Bugei: Más allá de las artes marciales

Por Luis Nogueira Serrano
Presidente European Bugei Society
Fûryûkan Bugei Dôjô
Fotos: Rebeca Roca Pritchard
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No es de extrañar que uno de los puntos principales de acercamiento a la cultura japonesa sean sus artes marciales. Durante siglos, Japón fue gobernado por militares que imprimieron su carácter y visión de la vida y la sociedad en los cimientos de su cultura. Y por ello, las artes marciales japonesas han llegado a occidente hasta nuestros días como vanguardia representativa de la identidad nipona.
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La extraña mezcla entre el militarismo y una selecta educación en las esferas más privilegiadas de la sociedad feudal, desarrollaron sistemas de guerra y posteriormente de lucha y defensa que maravillan por su elegancia y profundidad. Sin embargo, éstas y muchas otras virtudes causan fascinación, pero también, desconfianza por su falta de asimilación con los tiempos actuales. El propósito del presente texto, continuación lógica del aparecido en EL BUDOKA 2.0 en su número 42, es el de contextualizar el Bugei, las artes militares tradicionales japonesas, de acuerdo a su base cultural, siendo solo ésta la que le da razón de ser.
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A finales del siglo XII, el clan Minamoto, tras vencer en las guerras de Genpei, establece el primer gobierno militar de la historia de Japón. Desde entonces y hasta 1868 diferentes clanes y familias militares mantuvieron el control gubernamental. Durante estos siete siglos, los guerreros representaban el ápice de la pirámide social y, al menos los más pudientes, contaron con privilegios como la “alfabetización” y consecuentemente el acceso a la cultura y la apreciación artística, o el entretenimiento, más allá de su formación en las artes militares. De la misma forma, este modelo social fraguó los valores fundamentales que son atribuidos al samurái, como la obligación, la lealtad y el estoicismo.
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Dichos privilegios de acceso a la cultura facultaron que las artes militares influenciaron los gustos y prácticas artísticas, las costumbres y la etiqueta, así como recíprocamente, las artes influenciaron a los militares y por ende a sus prácticas, haciendo que las artes marciales formaran parte indivisible del acervo cultural japonés.
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Esta interacción se resume magistralmente en la antigua frase: BunBuRyōDō
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Literalmente, que en la cultura de la guerra hay dos caminos, o mejor dicho, que cultura y guerra son dos caminos. Es decir, dos caminos que son caras de una misma moneda, que van unidos indivisiblemente.
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Cuando nos adentramos en el mundo de las artes tradicionales, nunca somos suficientemente conscientes de las implicaciones que conlleva la necesidad de tener una perspectiva global de la cultura y no simplemente específica o de detalle de la parte combativa.
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Las interacciones, por tanto, son la norma y no la anécdota y se producen entre disciplinas marciales, o entre marciales y culturales de forma indistinta. Los ejemplos desarrollados a continuación dan buena muestra de estas relaciones.
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El Hojōjutsu, o el arte de las cuerdas de arresto, solo tiene sentido habiendo reducido al oponente, y para ello requiere necesariamente del Torite, las prácticas de arresto estudiadas dentro del Jūjutsu (aunque algunas escuelas lo estudian como práctica independiente, llamándola de Toritejutsu).
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En el otro extremo, en el Kenjutsu se esgrime la katana con trazos que se asemejan a las prácticas de pincel (fude) como la caligrafía (Shodō) o la pintura (Sumie). De la misma forma, las prácticas como la ceremonia del té (chanoyu) contiene protocolos vinculados a que el/los invitado/s sean samurai, como el acto de cruzar el nijiriguchi, que se entra agachado en señal de humildad pero también impidiendo la entrada de armas al recinto de té.
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Cuando hablamos de bugei, no solo nos referimos al estudio de las artes militares, sino al ámbito cultural de la clase militar antigua, y eso implica la inclusión de conocimientos, prácticas y apreciación de las artes ceremoniales, plásticas, literarias, interpretativas, conductuales, etc., así como sus artesanías y oficios. Muchas de estas artes fraguadas en el periodo feudal, fueron desarrolladas y ritualizadas durante el periodo Edo (siglos XVII-XIX), pasando a ser caminos vitales y rebautizándose con terminación en . Evidentemente, en la mayoría de casos, no se trata de obtener experticia, más allá de los gustos personales del practicante, dado que muchas de estas artes tienen contenido suficiente para dedicar una vida a ellas, pero sí se trata del estudio fundamental para la valoración y apreciación así como el entendimiento de su influencia sobre el militar…


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