
Por Guzmán Ruíz Garro
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Según el Observatorio Contra las Agresiones de la Organización Médica Colegial (OMC), en los últimos 15 años, las agresiones se han disparado un 81%. Los ataques a médicos alcanzan en 2024 su máximo histórico: una denuncia cada diez horas.
De nuevo, hemos recurrido a Guzmán Ruiz Garro, experto colaborador de la revista El Budoka 2.0 en estas lides, para ahondar en las causas de esta escalada de embates dirigidos contra los profesionales del ámbito sanitario.
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Comencemos por los datos. ¿Podría detallarnos las cifras?
Iniciaré con una reseña muy importante: en el año 2024, solamente se denunciaron el 43,5% de las agresiones, posiblemente porque las personas afectadas piensan que iniciar un litigio no les compensa.
En el año 2023 se notificaron un total de 14.706 percances en el conjunto del SNS (Sistema Nacional de Salud). Significaron 24,05 avisos de transgresiones por cada 1.000 profesionales. Esto supone 4 puntos más con respecto a los datos informados del año 2022. Un 34% de las agresiones ocurren en consulta y, en segundo lugar, en los puntos de admisión e información, seguido muy de cerca por los de hospitalización.
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¿Hacia qué sanitarios se dirigen estos reprobables actos de violencia?
Por sexo, en el 78% de las notificaciones la persona agredida es una mujer. Aclaro que debe tenerse en cuenta que el 76% de los profesionales sanitarios del SNS son mujeres.
El personal facultativo y el personal de enfermería son los que reportan un mayor porcentaje de agresiones en comparación con el resto de las categorías profesionales existentes en las instituciones sanitarias. Las técnicos en Cuidados Auxiliares de Enfermería, celadores y administrativos sufren también las consecuencias de las arremetidas de usuarios y familiares de estos.
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¿Cuál es el perfil de la persona agresora?
Paciente, hombre, y reincidente en uno de cada cinco casos. En las comunicaciones que se han apuntado, la variable sexo de la persona agresora es de un 57 % hombres y un 43% mujeres. El 74% del total de agresores eran usuarios o pacientes y un 26%, familiares o acompañantes.
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¿Cuáles son las causas de estos ataques?
Disconformidad con las normas y con el tratamiento. Además, los tiempos de espera, la patología o situación social. Algunas casuísticas: no recetar los medicamentos propuestos por el paciente, emitir informes médicos no acordes con las exigencias del usuario, no renovar los partes de baja.
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Veamos posibles soluciones. ¿Cree usted que las diferentes administraciones gestoras de la sanidad serían partidarias de impartir formación en medias de autoprotección a los profesionales de este ámbito de cuidados?
Si se refiere a los términos defensa personal para impedir o repeler un ataque físico de un paciente, le respondería con toda certeza que no. Hay mucho temor a que se puedan abrir escenarios incontrolables y, en esas hipotéticas tesituras, se prefiere que sea la persona cuidadora la que soporte los daños.
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¿Sugiere alguna alternativa?
Sí, y no solamente para sanidad. Desarrollar e implementar un programa que incluya habilidades de contención lo más innocuas posibles es absolutamente necesario, pero hecho por profesionales muy cualificados de diferentes ámbitos: el sanitario y el socio sanitario, el jurídico, el de la seguridad, el educativo. Evidentemente, con la participación de médicos y técnicos de enfermería o emergencias, psicólogas, educadoras y trabajadoras sociales, orientadoras… personas autorizadas de los cuidados en general.
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¿Un proyecto así sería más garantista para los usuarios/pacientes?
Para evitar o minimizar los riesgos en la contención de una persona con conducta agresiva, la especialización en técnicas de control es vital. La vigilancia de buenas prácticas, en la actualidad, ya corresponde a los comités de ética u otras figuras mediadoras. La vaguedad imperante a la hora de concretar los recursos necesarios en los casos de agresiones físicas para proteger a los profesionales sanitarios, les hace muy vulnerables. Afirmaría sin impedimentas que también hay que cuidar al personal cuidador.
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Sintetizando, indíquenos los medios para la autoprotección ante las conductas violentas.
– Potenciar las medidas de formativas y de protección.
– Programas de autocontrol y gestión del estrés.
– Recursos para la detección y gestión de las conductas violentas y disruptivas.
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Toca concretar qué hacer para mejorar el grado de confianza a la hora de actuar con éxito ante posibles agresiones físicas con las que el personal del Sistema Sanitario se encuentra: situaciones de retención, estrangulamiento, agresiones con puños y piernas, ataques con objetos, inmovilizaciones en el suelo… Se echan en falta estrategias de prevención y seguridad in itinere, método y protocolo eficientes de intervención cuando están agrediendo a un compañero.
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¿Desea aportar alguna idea más para cerrar esta exposición?
Es necesario ofrecer protección reforzada para colectivos vulnerables como el personal sanitario mediante Alercops, o videovigilancia y alarmas individuales en los Centros de Atención Primaria. Considerar el diseño de los despachos de atención para facilitar la huida del sanitario, e incluso la utilización del mobiliario como elemento de protección caso de quedar acorralados. En la atención en los domicilios de las personas usuarias se requerirían protocolos de atención específica al darse situaciones de una mayor inseguridad.
A modo de conclusión, diría que para controlar y manejar las conductas disruptivas y violentas sin vulnerar los derechos de los pacientes, se demandan conocimientos que trascienden el límite de las técnicas empleadas en el espacio de la seguridad.
Muchas gracias a El Budoka 2.0 por dar espacio a estos temas sin caer en titulares sensacionalistas.
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Gracias a usted por la claridad de su exposición.
