Pedro Arrupe ¿Un practicante de zen kyudo en los altares?

Por Antonio Ruiz de Azúa Mercadal
Zen Kyudo Club Barcelona
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En 2019 se inició en Roma el proceso de beatificación de Pedro Arrupe Gondra, el Superior General de la Compañía de Jesús entre los años 1965 y 1983. Durante su estancia en Japón fue kyudoka (practicante de kyudo), uno de los aspectos más desconocidos de la biografía de este jesuita español.
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Arrupe fue un kyudoka singular. En 1940 abrió un kyüdôjô (espacio donde se practica kyudo) en Yamaguchi (Japón) para que sus feligreses pudieran aprender y practicar zen kyudo. Quizás fue el primer kyüdôjô, y posiblemente el único, fundado por un occidental en Japón.
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Pedro Arrupe nació en Bilbao el 14 de noviembre de 1907. Tras abandonar sus estudios de medicina en la Universidad de Madrid, en 1936 fue ordenado sacerdote y dos años más tarde fue destinado a Japón. En junio de 1940, poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Arrupe se hizo cargo de la parroquia de la pequeña ciudad japonesa de Yamaguchi, una población con un especial interés para los jesuitas pues en ella predicó, en 1550, el también jesuita San Francisco Javier. Para llevar a buen término su misión evangelizadora, Arrupe se propuso estudiar la psicología y costumbres de los japoneses. Siguiendo el ejemplo de otros misioneros como Enomiya Lasalle, se inició en el zen japonés practicando zazen (meditación), chado (ceremonia del té), shodo (caligrafía) y zen kyudo (tiro con arco).
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Tras dos años de estancia en Yamaguchi, Arrupe fue destinado al noviciado de Nagatsuka, a siete kilómetros de Hiroshima. El 6 de agosto de 1945, fue allí testigo de la explosión de la bomba atómica que destruyó Hiroshima. Tras la catástrofe, Arrupe decidió transformar el edificio del noviciado en una pequeña clínica donde puso en práctica sus conocimientos de medicina, tratando las quemaduras de centenares de heridos.
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El Padre Arrupe permaneció 27 años en Japón hasta que, en 1965, fue elegido Superior General de la Compañía de Jesús. Su labor al frente de los jesuitas se centró en la aplicación de los postulados emanados del Concilio Vaticano II. En 1983 renunció a sus cargos en la Compañía de Jesús, falleciendo en Roma el 5 de febrero de 1991 tras sufrir una larga enfermedad.
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Zen kyudo
y cristianismo
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Durante la primera mitad del siglo XX un reducido número de europeos aprovecharon su estancia en Japón para iniciarse en el zen kyudo. El más conocido fue el alemán Eugen Herrigel, profesor de filosofía en la Universidad de Tohoju (Sendai) entre 1924 y 1929. Durante su estancia en Sendai, Herrigel recibió clases de zen kyudo del célebre sensei (maestro) Awa Kenzo. Sus experiencias las dejó reflejadas en su obra Zen en el arte del tiro con arco, un  libro de referencia para todos aquellos que quieran iniciarse en el zen kyudo. Años más tarde, en 1938, Kalfried Graf Dürckheim, otro filósofo alemán, se inició en el zen kyudo con Awa Kenzo. Sobre su experiencia en el tiro con arco Dürckheim escribió: “El tiro con arco [zen kyudo] es un gran ejercicio que proporciona una profunda concentración silenciosa. En el zen, el cuerpo no es considerado un obstáculo para la vida espiritual, como con frecuencia creemos en Occidente. Por el contrario, [en el zen] se considera que el cuerpo es fundamental para el avance espiritual.” (3)
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Posteriormente (1940-1942) otro occidental, el Padre Arrupe, practicó zen kyudo en Japón. Como ya hemos indicado, Arrupe instaló un  kyudojo en su parroquia de Yamaguchi para practicar zen kyudo. Desconocemos quién fue su sensei, pero a través de sus escritos constatamos que sus enseñanzas no diferían mucho de las que Herrigel y Dürckheim recibieron de Awa Kenzo.
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¿Por qué motivo un sacerdote jesuita quiso iniciarse en el zen kyudo?
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Puede sorprender que un misionero cristiano como Arrupe quisiera practicar zen kyudo. El cristianismo y el zen, una práctica de origen budista, pueden parecer incompatibles, si bien existen numerosos ejemplos de religiosos cristianos que han sabido integrar el zen en su práctica espiritual. En los evangelios encontramos algunas citas que nos recuerdan el principio zen de la vacuidad. Por ejemplo San Pablo, en su Carta a los Filipenses, nos habla de la necesidad de lograr un vaciamiento interior (vacuidad) como medio para acercarse a Dios. “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien siendo en forma de Dios, no consideró ello como algo a lo que aferrarse; sino que vaciándose (ekénosen) a sí mismo, tomó forma de siervo, siendo hecho en semejanza de hombre y hallado como uno de ellos.” Filipenses (2:5-7)
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En esta práctica zen, Arrupe se sintió especialmente atraído por el desinterés en acertar en la diana. Como relata su biógrafo Pedro Miguel Lamet: “En la entrevista concedida al autor de este libro poco antes de perder la facultad de la palabra, el Padre Arrupe reía intentando imitar con su mano impedida el tiro del arco y evocando gozosamente su fracaso en la experiencia zen, por su excesivo y apasionado celo, de no dar en la diana. Él había llegado al colmo del desinterés sin haber practicado el zen.
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En su autobiografía, Este Japón increíble, Arrupe añadía: “Con mi iniciación en el tiro del arco [zen-kyudo] adquirí algo de lo que vendría a ser la inculturación a través del zen. Durante un tiempo de intensa concentración, hay que identificarse con la diana, de tal manera que es la diana la que atrae la flecha y no hay por tanto ninguna razón para que ésta última no llegue a clavarse en el centro. Es inútil añadir que mis primeras flechas iban bien lejos de la diana. Y siempre me he preguntado luego qué es lo que en realidad aportan, en los países occidentales, las sesiones de zen ¡de tres días de duración!…» (2)…


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