Mis palabras tienen un ancestro, mis acciones un MAESTRO

Por Cristóbal Gea

Rokudan Karate RFEK y Unión Shito-Ryu España

Autor de: Shito-ryu Karate-do

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Sea cual sea su nomenclatura en función del origen de la disciplina: Shihan (師範), Sensei (先生), Shifu (師傅), Sabon, Sabon-nim, Guro… siempre hace referencia a uno de los pilares fundamentales de nuestras Artes. Históricamente reconocidos y erigidos como los guardianes del conocimiento, la experiencia y los Valores que han de ser perpetuados para asegurar la transmisión de dichas Tradiciones.

Es su figura y el tratamiento que recibe lo que motiva el pensamiento en voz alta que inspira el presente artículo.

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Es obvio que como protagonistas de nuestra historia estamos sometidos a nuestro entorno y circunstancias, lo que nos lleva a constatar ciertas realidades:

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La continua evolución de nuestra sociedad ha hecho posible que las casi insalvables dificultades que había años atrás para entrar en contacto con el primer exponente de un linaje marcial: el viaje hasta el domicilio del Maestro, el entorno más o menos cerrado, pero siempre de costoso acceso, la correspondiente “carta de presentación” destinada a obtener audiencia, el idioma… han desaparecido casi por completo.

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Hoy en día observamos atónitos la existencia de poco menos que parques temáticos, que contando con la presencia de más de un “cabeza de escuela”, se ofertan a cuantos tengan la posibilidad de desplazarse y estén dispuestos a abonar la correspondiente cuota. Lo cual, ni critico ni valoro, únicamente constato.

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Un estratega, a quien no citaré para evitar errar en su atribución, decía:

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“El General vencedor se deshará en elogios sobre el General vencido, lo que incrementará el valor de su victoria convirtiéndola en hazaña.”

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Cuanto mayor es el prestigio del Maestro, mayor es el número de adeptos que se acercan a él intentando encontrar un hueco bajo su sombra, en una carrera por obtener su reconocimiento y poder utilizarlo como tarjeta de visita.

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Consciente de que la Verdad, caso de existir está en muchas partes, no pretendo indicar, ni tan sólo sugerir, un Camino correcto, únicamente someto a consideración la relación conceptual entre educador y educando, sea cual sea el plano de referencia: Maestro-discípulo, profesor-alumno, entrenador-deportista…

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Tampoco podemos obviar la naturaleza del conocimiento que nos ocupa: experimental y de complejo acceso, dado que no hace referencia únicamente a la erudición, requiere también una importante dosis de experiencia directa.

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maestro

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Cierto es que dichas relaciones tienen habitualmente un parámetro económico que puede llevar a confusión, dichos honorarios pueden cubrir ciertas necesidades tanto de uno como de otro, pero nunca tienen como contrapartida ni la posesión del Maestro, ni de su tiempo (pasado, presente o futuro), entre otras cosas porque ambos son impagables. La remuneración tiene por fin hacer viable un proyecto definido y acotado en tiempo y contenido, y dicho vínculo no debería limitarse en ningún caso a un trueque pecuniario a cambio de una colección más o menos abultada de técnicas.

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En 1991, cuando solicitaba del Maestro Hirota, siempre presente, la autorización para compaginar sus enseñanzas con otro estilo de Karate, obtuve una respuesta concisa y esclarecedora:

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“Si es para mejorar tu Karate, adelante….”

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Utilizando sus palabras como acicate y bandera, reafirmo mis convicciones haciendo del Arte un Camino, no un fin; de ahí la preocupación, no únicamente por la corrección técnica, aplicación, estrategia… sino también por aquellos aspectos menos espectaculares pero que ayudan a conformar la esencia del practicante, de ahí la reflexión que planteo.

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Acostumbro a comentar a quienes tienen a bien escucharme, la necesidad de responsabilizarnos de nuestras propias acciones, que estemos inmersos en una sociedad donde el tippex y el corrector de texto sean la norma, no conlleva obligatoriamente que tengamos que comulgar con ese ejemplo. Pedir excusas es una fórmula socialmente aceptada y correcta, pero ni resuelve lo acontecido ni debería servir de justificación para la dejadez o la falta de atención.

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Medir incorrectamente la distancia en un trabajo por parejas puede suponer daños que, caso de llevar armas, pueden acarrear lamentables y letales consecuencias, por lo que el error es un lujo que no nos podemos permitir, no es una opción.

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Ignorar el riesgo no hace nuestra existencia más segura. En ocasiones los no practicantes me preguntan por qué trabajar con una espada real, indagando acerca de lo que consideran inconsciencia al someterme gratuitamente a lo que a sus ojos es una temeridad. Llegado el momento les interrogo acerca del uso que hacen del vehículo y reconocen la nula percepción que tienen al respecto, se ha convertido en algo rutinario, cotidiano, sólo así se pueden explicar la cantidad de cosas que se hacen al volante y que sorprendentemente generan menos contingencias de lo que cabría esperar…


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