Nihontô y Kantei. La espada samurai y su apreciación

Por Luis Nogueira Serrano y Julio Llorens Salcedo
Presidente European Bugei Society
Fûryûkan Bugei Dôjô
www.bugei.eu
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Tras haber analizado gran parte del armamento samurai para el campo de batalla (la lanza en El Budoka nº 52, el arco en El Budoka nº 53 o la naginata en El Budoka nº 65, entre otros), no habíamos tratado la indisoluble relación que une práctica y simbólicamente al samurai con su espada.
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Debemos comenzar diciendo que la espada japonesa, nihontô, comúnmente referida como katana, ha sufrido significativas variaciones tanto en forma como en su proceso de fabricación. Su bella factura se admira hoy en día como obras de arte, objetos de colección y apreciación a través del kantei, la técnica de valoración de una espada. En este artículo realizaremos un breve repaso de su historia, sus elementos y una resumida guía de apreciación.
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Las espadas japonesas se clasifican históricamente como:
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jôkotô (espadas muy antiguas, hasta aproximadamente el 900 d.C.).
kotô (espadas antiguas desde aproximadamente el 900 d.C. hasta el 1596 d.C.).
shintô (espadas modernas desde el 1596 d.C. hasta el 1780 d.C.).
shinshintô (espadas nuevas desde el 1781 d.C. hasta el 1876 d.C.).
gendaitô (espadas contemporáneas desde el 1876 d.C.).
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Las espadas más antiguas jôkotô encontradas en yacimientos arqueológicos datan del periodo Nara (710-740 d.C.) y eran originalmente rectas chokutô, a imagen de las armas traídas desde Asia continental. Precisamente en este periodo y en su capital Heijô-kyô, actual Nara, se origina la primera de las 5 tradiciones gokaden, la yamatoden floreciendo con el apoyo y patrocinio de los 5 templos budistas principales conocidos como yamato goha. A pesar de su surgimiento, su auge no llegó hasta el final del periodo Kamakura (ss. XIII y XIV) armando a monjes shohei para la protección de sus feudos shôen. Las características de esta tradición son facturas prácticas y sencillas, con patrón de templado recto suguha, textura de líneas longitudinales masame y grano grueso de tipo nie.
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La segunda de las tradiciones en incorporarse fue la yamashiroden ubicada en la zona de Kyôto, creció al auspicio del poder imperial durante el periodo Heian ofreciendo espadas elegantes y bellas a costa de menores desempeños. Esto cambió a finales del periodo Heian donde la rivalidad entre clanes hizo que la orientación de esta tradición fuera más práctica. Este cambio dio paso a la segunda etapa histórica, la de las espadas antiguas kotô. Esta tradición se caracteriza también por patrones de templado de línea recta suguha y grano grueso tipo nie, pero con textura con nudos mokume.
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Históricamente, la siguiente en aparecer fue la afamada bizenden, ubicada en la antigua provincia de Bizen, hoy prefectura de Okayama. Su origen se remonta a mediados del periodo Heian pero su relevancia data del periodo Kamakura (ss. XII a XIV) y su fama y prosperidad alcanza el Sengoku Jidai (s. XV y XVI) donde pasaron de una fabricación por encargo chûmon uchimono, preparadas para perdurar en el tiempo, a una fabricación en masa kazu uchimono, enfocadas en resistir una batalla o campaña. Las características de esta tradición son patrón de templado ondulado midareba, textura de nudos mokume, pero con un grano más fino nioi.
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Uno de los cambios más significativos surge con la cuarta de las tradiciones, la sôshûden. La llegada al poder del shogun Minamoto y el traslado del bakufu a Kamakura, mostró la necesidad de disponer de forjadores en el este de Japón, y así se fundó esta tradición en la provincia de Sagami, actual Kanagawa. Las invasiones que protagonizaron las tropas mongolas de Kublai Khan a finales del siglo XIII ahondaron en la necesidad de un cambio tecnológico en su fabricación, ya que las espadas japonesas tenían un haniku y hiraniku (grosor del bisel en filo y costado respectivamente) demasiado grueso que las hacía poco efectivas y frágiles. Fue entonces el afamado Muramasa, junto con otros forjadores de Sôshû, quiénes utilizaron una combinación de porciones duras y blandas para conseguir estrechar la lámina y superar el problema. Otras características de esta tradición son el patrón de templado ondulado midareba, grano grueso nie y textura de placa itame.
