Hace unas semanas, Editorial Alas incluyó en su fondo editorial dedicado a las Artes Marciales un libro especial por diversos motivos. “EL SABLE JAPONÉS (manual del coleccionista)” ocupa una franja que hasta la fecha no se incluía en el catálogo de la editorial, y ello añadido al valor y calidad de lo que en él se muestra, lo sitúan en lo más alto.
La obra es especial por diversos motivos que la entrevista a su autora nos desvela. El repentino fallecimiento de su autor, el hecho de que su compañera retomara el trabajo, la calidad de las piezas expuestas, el asesoramiento brindado por Marcos Sala Ivars, etc. Son algunos de los detalles que destacan por sí solos.
Invitamos a todos los interesados, fascinados o simplemente curiosos por la Katana, a que se dejen cautivar una vez más por la magia que transmite un arma sin igual.
Por EL BUDOKA 2.0
¿Puede explicarnos cómo y cuándo surgió la idea del libro?
Yo había guardado un trabajo (52 páginas escritas a máquina, con dibujos explicativos) sobre el sable japonés, que Paco (mi marido) llevaba preparando durante largo tiempo. Su idea era la de aportar una ayuda a futuros coleccionistas a través de un manual, y esta idea se quedó frustrada por su repentino fallecimiento. Después de unos dos años “olvidado” en un cajón, considerando el interés de la obra en sí y porque conocía y valoraba el rigor con el que él afrontaba cualquier estudio que emprendía, pensé en retomarlo e inicié los pasos que me llevarían hasta la publicación.
¿Qué es lo que ha sido más complicado de todo el proceso?
Había que revisar todo el texto y adoptar un estilo literario y una estructura más adecuada a la comprensión del lector. Probablemente, lo más difícil fue mantener vivo su propio estilo; de todas formas, tuve la suerte de contar con la ayuda inestimable de nuestra hija. También supuso un reto completar lo inacabado, no sólo el glosario y la bibliografía, sino también las pautas de catalogación implícitas en las fichas de su propia colección.
Ha contado usted con la ayuda de diversas personas, algunas con gran prestigio en el mundo de las artes marciales tradicionales. ¿Qué puede decirnos al respecto?
Marcos Sala, desde su papel de asesor experto, ha resaltado el interés del coleccionismo erudito que ha marcado la obra desde su gestación.
Yo no había tenido en cuenta la importancia de profundizar en el estudio histórico-artístico del armamento japonés, por encima del exotismo asiático y él me ha hecho ver que el coleccionismo que Paco ha desarrollado alrededor del sable, basado en la admiración por la cultura y el armamento japonés, ha propiciado su puesta en valor.
Además, Marcos Sala me sugirió la presentación de la colección ya catalogada en su día por el propio autor, revisada y actualizada en esta ocasión por él mismo. ¡Todo un lujo!
Ha acotado usted la colección que se muestra en el libro a 33 piezas. ¿Qué ha motivado esa selección? ¿Han quedado muchas fuera de la selección?
He considerado que cualquiera de las piezas presentadas (de diverso tamaño/tipo de arma) tenía interés: unas por sus hojas firmadas, o por la conservación del “yakiba”, otras por detalles de la montura. Creo que dejé fuera del catálogo seis piezas (tres del tipo “katana”, un “tanto” y dos “nagi-nata”/lanzas), así como dos máscaras (parte del casco de armadura). Tampoco están incluidos, todos los “kozuka”.
De las que aparecen en el libro ¿Cuál sería la más valiosa según su criterio? ¿Y cuál la más antigua?
Considerando que mi criterio no está avalado por los conocimientos necesarios, me remito a comentarios de mi marido como experto: un “tanto” del siglo XIX de especial interés por la autoría de la forja (un reconocido forjador, autor también de las piezas de la montura), un “wakizashi” del siglo XVII con firma reconocida y grabados de calidad en la hoja, ambos con “kozuka” y un “wakizashi” del siglo XIV (la pieza más antigua y más deteriorada). Además, una “katana” antigua adquirida en Japón (con permiso del Gobierno Japonés) de la que desconozco la datación; también hay referencias a una “katana” del siglo XV y a dos “tachi”, uno de ellos del siglo XVI. La más rara, un “kubi-kiri” (corta-cabezas)…
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