Por Meritxell Interiors & Feng Shui
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El Feng Shui parte de una idea fascinante: nuestros hogares y lugares de trabajo están vivos. No son simples escenarios donde ocurren nuestras vidas, sino organismos energéticos que sienten y reflejan lo que somos.
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Si aprendemos a reconocer esta conexión y cuidamos el entorno en el que vivimos, nuestros espacios pueden convertirse en aliados poderosos: lugares que nos nutren e inspiran.
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La autora Terah Kathryn Collins, en su magnífico libro Feng Shui para Occidente, nos recuerda que el Chi -la energía vital- se rige por tres principios fundamentales: todo está vivo, todo está relacionado y todo cambia. Veamos cómo aplicarlos a nuestra vida cotidiana.
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1. Todo está vivo
Sí, incluso los objetos aparentemente inanimados –una piedra, un cuadro, una mesa o un ordenador– poseen su propia energía. Además, reciben parte de la energía que nosotros mismos les transmitimos con nuestras emociones, recuerdos y experiencias.
Por eso hay espacios que se sienten cálidos y acogedores, y otros que, sin saber bien por qué, nos resultan pesados o tristes.
Un buen ejercicio es revisar el hogar y hacer dos listas:
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– Lo que nos inspira y nos hace sentir bien.
– Lo que usamos porque es práctico.
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Todo lo demás –lo que nos provoca malestar, está roto o no usamos– podemos regalarlo, venderlo o donarlo. No se trata de tirar cosas sin sentido, sino de quedarnos solo con aquello que vibra con nuestra mejor versión.
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2. Todo está relacionado
El Chi vincula todas las cosas materiales con nuestra vida. Un armario desordenado puede afectar nuestra puntualidad, una mala iluminación o una silla incómoda pueden alterar nuestro bienestar físico y emocional.
Cuerpo, mente y espacio son un triángulo inseparable:
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– Cuerpo: cuidarlo con buena alimentación, ejercicio y descanso.
– Mente: procurar calma con meditación y evitando el exceso de pensamientos.
– Espacio: organizar y colocar los muebles de manera que favorezcan el flujo natural de energía.
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Por ejemplo, una cama mal ubicada puede influir tanto en el descanso como en el ánimo. El Feng Shui nos enseña a crear lugares que nos sostienen, no que nos drenan.
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3. Todo cambia
Nada en la vida permanece igual: cambian las estaciones, el vecindario y, por supuesto, también nosotros. Con cada experiencia –unas vacaciones, un nuevo trabajo, una conversación inspiradora– nuestra energía se transforma. Esas señales nos invitan a renovar y adaptar nuestro entorno a la persona que somos hoy, no a la que fuimos hace veinte años.
De pronto, surge el impulso de realizar un cambio profundo en el hogar: modificar la disposición del mobiliario, elegir nuevos colores o replantear la decoración. Más que un simple ajuste estético, estas transformaciones son una forma de expresar nuestra evolución interior. Al intervenir y rediseñar el espacio, lo convertimos en un reflejo actualizado de nuestra identidad y de la etapa vital que estamos atravesando…