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Finalmente, la quinta y última tradición en sumarse fue la minoden, situada en la antigua provincia de Mino, actualmente Gifu. Se trata de una escuela que tomó elementos de la escuela Yamato y la Sôshû desarrollándose a partir del periodo Nanbokuchô 1333-1396 d.C. Su fama surge durante el periodo Sengoku y el periodo Edo, ya que por su localización fue especialmente requerido por las batallas que se dieron en esta época, siendo afamada por sus kazu uchimono pero también por sus refinadas piezas artesanales. Es precisamente a esta escuela que se le atribuye la transición de las kotô a las espadas modernas shintô, por diferentes causas como la distribución de acero más uniforme. Sus características principales son el patrón de templado ondulado midareba, grano grueso nie y textura de nudo mokume.
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A nivel tipológico, las espadas también sufrieron una transición, desde las antiguas espadas de campaña tachi que fueron comunes hasta el s. XIV, a las más modernas daishô katana, a partir de entonces, estableciéndose como estándar durante el periodo Edo.
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Durante el periodo de Edo, juntamente con el asentamiento de una paz duradera, la producción de espadas de época shintô se orientó hacia una mayor decoración y tratamientos. Pero a finales del siglo XVIII surge un movimiento para la promoción y revitalización del estilo clásico de espada, buscando la sobriedad y la practicidad, pero con el avance tecnológico de la forja que se disponía entonces. A estas armas se las identifica como shinshintô.
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Finalmente, la llegada del comodoro Perry y el bakumatsu, fueron el punto final del uso de las katana en combate. A partir de la restauración Meiji, la forja de katana enfrentó el desuso de las espadas como armas de guerra y como símbolo de la clase samurai ya extinta, y adaptarse a los usos recreativos y decorativos a los que quedan relegadas. Hoy en día perviven unos pocos artesanos que son considerados Tesoro Vivos.
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El kantei (lit. evaluación) se refiere a la apreciación de los elementos que constituyen la espada, en concreto, su forma sugata, el grano jigane y la textura jihada y la línea de templado en el tronco de la espada hamon y en la punta bôshi. Por otro lado, se aprecian los elementos de montaje koshirae, que se asocian a otras artesanías diferentes a la forja que comentamos al final.
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El estudio de estos elementos nos aporta información sobre su época de fabricación, el artesano que la creó o el lugar donde se forjó, pudiendo determinar las características propias de cada espada.
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La forma de la hoja sugata es, en opinión de muchos expertos, la parte más importante dentro de esta disciplina. En ella podemos distinguir diferencias notables dentro de las edades de Japón. Los factores de apreciación de la hoja son varios, y entre ellos podemos diferenciar:
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• la geometría de la hoja tsukurikomi: Se analiza la sección de la espada, observando la existencia o no, el tipo y ubicación de la cresta lateral de la hoja shinogi. Existen más de una docena de tipos.
• La forja kitae: Se considera la estructura de forja teniendo en cuenta porciones de acero duro kôhagane, de dureza media chûnanhagane o blanda nanhagane. Estos se distribuyen en diferentes posiciones y capas.
• la curvatura sori: Ésta se identifica y mide trazando una línea imaginaria entre la punta kissaki y el punto extremo del envés munemachi y encontrando el punto de mayor distancia entre el propio envés mune y dicha línea. Las antiguas tachi suele tener un sori mayor que las más modernas katana.
• la longitud nagasa: Se mide la distancia entre el propio kissaki y el munemachi.
• el espesor de la lámina kasane.
• la anchura mihaba.
• la curvatura del costado del filo niku.
