Por Cristina Martín
cristinamacaxeira@gmail.com
¿Alguna vez has sentido curiosidad al ver una roda de Capoeira en la calle? ¿Llevas años queriendo jogar Capoeira y no te has atrevido? ¿Has tenido el valor de probar una primera clase y te ha invadido el pánico al intentar hacer una simple ginga? ¿Te has sentido torpe?
Cualquier capoeirista contestaría sí a todas o casi todas estas preguntas. Y no sólo cuando es alumno principiante, sino con cierta frecuencia. Esta sensación es mucho más normal de lo que creemos.
Sabemos que parece complicado. Sobre todo porque cuando vemos una exhibición, son los Mestres y Contramestres a ser los protagonistas, los alumnos que más malabares hacen y mejor condición física lucen. Y claro, luego, cuando nos ponemos manos a la obra, las comparaciones son odiosas. Nos olvidamos de los años que estas personas llevan practicando, de las horas que entrenaron, de todas las veces que cayeron antes de hacer esos movimientos para nosotros imposibles.
Esto no nos debe desmotivar, pues la Capoeira también es apta para “torpes”. Mestre Villar, como muchos otros, lo dice con contundencia: “¡Lo único que se necesita es tener ganas y que te guste!”
El que no es bueno en acrobacias puede ser muy bueno en el juego del engaño; a la persona alta se le dará peor el juego de suelo, pero tendrá ventaja al tirar una patada; quien tiene alguna lesión podrá seguir cantando o tocando. De esta manera encontraremos nuestro sitio dentro de la Capoeira por muy torpes que seamos. Y si además, queremos superar un gran reto, podremos entrenar justo en los aspectos más flojos a fin de ser más completos.
A la falta de tiempo para entrenar se le une el miedo y la inseguridad. Es habitual que nos llegue el desánimo. En realidad no hay secretos, ni se llega por arte de magia, pero quizás con alguna receta más sencilla, que nos proporcionan los profesores y compañeros, obtendremos los primeros recursos para empezar a divertirnos siempre que contemos con ingredientes como la pasión, la constancia y entrenamiento. Y poco a poco superaremos las situaciones de bloqueo más habituales y podremos ir ampliando nuestro repertorio de movimientos, mandingas y músicas.
Son los mejores profesores, a mi entender, los que nos transmiten su entusiasmo y que con una cierta metodología y muchos “truquillos” consiguen que cualquier persona que se quiera iniciar en este arte marcial progrese y disfrute, a la vez que los alienta diciendo “muy bien!”.
Los compañeros, con sus explicaciones mundanas, sus trucos de amateur, sus historias sobre errores son esenciales también. Es esa inevitable manera de consolarnos al saber que no somos el único ni el más torpe, sino uno más y que es parte del proceso…
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