Entrevista al maestro John W. G. McKissock

Una medalla se oxida, la integridad y el Do, no…
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Por J. Sala
El Budoka 2.0
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Muchos creen conocer el Taekwon-Do por su el blanco uniforme, por sus espectaculares golpes y brillantes medallas. Pero tras la superficie late una historia mucho más profunda: una historia de disciplina, sacrificio y transformación.
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¿Está usted de acuerdo con estas afirmaciones?
En sus múltiples formas y federaciones, el Taekwon-Do se ha convertido en el arte marcial más practicado del mundo. Pero ¿A qué precio? ¿Qué queda del arte tal como lo concibió el Fundador? Un arte a menudo irreconocible comparado con aquél que yo conocí hace cuarenta años…
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¿Podría contarnos sus primeros recuerdos del Taekwon-Do?
Mi primer encuentro con el Taekwon-Do fue tan impactante que ha seguido conmigo hasta ahora, formando una parte integral de mi vida. Más que la disciplina física, lo que me atrapó iba más allá: sentí que detrás de cada movimiento había valores, tradiciones y una forma de vivir.
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Lo tiene usted bien interiorizado…
Recuerdo el olor, el eco seco de los pies descalzos sobre el suelo y la voz firme de mi instructor,que imponía respeto sin necesidad de alzarla.
En aquellos años, los instructores eran el reflejo vivo del espíritu del Fundador. Las clases eran rigurosas, casi implacables, pero cada saludo, cada corrección y cada gota de sudor estaban hilados con un propósito moral. Aprender a vivir era tan importante como aprender a luchar. A menudo describo esos años como la Edad de Oro del Taekwon-Do, cuando todavía era un arte completo y auténtico.
En aquellos años viajé, entrené, competí y enseñé. Vi cómo se forjaban amistades más allá de las fronteras, cómo los jóvenes ganaban confianza y cómo los practicantes mayores encontraban un nuevo propósito. El arte parecía unido en una misma misión: forjar mejores seres humanos a través de la práctica disciplinada.
Esa era, para mí, la esencia del Taekwon-Do.
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Maestro John W. G. McKissock.

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¿Qué ha cambiado desde entonces?
Con el paso de las décadas, el arte se expandió por todo el mundo, atrayendo a millones de practicantes. Ese crecimiento trajo cambios, algunos naturales y otros menos, pues el Taekwon-Do ha ido inclinándose hacia el deporte competitivo en lugar de la disciplina marcial tradicional.
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Difícil de contener…
La omnipotencia de la competición ha proyectado una larga sombra sobre el arte. La búsqueda de medallas y títulos ha crecido tanto que con frecuencia eclipsa la verdadera esencia del Taekwon-Do. Siempre digo: Una medalla se oxida, la integridad y el Do, no
Si queremos ser fieles al arte y dejar algo de valor a las generaciones futuras, debemos mirar más allá del podio y regresar a la esencia: el cultivo de por vida del espíritu, la integridad y la resiliencia.
Tras la muerte del Fundador, en algunos ámbitos el énfasis pareció deslizarse de la formación del carácter hacia la multiplicación de la membresía. A veces los seminarios parecen mercados de marcas más que espacios de aprendizaje. Demasiado a menudo la política y las ambiciones comerciales eclipsan la disciplina silenciosa del Do. Vivimos en una época en la que las artes marciales se venden como comida rápida: resultados inmediatos, cinturones negros exprés, éxito garantizado. Pero el Taekwon-Do nunca estuvo destinado a ser rápido. Como un árbol, debía crecer despacio, con raíces profundas en la tierra de los valores, elevándose hacia algo más grande que nosotros mismos.
Si perdemos eso, lo perdemos todo.
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¿Fue esta reflexión la que le llevó a escribir su último libro?
Exactamente. Por eso escribí Reflexiones sobre el Taekwon-Do: Un viaje a través de los años dorados del arte y de cómo fue traicionado. El libro es una mezcla de memorias y manifiesto: la historia de un joven escocés cuya vida fue moldeada por el Taekwon-Do… entre triunfos en competición, luchas políticas y la satisfacción de enseñar a sus alumnos en la Cataluña rural.
El propósito del libro es preservar una memoria, honrar lo valioso y provocar reflexión sobre hacia dónde vamos. Se trata de una cuestión mundial, y por eso el libro está disponible en inglés y en español: es una invitación a detenerse, pensar y redescubrir la esencia del Taekwon-Do.
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¿Qué pregunta lanzaría a cada practicante?
Yo le preguntaría: ¿Por qué practicas Taekwon-Do?
Es una cuestión sencilla, pero requiere honestidad. ¿Por condición física? ¿Por competición? ¿Por comunidad o disciplina? ¿Por algo más profundo? Y, lo más importante: ¿te satisface ver en lo que el Taekwon-Do se ha convertido?
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¿Y tras esa reflexión?
Tal vez el futuro del Taekwon-Do no dependa de federaciones ni de grados, sino de la decisión de cada practicante de encarnar los Principios y llevar el Do a la vida diaria. Si es así, el futuro del Taekwon-Do sigue siendo brillante. El arte puede haberse fracturado, pero su esencia permanece. Después de décadas de entrenamiento, enseñanza y reflexión, esta es mi esperanza: que el Taekwon-Do siga siendo no solo un arte marcial, sino un Do para las generaciones venideras.
Aunque el Taekwon-Do es hoy más visible que nunca, me pregunto: ¿Qué hemos ganado y qué hemos perdido? ¿Hemos cumplido el Juramento del Estudiante de construir un mundo más pacífico? ¿O lo hemos dejado de lado persiguiendo medallas y reconocimiento?
Quizá tú mismo hayas sentido esa dualidad: ¿Buscas un trofeo o una transformación? ¿Un cinturón negro o un carácter forjado en silencio?
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Un buen dilema, sin duda.
Los trofeos y títulos se desvanecen con el tiempo. La verdadera medida del Taekwon-Do está en cómo nos moldea: cómo tratamos a los demás, cómo enfrentamos la adversidad, cómo controlamos la ira o perseveramos cuando la vida aprieta. El Do no es un eslogan, sino una manera de vivir. Si lo olvidamos, el Taekwon-Do se convierte en un deporte más; si lo recordamos, conserva su poder transformador…


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