Reflexiones de un Shodan

Por Josuá Toledo Reyes
Santa Cruz de Tenerife
Autor de Reflexiones de un Shodan
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¡Saludos a los apasionados de las artes marciales!
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Hoy nos adentramos en el fascinante universo del Aikido, un arte marcial que va más allá de atemis, ukemis y proyecciones, convirtiéndose en una “danza” elegante que ha resistido el paso del tiempo.
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Desde los oscuros rincones del Dojo Kobukan, un laboratorio de movimientos marciales liderado por O-Sensei, donde él y sus uchi-deshis experimentaban con una combinación única de técnicas y filosofía, hasta la fundación del Honbu Dojo en 1931, figuras notables como Koichi Tohei, Morihiro Saito, Gozo Shioda, Seishiro Endo, Kisshomaru Ueshiba dejaron su huella, siendo posteriormente los años 60 los que marcarían la entrada del Aikido en el escenario mundial, abandonando los límites japoneses para convertirse en una sensación internacional.
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El Aikido ha evolucionado como una sinfonía en constante movimiento, convirtiéndose en un arte marcial atemporal. Se podría decir que, como credo de este arte marcial, tendríamos los siguientes puntos, fuera y dentro del tatami:
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• Filosofía Fundacional:
no solo busca la eficacia física, sino que abraza una ideología profunda de armonía y no-resistencia. Morihei Ueshiba, O-Sensei, incorporó principios espirituales y éticos desde la concepción del Aikido, destacando la idea de fluir con la energía del oponente en lugar de resistirla.
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• Enfoque en la Adaptabilidad: La capacidad para adaptarse a diversas situaciones y estilos de lucha lo distingue. La flexibilidad y adaptabilidad son características fundamentales, permitiendo a los aikidokas ajustar sus movimientos según la fuerza y dirección de la energía del oponente.
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• Énfasis en el Desarrollo Personal: A diferencia de algunas artes marciales centradas en la competición, el Aikido prioriza el desarrollo personal y espiritual. Los practicantes buscan mejorar constantemente, cultivando autodisciplina, paciencia y compasión, valores perdurables que trascienden las modas contemporáneas.
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• Aplicación Práctica en la Vida Cotidiana: Los principios del Aikido, como la no resistencia y la resolución pacífica de conflictos, se aplican no solo en el dojo, sino también en la vida diaria. La capacidad para lidiar con situaciones estresantes y mantener la calma en medio del caos son habilidades atemporales.
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• Comunidad y Tradición: La comunidad global de aikidokas forma una red unida por una tradición compartida. A lo largo de las generaciones, la transmisión de conocimientos y la práctica continua han creado una conexión entre los practicantes, estableciendo una continuidad que trasciende las barreras temporales.
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Este “credo” se adapta con el tiempo, transformándose en habilidades que pueden ser usadas en el campo de la psicología, en la resolución de conflictos o en el desarrollo personal. La filosofía de no-resistencia es refugio para aquellos que buscan armonía en el caos, donde el día a día nos consume, o lo intenta, y no nos queda otra alternativa que realizar introspección, convirtiéndonos en seres más reflexivos que reactivos.
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Es curioso cómo las artes marciales, en un principio concebidas para la guerra, fueron extrapolando y combinando todo el aprendizaje marcial con los momentos de soledad y pesadumbre que te da la calma, en los cuales el guerrero más aguerrido se rinde al pensamiento y la meditación, dando origen a un nuevo modo de ver los conflictos y logrando que el lado combativo quede relegado a solo una opción más.
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En estos tiempos modernos, en los cuales la prontitud y la prisa son actitudes de uso diario, reflexiono sobre todas las artes, no solo marciales, e intento posicionarlas en alguna parte del futuro. Aunque me entristezca, me cuesta ver de qué manera puedan perdurar las enseñanzas de cada uno de nuestros maestros si la juventud no acoge en sus mentes y corazones el espíritu del guerrero. Me daría pena que algún día se deformara tanto la enseñanza y práctica de cualquier arte marcial que sus orígenes quedaran como meras anécdotas y recuerdos.
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Así que, guerreros del tatami, sigan bailando la danza marcial hasta hacerla eterna, porque el Aikido, como las demás artes marciales, no es solo eso, ¡sino la expresión sublime de la vida en movimiento!


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