Mostrar Sin Mostrar

Por Oriol Petit
Instructor estilo sui-lin-dao
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Vacuidad, silencio interior entre cascadas de aguas blancas de espuma procedentes del deshielo. Progreso entre verdes parajes de alta montaña y me detengo de vez en cuando para contemplar las marmotas que se camuflan entre las piedras y los marrones de la tierra oscura que bordea el río. Flores azules y un pensamiento: Agrandarse hasta que nada quede excluido, encogerse hasta que nada más sea incluído (fang zhi wu wai / Shou zhi wu nei ) decía el filósofo taoista ZhuangZi por allá el siglo IV a.C.
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En esos parajes me tropiezo con la belleza y la esencia de lo sencillo y también con la grandiosidad de las montañas, valles y horizontes. Mi alma se siente libre como un pájaro, al mismo tiempo que percibo lo insignificante del ser. Ante aquella escena, comprendo un poco más la esencia de las artes marciales que practico en las que también coexisten la vacuidad y las palabras de ZhuangZi. Cada día, en cada instante, intento en mi práctica fusionarme con el vacío, con la no intención del actuar sin actuar que proclama a voces el concepto del Wu Wei. Se trata de educar alma y cuerpo en el no mostrar, no tensionar, en el fluir, en la circularidad combinada con la linealidad, la nada con el todo. Acercarse a ello lleva toda una vida y con suerte día a día vislumbro una pizca de lo sublime pero sé que aún me queda un infinito camino para saborear una ínfima porción de lo que propone el taoísmo.
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Totalmente solo, me quedo quieto para ver cómo un rebeco remonta una pendiente. Una cálida brisa se levanta por momentos en el sol de mediodía aunque en la cima quedan aún placas de nieve. Cierro los ojos unos instantes para poder visualizar los movimientos que ejecuto en la práctica de las artes marciales. Debo entrenar más y más y de todas las formas posibles; con el punching ball, con el muñeco de madera, con el saco de pared, con el de boxeo, hacer sombras, pero también lucha de combate cuerpo a cuerpo siempre que me sea posible y también trabajar con palo, espada, cuchillo, y también pintar con pincel aunque ni por asomo aspiro a hacer algo parecido al ShuFa, la caligrafía china. De vez en cuando uso el pincel y la pintura como una forma más de percibir la vacuidad. El arte de caligrafía, junto a muchas cosas más, quedan para la próxima vida.
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Sigo andando valle abajo después de permanecer en la cima durante unos minutos ya que se levantaba un viento gélido bastante molesto. Me entretengo contemplando la belleza de un torrente. “El Gran Uno es aquello que es grande hasta el punto de no dejar nada fuera de si. El pequeño Uno es aquello que es pequeño hasta el punto de no poder contener nada en su interior” (Qi da wu wai wei zhi da yi. Qi xiao wu nei wei zhi xiao yi ). ¡Qué complicado es entender esos conceptos desde la razón! Igual que intentar emular las técnicas que te sugieren los maestros. Aún y así, el esfuerzo de la práctica, del silencio y la meditación dan sus frutos. Veo el agua bajando con ímpetu y fuerza, adaptándose al terreno, moldeándose a las rocas y desniveles, aminorando su intensidad en los remansos para después volver a lanzarse a toda velocidad por el valle. Vacío y plenitud, fuerza y debilidad, rapidez y lentitud, macrocosmos y microcosmos…. ¡Cuánto se puede aprender de la naturaleza y de la soledad!
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¡Eureka! ¡ Lo he encontrado! diría Arquímedes al descubrir en la bañera aquello que buscaba con tanto esfuerzo (un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desalojado). No hay conocimiento sin trabajo, no hay ni iluminación, ni intuición sin constancia. Y a las verdades se llega desde el pensamiento y también desde el pensamiento sin pensamiento. ¿Satori? ¿Iluminación? ¿Nirvana? ¿Comprensión del dao ? ¡Qué más da cómo le nombremos!
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Sigo bajando hacia el valle y algo ha cambiado en mi interior. Creo que he dado una vuelta más a la tuerca, he comprendido una pizca más sobre la función que tienen las artes marciales, de los detalles que no se muestran y también de los que viven escondidos. He descubierto también algo más de mi y de aquello más íntimo y menos superfluo. He sido humilde y he dejado que la naturaleza me muestre su sabiduría, escuchándola, aprendiendo desde el silencio y la observación. He indagado sobre lo recóndito, lo mistérico, lo esencial, lo intrincado. Me queda aún mucho sendero, y aunque me reconozco un poco más sabio, tomo también conciencia de que como más se, más sé que no sé nada…


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