos y ejercicios concretos mejoramos su desarrollo psicomotor, con actividades en las que tenga que correr, saltar y controlar su cuerpo con volteretas o trabajos con las manos: botar, tirar, tocar, coger y emplear otros elementos o herramientas. Estos ejercicios fomentan la imaginación, la visualización, el sentido de causa-consecuencia y esfuerzo-resultados, el sentido espacial, fortalece los huesos y desarrolla la coordinación. La actividad de hacer un ring en el tatami con los cinturones o dibujar con ellos formas geométricas colaboran al desarrollo de otras competencias en un entorno donde se fomenta la interacción con los demás, la adquisición de habilidades sociales y se aporta una estructura de valores, normas y disciplina a seguir en determinados casos, todo ello en un entorno controlado, seguro, con personal cualificado y donde los niños cuentan con un entorno ordenado, jerarquizado y propicio para su desarrollo íntegro.

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En esta etapa es posible apreciar una evolución a través de aspectos como el equilibrio, mejora el control de su cuerpo y fomenta su autonomía e independencia.

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Al nacer, no hay distinción entre uno mismo y nuestro entorno, y mediante el contacto con los objetos nos reconocemos e independizamos de los otros. Esta evolución nos permite representar los objetos, aunque no estén presentes y es en esta etapa cuando el Kenpo favorece el desarrollo de la inteligencia por medio de la simulación o imitación de situaciones en el tatami, mediante juegos que invitan a conocer el medio que nos rodea y diferenciar entre nuestros compañeros. Se establece así un ambiente rico en elementos que permite asignar roles diferentes a los compañeros de juegos y al maestro, diferenciando ambos roles y construyendo el mapa de relaciones a partir de esta base. Esta heterogeneidad aporta identidad y valor a las personas y también a los objetos, favoreciendo el correcto desarrollo de las clases y manteniendo la transmisión de valores. Fruto de estas relaciones, se continúa el trabajo cognitivo y del lenguaje del joven practicante.

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Hasta los cinco o seis años el niño no comienza a expresarse de la forma que lo hacen los adultos; explican las cosas a partir de las referencias adquiridas, pero sin conocer la causa real del hecho. Es a partir de esta edad cuando el trabajo del Kenpo puede dar sus mejores frutos, profundizando las relaciones de causa y consecuencia de forma consciente en el entorno. Todo esto es facilitado por su relación con otros niños compartiendo los juguetes del Dojo (pelotas, colchonetas, corchos de gomaespuma…) y con los adultos: maestros y padres, comenzando a adquirir de forma manifiesta cierto grado de autonomía. Sirvan de ejemplo acciones sencillas como ponerse el kenpogi y obi (vestimenta y cinturón), lavarse las manos, recoger los objetos de entrenamiento… De esta forma, desde una buena base y un entorno apropiado, el desarrollo emocional, físico, de coordinación y cognitivo, da la base para que de forma autónoma se adquieran hábitos y herramientas para el desarrollo afectivo-social.

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Influencia de los siete años a la pubertad

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Como ya hemos apuntado, a esta edad empieza a crecer el entendimiento del mundo que les rodea, ligado a la adquisición de referencias previas y al desarrollo psicológico y físico que van experimentando. Diferenciando los roles del maestro y de los compañeros, empiezan a ser conscientes de su lugar. Esto les hace sentir importantes, dignos de apreciación y valor, y les permite ganar seguridad y construir su identidad. La relación de dependencia a partir de este punto evoluciona, aunque de forma lenta y progresiva, hacia la supervisión, no desapareciendo hasta bien entrada la última fase de la adolescencia o primeras fases adultas.

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En este período, es importante la gestión de las respuestas que el individuo recibe de su entorno y de las personas con las que se relaciona. Las habilidades y destrezas van en aumento, como la autonomía y capacidad para profundizar en el entendimiento de su entorno, así como también de las reglas que se establecen para cada ámbito. Parte de este desarrollo, a través del Kenpo se fomenta con un deber proteccionista y de guía sobre los más jóvenes. Esto facilita la cohesión del grupo, refuerza el sentido de compromiso y de deber y favorece el desarrollo de la autoconfianza y seguridad en uno mismo. La adquisición de responsabilidades acorde al desarrollo y la etapa del kenpoka permite el crecimiento personal de este y afianza las facetas adquiridas con anterioridad, siendo también un signo auto-percibido de evolución y progreso…


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