Bruce Lee: no basta con saber, hay que aplicar

Por Toni Giménez Fajardo
tonigimenezfajardo@gmail.com
www.tonigimenez.cat

 

“Vale más un gramo de práctica que un kilo de teoría.”

Confucio

 

 

En el quehacer diario afrontamos los retos de la vida a partir de nuestra experiencia y esta experiencia acumulada, que es una forma de conocimiento, se va almacenando en nuestra mente para poder recurrir a ella de manera inmediata cuando lo necesitamos.
Una gran parte de nuestro conocimiento personal se basa en la observación de lo que pasa a nuestro alrededor y otra gran parte surge de la lectura de libros y artículos y de escuchar la voz de los expertos, a través de conferencias o debates. Habitualmente, y, aún más, a medida que nos hacemos mayores, tendemos a una sabiduría teórica.
Hay pocas personas que pasen a la acción directa y el gran momento de esa acción se encuentra en la adolescencia y primera parte de la juventud. Bruce Lee buscaba siempre el fundamento teórica en todo lo que hacía, pero siempre reclamaba que la acción estuviese inmediatamente presente. En su caso, y en referencia a las artes marciales, si alguien le comentaba que un movimiento era mejor que otro o que tal ataque o defensa funcionaba de maravilla, exigía que se lo demostrasen.
La mayoría de las personas valoramos, censuramos y criticamos algo desde un posicionamiento teórico, o sea, sin haberlo vivido personalmente. Basamos gran parte de nuestro conocimiento en la suposición. La mejor empatía, o sea, ponerse en la piel de otra persona, se da cuando alguien nos explica algo que nosotros conocemos porque también lo hemos vivido.
La teoría no está reñida con la práctica, al contrario, una no se da sin la otra, e incluso podemos afirmar que la mejor teoría es una buena práctica porque sin apenas darnos cuenta la acción nos lleva tarde o temprano a la reflexión. Pero ante todo debemos ser personas de acción. Pasar a la acción directa. En esto, los niños y niñas (todos y todas lo hemos sido) nos dan una gran lección. La infancia es movimiento. “Es que no paran”, decimos, y debe ser así: somos seres de movimiento por naturaleza; un cuerpo sin movimiento está muerto. Y evidencia de ello son las enfermedades relacionadas con el aparato locomotor, como, por ejemplo, la artritis y la artrosis; aunque haya limitación del movimiento, la recomendación es seguir moviéndose lo máximo posible.
No basta con saber algo, hay que aplicarlo, puesto que es la manera más eficiente de demostrarlo. Si alguien critica lo que hacemos es que considera que puede hacerlo mejor que nosotros, pues, en tal caso, deberíamos decirle: “¡Hazlo tú!”, demuéstramelo. Esto, en el caso de Bruce, era pan de cada día. No quedarse con la supuesta crítica teórica, sino pasar a la acción.
Muchas veces quedamos anonadados por las explicaciones de un pensador o de un filósofo, incluso de algún orador, ya sea político, religioso o conferenciante, pero cuando nos acercamos a su vida personal, esas palabras quizás se hayan convertido en pura habladuría, en algo que se ha quedado anclado en el mundo de las ideas sin pasar a la cotidianeidad. Y puede ser que esa misma persona delante de un problema del día a día no tenga mecanismos para afrontarlo, puesto que es más fácil posicionarse en un plano teórico que práctico.
En las artes marciales en general, donde existen estilos muy diferentes y cada uno con sus propias variantes, muchas personas, expertos, sifús, líderes, gurús, etc. hacen cátedra de su conocimiento teórico. ¿Qué importa que seas décimo dan si no pones en duda tu propio conocimiento? ¿Qué importa ser reconocido como el mejor si eres incapaz de romper con tus ideas estáticas? Bruce era el paradigma de la persona antidogmas, de aquí que no aceptara escuelas ni tan solo formas estéticas de un arte marcial concreto. Simplemente era una persona de acción: “¡Ataca y yo me defenderé! No me vengas con que si ese movimiento no es propio de tal arte marcial, que este otro impone unos límites o que hay que vestir de una determinada manera”. Era la simplicidad por excelencia del movimiento sin límites.
Esto también lo muestra Jackie Chan. Jackie (a quien Bruce ya había escogido para realizar ciertas escenas en alguna de sus películas) es una persona con una capacidad de improvisación y adaptación impresionantes. Conoce multitud de artes marciales pero nunca lo puedes clasificar en ninguna de ellas, simplemente reacciona pasando a la acción. Es un coreógrafo con una capacidad imaginativa brutal y nada lo limita. En este aspecto ha sabido captar la esencia filosófica del Jeet Kune Do de Bruce. Aplicar sin pensar, escoger del amplio abanico de posibilidades de ataque y defensa, lo mejor para el momento concreto en que luchas. Esta manera natural es también un aspecto intrínseco de nuestra infancia que vamos perdiendo a medida que nos hacemos mayores, puesto que nuestras ideas limitan nuestra naturalidad, pensamos demasiado y nuestros pensamientos pasan por delante de nuestros sentimientos… (artículo entero en la revista).

 


leer_mas_pdf ◄ Volver Atrás