Sin Ofender: Conspirando, transpirando

Por Tengu

 

Un fin de semana cualquiera. Cuatro de la tarde, curso de un sistema cualquiera. Después de un buen estofado y la consiguiente parrillada, café, copa y puro, traje de faena a punto de estallar y resoplidos varios al inicio del nuevo entrenamiento. Un grupo de “personajes” se abstiene de sudar (modo irónico “on”) de nuevo el “kimono” y se queda al filo del tatami. Corrillo de patio de colegio, risitas y mentón en alto. La circunstancia es evidente. Discuten sobre lo que ven en el tatami, fuera del tatami. Critican, mofan, filosofan, fantasean y conjeturan. Sientan cátedra, a espaldas del que imparte el curso. Desdibujan el seminario, ridiculizan al que ejecuta y muestra, ensalzando su sapiencia, y seguramente su celo, con un “eso no se hace así, no tiene ni idea”. Miran y conspiran. Pero
no transpiran.
Conspirar en un tatami es algo habitual desde que las artes marciales se pueden aprender en DVD. Los ombligos del tamaño del Peñón de Gibraltar, barrigas ávidas de explotar cinturones con muchas rallitas y lorzas rotundas hasta en el cerebelo, circulan por todos los tatami. Siempre está el listo, el sabio, el sabiondo, el que se lo sabe todo, que maquilla su ignorancia tras un kimono con muchos parches (a lo Jorge Lorenzo) sin sacarse los zapatos y sudar, que falta le hace. Es mejor esconderse en el tumulto, y al regresar a casa, en el teclado. Pero vamos a ver… si te lo sabes todo, ¿a qué vienes? Si vienes a aprender, ¿por qué te dedicas a enseñar? Si crees que el profesor está equivocado, ¿por qué no vas y se lo dices? Ah no. ¿No será en realidad que vienes a “robar” técnicas porque ya te has bajado todos los vídeos posibles, o inclusive, a “robar” alumnos porque en tu gym ya no te comes un rosco… o hacerte la foto con el maestro con tu mejor e hipócrita sonrisa, para fardar de ser su alumno directo?… (artículo entero en la revista).


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