Budo tradicional japonés

Realidad y ficción

 

Por Xavier Teixidó

 

La expresión japonesa que designa las artes marciales japonesas es Budo, y podría traducirse como la vía marcial. Y digo podría, porque su significado es mucho más profundo de lo que aparentan sus sencillos kanji. En este texto no hablaré de escuelas, ni de batallas, ni de fechas, ni de técnicas ni de nombres propios. Ni siquiera usaré apenas nomenclatura japonesa. Hablaré de los principios universales que rigen las artes marciales japonesas, y la manipulación que se hace de esos principios en occidente.
Conviene empezar desde el principio. Budo es un término profundo, que nace a partir del concepto Bujutsu, traducido como el arte de la guerra, aunque prefiero sin lugar a dudas el término ciencia de la guerra. Es la habilidad, la tecnología y la estrategia para vencer sobre un enemigo físico. No hay más objetivo que matar y vencer. Y para ello, cuanto más efectivo, preciso y solvente sea un sistema, mejor. Budo, sin embargo, camina por otros derroteros. Es un término nacido en periodos de paz, o cuando menos, cuando las grandes guerras han cesado en Japón. Es una expresión que describe las artes marciales practicadas a partir del siglo XVII, con el objetivo fundamental de estilizar el espíritu y liberar la mente, más allá de la eficacia en términos de combate. Parece como si el Budo fuera la evolución natural del Bujutsu, no obstante ambos son usados por igual en muchos círculos marciales en Japón. Todo a punta a que el término Budo posee un poso de conocimiento vasto y profundo, más allá de la técnica para matar. Budo es un camino experiencial, totalmente empírico, sobre el sentido de ser, estar y hacer. Comparto con el célebre filósofo David Hume, que el conocimiento surge como sinergia de la experiencia externa (la que nos proporcionan los sentidos físicos) y la interna (nuestra experiencia interior, nuestra reflexión, nuestro cambio y equilibrio en nuestro pequeño cosmos personal). Probablemente debido a que en esos años de paz, el Confucionismo y el Budismo calaron más hondo en la sociedad japonesa, la pirámide social se volvió más pasiva y aplomada, también en parte por la bonanza económica y el férreo control de las clases sociales.
Las artes de guerra continuaron practicándose, pero era cada vez más difícil encontrar un samurai diestro en la lucha, o que por lo menos entrenara sus habilidades con regularidad. Al no existir trabajo en el campo de batalla, muchos samurai se entregaron a las tareas burocráticas y administrativas que demandaba la construcción y remodelación de un estado feudal. Es entonces cuando el modelo de conducta del samurai, basado en el Bushido, se toma como ideario de comportamiento social. El honor, la lealtad, el coraje, la justicia o el respeto era preceptos que impregnaron fuertemente la sociedad de entonces. El Budo nace como evolución y como necesidad. Evolución y selección natural, porque las técnicas para el combate a campo abierto sufren una transformación para ser adaptadas a la vida urbana. Por necesidad, porque la estricta norma social junto al exponencial interés por las artes y la cultura, condujeron a los samurai a querer dotar las artes de combate de un sentido artístico toda vez que de un componente interno y espiritual no muy acentuado hasta entonces. A pesar de que el samurai recurría a menudo, antes y después de la guerra, a templar su espíritu y redimir sus actos mediante el retiro espiritual practicando distintas formas de Budismo, es en este periodo cuando el refinamiento interior y social alcanza cotas más pronunciadas. Seguramente sugestionado e influenciado por artes como el Sado (ceremonia del té), Shodo (arte de la caligrafía) o el Kado (arte del arreglo floral), el Budo toma prestado el concepto Wabi Sabi (la belleza imperfecta, la sencillez, la sobriedad del gesto, la simplicidad) para desarrollar un camino de perfección interior y de síntesis con el entorno social a través de las formas marciales. Puede que en este aspecto, el coraje, el respeto, la lealtad o la honestidad tomen un significado y un enfoque distinto al mantenido hasta entonces. Ya no se trata de usarlos solamente para aniquilar y matar. Ahora se consideran también esos atributos en el contexto del refinamiento interior, de la búsqueda del gesto perfecto, del pensamiento puro, de la acción más adecuada a cada circunstancia y propósito.
La práctica de artes marciales a partir del s. XVII busca otra dimensión. Por supuesto (aunque la regla no siempre se cumple) muchas tradiciones mantienen su espíritu inherente y original de combate. Y su práctica se mantiene fiel e intacta. Otras se transforman completamente para dar paso a un camino filosófico y/o espiritual, basado en gestos marciales. Sin embargo también una cantidad aceptable de ellas, combinan ambas formas. Son Bujutsu, entendidos como Budo. De hecho en la actualidad muchos maestros de Bujutsu se refieren a su práctica como Budo. Son artes marciales tradicionales, que custodian y atesoran íntegramente su identidad y eficacia, pero que han sabido dotar a sus practicantes de una dimensión humana hasta entonces ausente. Una herramienta que no sólo capacita para matar, sino que abastece al estudiante de herramientas para explorar el coraje, el respeto, el honor, la justicia o la honestidad fuera de los límites del dojo. Además de validar la capacidad y el desarollo intelectual y espiritual de cada uno a través de la disciplina marcial. Del mismo modo que en una ceremonia del té, dos personas comparten un momento íntimo de quietud y relajación, el placer del momento, el encuentro puntual y su disfrute… Los practicantes de Budo profesan del mismo modo y buscan un estado interior de equilibrio y plenitud, así como el asentamiento de un modo de vida que les permita un desarrollo personal a través de la práctica marcial… (clicar para ver más).


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