Quien se detiene ¡está perdido!

Por Marc Boillat de Corgemont (obras publicadas)
Coach en Salud (Health Life Coach)
Coach deportivo
Psicoterapeuta
.
Cuando empecé a practicar artes marciales, Aikido y Karate, con 12 años, mi objetivo era el cinturón negro. Nos fijábamos en auténticas leyendas vivientes como Bruce Lee, Chuck Norris, Jim Kelly, Dominique Valera, Mas Oyama, Hiroshi Shirai, etcétera. Eran motivadores poderosos y las artes marciales eran muy populares. No faltaba espíritu de sacrificio y muchas ganas de progresar. Nosotros, los neófitos, teníamos ganas de crecer en ellas. Estudié con Takeshi Naito y participé en varios seminarios con Shirai y con Mabuni. Estudié Shotokan unos 20 años y luego Shito-ryu y Kyokushin.
.
Con 13 años abracé el boxeo también, heredando la pasión de mi abuelo ex-boxeador. Con ser una promesa del boxeo y eficaz pateador, entré en el naciente Full-Contact Karate con la mente puesta en una síntesis de iconos personales como Bill Wallace, Benny “the Jet” Urquidez y Thomas Hearns. Luego vino la evolución del Kickboxing. Llegué a ser maestro y coach profesional de kickboxers con muchos encuentros internacionales.
.
Para los más jóvenes el tiempo no es un problema. Así que seguía adelante lleno de entusiasmo entre estudios y deporte. Sin embargo el tiempo pasa, y lo que me impactó fue atestiguar cómo compañeros y campeones de antes se convertían en fantasmas de lo que habían sido. Me atemorizaba ese destino. Las artes marciales, el deporte, no pueden ser tan sólo una fase propia de la juventud. Los cometidos del adulto pueden no afectar a la pasión y, sobre todo a la forma. Entonces no pensaba en la relación estrecha entre forma y salud. Para mí era solamente una cuestión de eficacia y habilidades marciales y de combate. Pero el tiempo pasa de todas maneras y los hábitos perniciosos de la vida corriente están siempre al acecho para aposentarse y convertir al sueño en un recuerdo nostálgico.
.
.
Responsabilidad
.
Somos responsables de nuestra vida al 100%, es algo que aprendí temprano gracias a que conocí y me entregué al Taichi, y sobre todo al Qigong y la meditación budista. Trabajé con maestros y monjes que eran un ejemplo de desafío al tiempo y a las leyes corrientes, las que dicen que “a partir de cierta edad empieza esto, termina eso” etcétera. Con 23 años entré en el Budismo Teravada, que practico aún hoy. Quería desafiar esos límites corrientes y la preocupación ya era tangible, pues los 30 estaban cada día más cerca. Así que intensifiqué mis esfuerzos. “Robé” el tiempo para seguir entrenando y aprendiendo a lo que se estaba convirtiendo en una lacra futura: la tecnología, las pantallas y los juegos, en suma, el sedentarismo y las distracciones de amargo fruto.
.
Afortunadamente mis estudios en psicología y medicina iban añadiendo a mi convicción. En los textos médicos se describe al hombre normal y corriente, el de las fases y de las caídas hormonales a partir de los tantos años. Pero ¿y los demás, las personas excepcionales? Las personas excepcionales lo son porque se dedican a pensamientos y quehaceres merecedores de atención. No permiten que el mundo corriente les dirija. Van contra-corriente, como Buda. Recuerdo que un abad de la tradición de la selva en Tailandia fue diagnosticado con leucemia con 75 años. Se retiró en su monasterio y siguió practicando con tranquilidad. Como este señor no se moría ni aceptó tratarse, al cabo de un tiempo le examinaron nuevamente y los médicos se quedaron pasmados, pues, la enfermedad había remitido. ¡Una leucemia! Evidentemente, para esos señores que creen en los límites de las fases, se trató de una “remisión espontánea”, sin buscar explicaciones más allá de eso. Murió con más de 100 años.
.
Estudiando el tema más de cerca, desde el punto de vista comparado entre medicina occidental y oriental, y habiendo tenido ejemplos opuestos en mi propia familia, noté lo que explico con fervor en mi libro La Chispa de la Salud: respiración, movimiento y alimentación son los diferenciales cardinales si se quiere evitar el sino corriente, o al menos intentarlo.
.
Estudié y me cualifiqué como terapeuta Buteyko de reajuste respiratorio y cambié mi alimentación. Basta ya de comidas mezcladas con cantidad de ingredientes que sí, la hacen rica, pero que tienen efectos químicos dañinos que no percibimos hasta que es tarde. Por ejemplo si experimentáis somnolencia después de las comidas, es vuestro cuerpo que os está enviando un mensaje importante. Tomé el consejo de Hipócrates al pie de la letra: haz de la comida tu medicina. El efecto fue fabuloso. Hoy, ya hace unas cuantas décadas de mi enamoramiento de las leyendas, sigo capaz de realizar hasta 10 asaltos en sparring. Entreno a mis competidores en el ring, sin cooperar, dándolo todo para que prueben sus técnicas mejores.
.
Desde el cambio de perspectiva he ido entrenado y preparando a los demás según la ciencia, pero no la del hombre normal y corriente que acepta al decaimiento como una normalidad, sino a la luz de los conocimientos científicos esparcido entre las varias especialidades occidentales y orientales, primeramente en respiración, nutrición según el grupo sanguíneo y ejercicio científicamente fundado con el fin de superar esos famosos límites que nadie conoce hasta que los averigüe personalmente.
.
.
Comida
.
La alimentación es cardinal. La famosa inevitable “curva de la felicidad” a “partir de” es una colosal mentira. Se trata de un adelgazamiento de la capa muscular abdominal a menudo acompañada por una acumulación peligrosa de grasa visceral. Nada de normalidad. ¿Las causas? Falta de ejercicio intenso y azúcares, es decir hidratos de carbono en exceso, refrescos azucarados y alcohol. Los efectos serán una limitación progresiva de la capacidad de movimiento, dolores de espalda, articulares y abdominales, estreñimiento. Con el tiempo aparecerá la dificultad respiratoria, la sensación de falta de aliento, colesterol elevado, disturbios del sueño, tensión elevada…


leer_mas_pdf ◄ Volver Atrás