Por David García García
Estudiante de Karate (3º DAN Shito-ryu)
Ex-competidor
Psicólogo
Dentro de los programas de preparación deportiva, algunos instructores, con muy buen criterio, completan el entrenamiento de los competidores con algunos elementos adicionales a los “de siempre” (calentamiento, series técnicas, formas, endurecimiento físico, etc.) encaminados a entrenar su capacitación “mental”. No obstante, este tipo de complemento no suele estar al alcance de los que inician su andadura en el mundo de la competición dado que suele reservarse para los eventos de “élite” como son, por ejemplo, campeonatos a nivel europeo o mundiales donde ya se constituyen selecciones nacionales que disponen de especialistas.
Nadie dudará de la utilidad de poner en práctica algunas técnicas de “control mental” para poder conocer mejor nuestras reacciones ante aquello que no nos es natural y resulta incómodo. En este contexto, las Artes Marciales conllevan tener que familiarizarse con un entorno distinto al que estamos habituados: el tatami de competición. En él ya no se encuentran nuestros compañeros de cada semana, ni tampoco sabemos de las intenciones del que tenemos delante, suele haber mucho ruido dada la afluencia de público, cuesta concentrarse dado que hay varios tatamis compitiendo a la vez… en fin, un entorno que nos hace estar incómodos y no nos permite rendir al máximo –¡Después de habernos preparado tanto!– porque sentimos que algo no marcha bien y que suele acabar en un “…es que estoy un poco nervioso hoy…”.
En este sentido me gustaría dar algunas pistas a los más jóvenes (que por experiencia vital no pueden todavía hacer uso del bagaje y experiencia que se adquiere al ir “haciéndote mayor”) con el objetivo de introducir a los futuros competidores ciertos conocimientos de cómo nos afecta “lo mental” antes, durante y después de la práctica deportiva. Es por ello que me puse a recoger, compendiar y adaptar ciertas “leyes elementales” de Psicología para compartirlas. En este artículo os adelanto parte del contenido.
Si la psicología es la ciencia que estudia el comportamiento del ser humano, la psicología del deporte es la que estudia el comportamiento de las personas en la práctica de actividad física de competición.
Os voy a ahorrar la teorías –para eso están los libros o internet para el que quiera conocer más– y me centraré en lo que nos dicen y sus conclusiones.
En general, cuando debemos actuar ante determinada situación, influyen tanto factores internos a la persona como externos. Por muy elemental que sea esta afirmación nos permite extraer dos ideas muy importantes: (1) no es correcto afirmar que una misma persona en una misma situación vaya a reaccionar de la misma forma, y (2) que no existe ninguna forma mágica o infalible que garantice el éxito ante cualquier circunstancia. ¿Quiere ello decir que no hay nada que hacer?
Quizás, la forma de enfocarlo para entendernos, sería con otra pregunta: ¿Por qué no nos sale igual ese kata o esa técnica de kumite en un campeonato que en clase?
Algo sabemos de nuestras experiencias anteriores en circunstancias nuevas y en las que nos sentimos incómodos (ante un examen final, al tener que hablar en público, cuando de repente nos para un desconocido en medio de la calle, etc.). Alguien me decía “…es como si mi cuerpo tomara control de mi y no me dejara tomar los mandos…”. No es que suceda nada de eso pero es la explicación que nos damos cuando nos pasan cosas que de entrada no entendemos: sudor en las manos, la mente se queda en blanco, pensamientos negativos y ganas de irnos a casa, etc. Esta reacción tiene su explicación en la genética y en concreto en el instinto de supervivencia que nos “activa ante una alarma potencial”… (artículo entero en la revista).
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