El misterio de los Katas: Símbolos de la vida y de la muerte

Por Pedro Pujante
Doctor en literatura y karateka
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Nadie puede negar que la práctica del kata en Karate, al igual que en otras artes marciales, es uno de sus pilares básicos. Mabuni consideraba, de un modo poético, que el “kata consistía en sutras corporales no escritos”.
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En general todos estamos de acuerdo, salvando los matices, en que los katas son una serie, forma o secuencia de movimientos preestablecidos para practicar en solitario técnicas marciales. Los katas son como un “libro” que contiene técnicas, una creación artística con una finalidad pragmática. Fueron creados para poder preservar, de generación en generación, dichas técnicas de combate y defensa personal. En este sentido los katas son un legado y la memoria de una tradición ancestral. De hecho, hay katas cuyo origen es incierto, borroso y lejano.
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El propio Chooki Motobu ya reconocía en su libro de 1933 Mi técnica de karate (Wathasi no karate jutsu) la dificultad de desentrañar el proceso de evolución de algunos katas y la complejidad que rodea sus orígenes. Algunos katas son nombrados con números. Este hecho, explica Mabuni en Invitación al karate, es una clara influencia budista. Henning Wittwer expone en Karate History: Collected Essays, citando a Mabuni, que Bodhidharma creó el método de las 18 formas. Por ese motivo muchos nombres numéricos de katas son múltiplos de 18: Suparinpei: 108; Gojushiho: 54, Sanseiru: 36; Seipai: 18.
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Hay que tener en cuenta que muchos katas tienen un origen tan antiguo que no se escribían, se trasmitían de forma oral. Esa es la razón, aclara Kohaku Iwai en El maestro Chooki Motobu y el karate de Okinawa, por la que “se desconoce el significado original de los katas, a excepción de alguno que estaba enraizado en la tradición religiosa ancestral, relacionada con el cielo, la tierra y las estrellas”.
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Hay, en el kata, muchos aspectos físicos. Desde las propias técnicas de brazos y piernas, los desplazamientos, la respiración, la fuerza, la velocidad, etc. Incluso la mirada y la intención. Y por supuesto su aplicación posterior o decodificación: bunkai.
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En general, las técnicas son evidentes a simple vista, aunque hay ocasiones en las que para un observador no experimentado o ajeno a las artes marciales los movimientos de un kata pueden resultar extravagantes y enigmáticos. En efecto, incluso algunos practicantes de karate desconocen que muchas de las técnicas de un kata son proyecciones, barridos, luxaciones o estrangulaciones. Normalmente los movimientos de un kata son interpretados como acciones percutantes: bloqueo, patada, puñetazo, etc. Pero todo cambia de perspectiva, no obstante, si recortamos la distancia respecto a nuestro adversario.
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Bibliografía recomendada: Estudio técnico comparado de los Katas de Karate

