Artes Marciales y ciencia ficción

El Ki: la energía que mantiene unida la galaxia
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Por Pedro Pujante
Doctor en literatura y karateka
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La primera película que me viene a la cabeza cuando pienso en ciencia ficción es La guerra de la galaxias (1977). No está mal recordar que su creador, George Lucas, se inspiró en una película de samuráis, La Fortaleza Escondida (1958), de Akira Kurosawa, para crear su conocida franquicia.
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En Star Wars abundan los enfrentamientos marciales, combates cuerpo a cuerpo protagonizados por guerreros dotados de una energía “sobrenatural”. La “fuerza”, una suerte de energía interior que atesoraban algunos afortunados personajes, se correspondería con esa energía (chi, para los chinos; Ki, para los japoneses) que se cultiva en ciertas artes marciales.
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Según explica el propio maestro Jedi Obi-Wan Kenobi en algún momento la fuerza es lo que le da al Jedi su poder. Es un campo de energía creado por todas las cosas vivientes. Nos rodea, nos penetra, y mantiene unida la galaxia. De un modo análogo explicaba O Sensei Ueshiba, fundador del Aikido, que cuando entendió la naturaleza real del Universo a través del budo vio claramente que los seres humanos deben unir mente y cuerpo y el Ki que conecta los dos y entonces alcanzar la armonía con la actividad de todas las cosas en el universo.
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Para los luchadores de artes marciales tradicionales como el karate o el kungfu hay, a grandes rasgos, dos tipos de trabajo: el interno y el externo. El trabajo externo es el físico y se asocia más a lo duro. El interno hace referencia a lo suave y a la faceta espiritual (meditativa), aunque tiene una clara conexión con el trabajo físico externo: a través de la respiración, la concentración, el control mental, la focalización plena… En Star Wars la “fuerza” es de carácter sobrenatural. Una energía que brota en guerreros que han alcanzado un nivel superior de consciencia. Hay, como en las artes marciales tradicionales, una conexión entre el poder de la mente (o el espíritu) y la fortaleza física. De un modo más evidente podemos ver también cómo el protagonista de Dragon Ball, Son Goku, un extraterrestre que posee poderes, es capaz de concentrar su energía y convertirla en una esfera arrojadiza, al igual que hacen Ken o Ryu del juego Street Fighter, con su conocida Hadōken. Una metáfora de la fuerza o energía que los artistas marciales tratan de alcanzar con su práctica diaria.
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No son pocas las películas de ciencia ficción que han mostrado escenas de acción y lucha a través de coreografías de artes marciales más o menos sofisticadas. Ya sea mediante mano vacía o con armas blancas: espadas, lanzamiento de objetos y otros artefactos. El binomio artes marciales y ciencia ficción también ha sido productivo en videojuegos, algunos famosos como Mortal Kombat, del que devinieron también una serie de películas. Aquí luchadores sobrenaturales y extraterrestres se enfrentan en un torneo en el que se juegan el poder sobre la Tierra. También el conocido actor Nicolas Cage ha incursionado en este subgénero de la ciencia ficción marcial con el mediocre film de 2020 Jiu Justu. Se trata de un cruce entre Depredador y El ninja americano, en el que un extraterrestre baja a la Tierra cada seis años a enfrentarse en un combate cuerpo a cuerpo contra una orden de sacerdotes guerreros.
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Quizá la pieza más icónica del cine del nuevo milenio, en la que ciencia ficción y artes marciales confluyen, sea The Matrix (1999). En ella su protagonista, Neo, debe aprender artes marciales a través de un simulador virtual para poder enfrentarse contra los programas informáticos que amenazan a los humanos. En menos de un minuto la computadora ha logrado cargar en su cerebro los conocimientos necesarios para ejecutar con maestría técnicas que una persona en el mundo físico necesitaría décadas. A los pocos segundos Neo susurra: Ya sé kungfu. A lo que Morfeo le responde: Demuéstralo. Y comienzan un combate, al más puro estilo ochentero de películas chinas de kungfu (saltos en el aire incluidos), dentro de un programa de sparring que prepara a Neo para sus futuras incursiones en Matrix.
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También en Dune existía el Prana-Bindu, una técnica que consistía en un adiestramiento físico y mental que consideraba a todos los músculos y los nervios del cuerpo como una sola unidad. En definitiva, en el Prana-Bindu se resume gran parte de la filosofía y metodología que orientan a las artes marciales: trabajar el cuerpo y la mente de forma unitaria, como si fueran una sola. Para así poder adquirir mayor consciencia de nosotros mismos y potenciar nuestras capacidades, tanto físicas como psíquicas a la hora de entrenar nuestros cuerpos para un combate.
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La ciencia ficción dibuja el futuro, mientras que las artes marciales se anclan en una tradición que nos remite a un pasado ancestral. No obstante, el hombre, varado en el presente, trata de dar forma a su realidad a través de distintas formas artísticas y expresiones corporales. Estos dos ámbitos culturales, tan dispares y tan opuestos, tienen un punto en común. Y ese nexo de unión es nuestro cuerpo y nuestra mente. El conocimiento ancestral de técnicas de lucha y control mental, además de hacernos más fuertes para luchar contra posibles adversarios, también nos ayuda a vislumbrar el futuro para así comprenderlo mejor. La ciencia ficción nos muestra cómo podría ser ese futuro y nos prepara para él. Tal vez sea necesario reflexionar y tratar de conectar nuestros conocimientos más antiguos con las visiones más futuristas de nuestra sociedad para vivir de un modo más consciente nuestro presente.


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