The Aiki-Dojo: Cuando el maestro era el mayor adversario del alumno

Por Sensei Dr. David Ito
Jefe Instructor The Aikido Center of Los Angeles, USA
www.aikidocenterla.com
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Traducción: Santiago G. Almaraz
Director CD Kodokai
www.kodokai.es
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En el pasado se pensaba que los mejores profesores eran los más irracionales. Independientemente de si el maestro era “bueno” o no, esta conducta obligaba al estudiante a trabajar más duro. Por eso, en la antigüedad, los maestros se enorgullecían de ser shakushijougi (雍綾땍規) o estrictos e inflexibles. En Japón se cree que los estudiantes tienen iji (雷뒈) u obstinación y que sin entrenamiento ese espíritu voluntarioso les haría fracasar. Por lo tanto, era deber del maestro transformar esa voluntad en konjo (몽昑) o espíritu de lucha para que pudieran tener éxito. Por lo tanto, para transformar al alumno, el maestro necesitaba ser estricto con sus estándares e irrazonable en sus expectativas.
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Mi maestro, el Reverendo Kensho Furuya sensei, alcanzó el rango de 6º Dan en Aikido y 6º Dan Kiyoshi en Muso Shinden Ryu Iaido. Cuando Furuya sensei falleció, había estado estudiando artes marciales durante más de 50 años. Furuya sensei fue un sacerdote Zen, erudito y maestro tradicional de Aikido e Iaido que valoraba y encarnaba las viejas formas de budo.
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Cuando era estudiante, un verano comencé a lavar el auto de Furuya sensei a cambio de las cuotas mensuales del Dojo. Todos los sábados, después de la clase, lavaba y enceraba su auto en el callejón frente al Dojo. A pesar de haber lavado su auto una docena de veces, nunca comentó si estaba haciendo un buen trabajo o no. Estaba bien con eso porque casi cada vez que hablaba con Furuya sensei, él me reprendía por algo como mi corte de pelo o mi elección del logo de la camiseta. Lavar su coche en verano fue genial. Ahorré 100 dólares al mes y solo me ocupaba una hora. Luego llegó el invierno y eso ya fue otra cosa, diría que algo más doloroso. No estoy seguro de cuántos días estuvo haciendo mal tiempo, pero recuerdo un día fatídico que me enseñó una gran lección.
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Fui al Dojo un sábado como de costumbre y estuve en todas las clases, pero este sábado en particular estaba lloviendo mucho. Recordé haber pensado: “Sí, tengo el día libre”. Mientras bajaba las escaleras, Furuya sensei estaba sentado en la parte inferior hablando con los estudiantes mientras salían del Dojo. Recuerdo que estaba feliz y, al pasar junto a sensei dije: Adiós sensei, nos vemos mañana, mientras salía por la puerta. Todo lo que escuché fue: No, no, no. ¿No tienes trabajo que hacer?. Me quedé paralizado allí esperando que se riera. Pero él no se rió y todos los demás se quedaron congelados presenciando mi desaparición. Furuya sensei dijo: ¿No se supone que debes lavar mi auto? En ese momento podría haberse oído caer un alfiler al suelo. Yo le dije: Pero, sensei, está lloviendo afuera. A lo que respondió con una mirada severa: Un trato es un trato.
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Cuando comencé a lavar el auto de Furuya sensei bajo la lluvia torrencial, él y uno de los estudiantes se fueron a almorzar. Mientras se alejaban, cayó un relámpago que me pareció una señal siniestra porque en ese momento estaba pensando en hacer trampa, no lavar su auto y simplemente decir qué lo había echo.
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En ese espacio de tiempo de pensar si lo hacía o no, que pareció una eternidad, divagué de un lado a otro sobre qué hacer. Todo en lo que podía pensar era en que me estaba probando y mirándome desde uno de los restaurantes o apartamentos alrededor del Dojo. Pensé que podría ser una prueba y que estaba tratando de pillarme haciendo trampa.
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Así que decidí que, dado que ya estaba empapado, lavaría su auto como de costumbre. Debía parecer un loco mientras estaba de pie bajo la lluvia lavando un auto con una camiseta completamente empapada.:

Justo cuando terminé de encerar el auto de sensei (sí, lavar y encerar era el trato), se detuvo, no dijo una palabra y rápidamente entró al Dojo cubriéndose la cabeza por la lluvia. Alguien más esperó en la puerta hasta que terminé de tomar las llaves de Furuya sensei y guardar todo el equipo. Cansado y empapado, subí a mi coche y me fui a casa.
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Furuya sensei nunca me dijo una palabra sobre ese día, pero aprendí una gran lección: un trato es un trato. En japonés, dicen: Bushi no ichigon kintetsu no gotoshi, que significa más o menos que: La palabra de un guerrero es oro. Si digo que soy un artista marcial, entonces debo actuar como un artista marcial…


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