Tras los orígenes de las esgrimas de palos de Canarias

PRIMERA PARTE

 

Por Alfonso Acosta Gil
wt-cartagena@hotmail.com

 

Si no fuera por las numerosas referencias históricas y documentales que testimonian que los guanches ya esgrimían sus palos antes del descubrimiento de América, todos los indicios señalarían que el verdadero nexo común existente entre culturas tan distantes (Canarias, Latinoamérica y Filipinas) fue la influencia militar. Las artes de lucha empleadas por los soldados y conquistadores españoles en esas tierras fueron lo suficientemente extensas en el tiempo e importantes, como para poder conseguir influenciar sus artes autóctonas.
En Europa y también en algunas regiones de España, existe una creciente inquietud por recuperar las antiguas artes de lucha medievales, y como si se tratara de ganar una carrera de obstáculos, muchos regionalistas se han sumado a esta moda en un afán desmedido por reafirmar su identidad cultural. Para en éste, como en otros campos, tener también su propia parcela de protagonismo. Otros pretenden incluso escudriñar entre los orígenes marciales de algunas de sus danzas, como es el caso de los catalanes con sus bailes de bastones. También los vascos intentan recuperar el uso de la Makila, para apoyar las bases de algunas recreaciones marciales de nuevo cuño y que no tienen una conexión muy clara con el pasado. Pero las esgrimas de palos de Canarias disfrutan de una gran singularidad, no son fruto de una invención contemporánea, ni tampoco son el resultado de la interpretación de unos viejos manuales de esgrima. Por increíble que parezca, el conocimiento de esta esgrima de palos es antiquísimo y se ha transmitido ininterrumpida y fielmente de maestro a discípulo desde la época prehispánica hasta nuestros días.
Pero antes de continuar con este análisis permítanos un inciso. Con relación a lo que estamos comentando, queremos hacerle una pequeña introducción de algo que recientemente descubrimos, llamando notablemente nuestra atención:

En el año 1613, un señor feudal de Japón, un tal Date Masanume, recibe la orden de su emperador de enviar una expedición diplomática a España para establecer relaciones comerciales con nuestro país y el resto de Europa. El jefe de esta expedición era un afamado samurái llamado Hasekura Tsunenaga, que era capitán de la guardia real. Un hombre que había adquirido una larga experiencia en las guerras contra Korea. Esta expedición compuesta por 180 japoneses, afronta un largo viaje cruzando todo el Pacífico a bordo de unas carabelas españolas. Después de afrontar una dura travesía consiguen llegar a la costa occidental de México, cruzan este país por tierra y vuelven a embarcar en la costa oriental para cruzar el Atlántico. De camino hacia España visitan Cuba y por fin consiguen llegar a su destino final, Sevilla.
Su misión era entrevistarse con los reyes de España y más tarde con el Papa en Roma, con objeto de establecer relaciones comerciales con occidente. A cambio, el emperador de Japón les prometía abrir las fronteras de su país para que los sacerdotes jesuitas pudieran implantar el catolicismo.
Parte de aquella expedición permaneció en España un año y medio aproximadamente. Durante ese periodo de tiempo algunos japoneses decidieron convertirse al cristianismo, quedándose a vivir en España, estableciéndose en un pueblo llamado Coria del Río. Este lugar era el antepuerto de Sevilla, la base de partida de muchos buques que recorrían la ruta hacia América. Quizás pensando que desde allí siempre podrían volver a embarcarse en un navío para recorrer nuevamente el camino que les condujera a Japón. Por lo que aconteció posteriormente, se presupone que estos japoneses no estuvieron un año y medio recluidos en un monasterio. Máxime si tenemos en cuenta que la ciudad de Sevilla era por aquel entonces la capital del mundo, la ciudad más alegre, bulliciosa y prospera de aquel momento.
Muchas cosas cambiaron en el transcurso de aquella expedición, que duró aproximadamente ocho años. El emperador de Japón fue advertido de una posible conspiración por parte de la comunidad cristiana residente en este país, ordenó que todos fueran perseguidos y exterminados.
Algunos de aquellos Samuráis que ya habían recibido el sacramento del bautismo, decidieron quedarse en Coria del Río y no regresaron nunca. Adoptaron nombres cristianos poniéndose de primer apellido “Japón”.
Lo anecdótico de esta historia, además de la época tan remota en que se desarrolla, es quizás por el hecho que desde aquel momento, el apellido “Japón” empieza a aparecer en los censos de población de esta ciudad. Y las personas que todavía hoy se apellidan así, más de seiscientos españoles, hacen gala de tener unos notables rasgos orientales.

En este relato no faltan argumentos para recrear una bonita historia, con las que poder especular y sustentar nuevas bases de una hipotética influencia entre “las esgrimas españolas de aquella época y las artes de lucha de origen oriental”. Más aún, si apoyamos nuestras teorías teniendo en cuenta que algunos de los maestros de esgrima más notables que dio España eran sevillanos o andaluces, y que muchos de los componentes de las tripulaciones que hacían la ruta al Nuevo Mundo eran canarios… (artículo entero en la revista).


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