• las formas de la punta kissaki, del envés mune, la espiga nakago o del acanalado hi, entre otros…
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En el siguiente paso, se analiza la textura y grano. El tamahagane (lit. bola de acero) es la materia prima de acero rico en carbono que se empleaba para forjar la lámina y que es relevante para analizar esta sección. En primer lugar, se considera el grano jigane que puede mostrar algunos cambios de tonalidad a lo largo de su estructura, que se forman en el proceso de forja y que se revelan posteriormente con el pulido, a distinguir principalmente grano grueso de martensita que muestran puntos brillantes y marcas lineales niedeki (lit. hervir) o una mezcla de grano fino de martensita y troostita causado por un templado lento que genera una estrecha línea blanca entre la zona templada y no templada del filo nioideki (lit. esencia, fragancia).
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En segundo lugar, la textura jihada 뒈샥 (lit. piel base) se trata de una formación de líneas paralelas, dispersas o nudos, similares al que se produce en las diferentes caras de un tablero. Observándose los siguientes patrones:
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masamehada: En forma de líneas paralelas, literalmente grano recto.
ayasugihada: En forma de olas, literalmente en diseño de cedro.
itamehada: en forma del veteado de madera, literalmente en grano cruzado.
mokumehada: en forma de anillos de árboles, literalmente en grano de árbol.
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La calidad del proceso en que se confeccionaba la espada y, por tanto, los fallos que mostraba en el resultado final determinaban la calidad de la hoja en sí, así como la escuela a la que pertenecía el artesano a cargo de su fabricación.
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A continuación, se pasa a apreciar la línea de templado hamon (lit. figura del filo). Ésta se conseguía al aplicar arcilla refractaria sobre el lateral y el lomo de la lámina, dejando al descubierto el filo. Este proceso, llamado tsuchioki, conseguía una velocidad de enfriamiento más rápida en la zona del filo durante el templado, otorgándole mayor dureza. Encontramos, dentro de esta categoría, dos grandes grupos:
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suguha: Línea prácticamente recta. Era la más habitual en las espadas antiguas, aunque hacía parecer similares aquellas hojas que portaban este patrón. Era propio del periodo de guerra puesto que otorgaba mayor resistencia y afilado.
midareba: Este patrón adquirió popularidad por ser más estético que el anterior, aunque no aportaba ventaja práctica alguna. Esta línea de templado forma olas o crestas a lo largo de la lámina, otorgándole cierto aire de singularidad a cada espada. Algunos de los patrones más comunes son el notare (ondas suaves), sanbonsugi (crestas agrupadas en 3) o el gunome (de ondas más pronunciadas).
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Este dibujo también se extendía sobre el kissaki, formando el bôshi, que debía seguir el mismo patrón que el resto del templado de la espada.
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Otro elemento importante para la valoración de la hoja es el mei o inscripción de firma del forjador que se realizaba sobre la espiga nakago. El método elegido era, normalmente, grabado o cincelado, aunque en ocasiones se lacaba o incluso se hacían incrustaciones con oro. El mei se grababa en el lado que normalmente se portaba al exterior.
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Complementariamente, tras completar la hoja, la espada pasaba por las manos de varios artesanos. El primero de ellos era el herrero que fijaba el habaki, la pletina metálica que hacía de seguro al envainarse. Tras este trabajo, se enviaba al carpintero que fabricaba tanto la vaina saya como la base de la empuñadura. Tras el carpintero se enviaba a otro artesano especializado en lacar la vaina. En paralelo, se producen las piezas metálicas que complementan el montaje como son la guarda tsuba, los separadores seppa, el pomo kashiragane, tensores decorativos de empuñadura menuki, entre otros. Otro artesano monta la empuñadura, colocando el same (lit. tiburón, haciendo referencia a la piel empleada) y enrollaba y anudaba el cordel ito. Estos cordeles además tenían diferentes patrones de trenzados, realizados por otro artesano cordelero, llamados kumihimo. Finalmente, también existían artistas grabadores que grababan elementos artísticos en las hojas…


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