Estudio técnico comparado de los Katas de Karate

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Por ejemplo un uche uke, normalmente un bloqueo, puede funcionar como una luxación si acortamos la distancia con nuestro oponente. Resumiendo, el kata puede esconder muchos secretos, algunos de los cuales siguen siendo fuente de discusión a día de hoy. Como explica Patrick McCarthy en un artículo titulado Los secretos de McCarthy: Kata es karate y karate es kata, publicado en la revista Mokuso, debido a la aparición de las armas de fuego a mitad del siglo XIX, la efectividad y funcionalidad de los katas comenzó a desaparecer. Así, “sin su propósito original, generaciones de secretos eternos se perdieron en las arenas del tiempo”. Por lo tanto, al carecer de documentos escritos “que expliquen su fuente de origen, ni el propósito real de la aplicación, su mito de omnipotencia se ha convertido en una especie de «Acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma»”.
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Patrick McCarthy, gran estudioso de los katas y la cultura okinawense, elaboró una exhaustiva lista en la que recogía rasgos del comportamiento derivados de la práctica del kata. Entre ellos, por citar solo unos pocos que nos resultan interesantes, se encontraba: voluntad de superar la adversidad (ju no ri), liberación de energía (kivi-jutsu), alerta mental (zanshin) o trascender los pensamientos sobre la vida y la muerte (seishi o choetsu). Este último rasgo nos hace pensar en el kata como un ejercicio con connotaciones filosóficas, que lo vinculan con aspectos profundos de la naturaleza humana.
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En cualquier caso, ¿Por qué hay técnicas “ocultas”, herméticas, difíciles de desentrañar en un kata? ¿Es posible que con el paso del tiempo el kata haya perdido parte de su esencia y sentido originales?
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El kata, en sus orígenes, debió de ser contemplado no solo como un instrumento práctico, marcial, sino como una actividad que también conectaba con la misma esencia cultural, espiritual y esotérica del budoka. Como todas las manifestaciones artísticas (y el karate lo es) también existe un terreno abonado por la creatividad, la gracia y el misterio. Los katas encierran historia, emoción y el arte de aquellos guerreros que los crearon. Así como el reflejo y la idiosincrasia del tiempo y el lugar en el que fueron inventados. Por este motivo, los katas son pergaminos o cápsulas que conservan historia, vida, memoria, sabiduría colectiva e inspiración.
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Los katas, explica Michael Rosenbaum en su libro Kata. La trasmisión del conocimiento, se han transformado en metáforas a través de las cuales el hombre expresa otros ámbitos de su existencia: espiritualidad, filosofía… Los katas y las rutinas de entrenamiento preestablecidas hacen que el luchador conozca sus límites físicos y mentales, pero también sus límites espirituales. Rosembaum llega a comparar la ejecución del kata con el recitado de poesía, ya que ambas prácticas aportan significados morales, filosóficos y simbólicos que nos ofrecen lecciones relacionadas con la conducta humana y la vida. El kata, por supuesto, nos enseña una serie de técnicas marciales, pero también otorga una fortaleza y una disciplina mental y física para enfrentarnos a nuestros problemas cotidianos. La experiencia del kata nos permite cultivar el qi (chi), experimentar un estado zen similar al que se halla en la meditación o en la práctica de la pintura.
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En la actualidad nuestro mundo occidental, caracterizado por la ciencia, lo pragmático y lo racional, carece de la visión esotérica de nuestros antecesores. En el pasado, los guerreros no dudaban en plasmar sus creencias espirituales y esotéricas en sus armas o katas. Explica a este respecto Michael Rosembaum que no es de extrañar que los katas se vieran influenciados por estas creencias esotéricas, reflejando de algún modo sus formas de pensar, concebir y sentir el mundo. Lo físico y lo espiritual se entrelazaban en la lucha, las armas, las técnicas de combate y los katas. Los katas, por tanto, no eran meras técnicas, sino el reflejo mismo de la vida y la muerte, un entrenamiento para preparar el cuerpo, la mente y el alma para un temible y sangriento destino bélico.
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Tampoco podemos obviar, como hemos insinuado al comienzo de este artículo, el componente artístico de los katas. Desde la Prehistoria se ha usado la danza para trasmitir y registrar información. Los bailes tradicionales son un ejemplo de ello. En Okinawa, apunta Rosenbaum en el libro antes citado, la danza ha sido una herramienta para trasmitir información y preservar leyendas. Hay artes marciales como la capoeira brasileña o el pencak-silat indonesio que incorporan movimientos de danza en su práctica marcial. Mark Bishop, en Okinawan Karate Teachers, incluso sostiene que es posible que el te (arte marcial de Ruy Kyu) y la danza clásica, en un principio, fueran lo mismo. Ese sería el motivo, concluye, por el que en el Motobu-ryu se incluya la danza dentro de su plan de estudios. No podemos estar de acuerdo con esta afirmación de un modo total, aunque sí que creemos que ambas disciplinas hayan estado conectadas en el pasado y compartan alguna rama de sus extensos y remotos árboles genealógicos. Sostiene, en efecto, Kohaku Iwai en su libro arriba mencionado, que Toogo Chui, fundador de la escuela Jigen enseñaba un kata de kobudo a los campesinos fundiéndolo con un baile autóctono para que éstos lo aprendiesen. En este sentido, observar el kata no solo como una herramienta funcional para defensa personal, sino como una manifestación artística, profunda y poliédrica nos permite entenderlo en su máxima complejidad. Al igual que los poetas y los pintores se han valido de imágenes para dar forma a su mundo y comprenderlo, los artistas marciales crearon formas que entrañaban también su visión de la realidad. El combate por la vida se traduce en técnicas. Y estas técnicas, sistematizadas y codificadas en formas (katas) encierran los principios y la filosofía de los guerreros que las crearon. Son un símbolo de la vida y de la muerte.
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La práctica del kata nos proporciona un conocimiento inmediato técnico y marcial. Es útil en nuestra práctica diaria como artistas marciales. Pero también nos conecta con el pasado, con una historia desconocida y fascinante que ha llegado a nosotros intacta y a veces misteriosa. Es nuestro deber, como budokas, conservar este legado, tratar de comprenderlo y, en el mejor de los casos, trasmitirlo a nuestras futuras generaciones…


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