Costumbres y tradiciones de Japón: Espíritu de adaptación

COSTUMBRES Y TRADICIONES DE JAPÓN
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Espíritu de adaptación
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Por José Antonio Martínez-Oliva Puerta (obras publicadas)
Profesor de japonés, 5º Dan ZNIR iaidô MJER
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A muchos les parecerá una paradoja que en Japón, uno de los países pioneros en digitalización y robótica del mundo, prevalezca todavía un sistema de trabajo “presencial” en el entorno de una empresa con tintes paternalistas. Y tal vez sea ciertamente extraño que esto sea así. El sistema de trabajo actual se basa en los principios de Nenkô jyoretsu (쾨묘埼죗) o “antigüedad” y Shûshin koyô (終믹痰) o “contratación de por vida”. Estos dos pilares sobre los que se sustenta su sistema laboral dan lugar a contrataciones masivas de personal en una época determinada y a una extensa serie de normas de conducta que van desde cómo preparar un curriculum vitae en el modelo correspondiente, hasta cómo relacionarse con los compañeros. La empresa hasta ahora venía siendo esa institución que casi sustituía a la familia y que velaba celosamente por el bienestar de sus miembros. Este sistema sin duda que cuenta con grandes ventajas, como por ejemplo la reubicación de empleados que se ven afectados por el cierre de una sección o el espíritu de unidad que hace que el objetivo empresarial sea compartido por todos.
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Durante muchos años, la aspiración de todo joven japonés era la de entrar en una buena compañía y a partir de ahí comenzar a ascender desde la base, subiendo escalones con esfuerzo y disciplina hasta su jubilación. Tal es el diseño propio de una sociedad que, como siempre hemos dicho, se basa en la cultura samurái. Las 5 virtudes de Confucio, jin, gi, rei, chi, shin (훗儀쟉列斤) (Benevolencia, rectitud moral, cortesía o respeto, conocimiento y confianza) estaban de esta manera presentes en la propia organización del trabajo.
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Otro aspecto importante es el referido a la responsabilidad en la toma de decisiones mancomunadas. La forma de ser de los japoneses, inculcada desde muy jóvenes en sus escuelas, les anima a buscar la perfección, a pulir los fallos para conseguir siempre los mejores resultados. De ello hablé en otro artículo de esta serie sobre el término Kaizen. Son muy habituales las reuniones continuas y el registro de la propia actividad, para de esa manera ir mejorando en los procesos empresariales correspondientes.
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Pues bien, todo esto que he descrito y que tan buenos resultados ha dado tanto a nivel productivo como de un altísimo porcentaje de ocupación, parece que está a punto de cambiar. O por lo menos eso es lo que se desprende de la irremediable y masiva incorporación del teletrabajo como consecuencia de la pandemia de la COVID-19.
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Se empieza a hablar ya en Japón del que ellos denominan Job gata koyô. Este nuevo modelo laboral vendría a terminar con su tradicional contratación masiva y formación desde la base, para centrarse en las habilidades concretas de los aspirantes y el cumplimiento de objetivos incentivados. El empleo pasaría a fundarse de manera exclusiva en un contrato, dejándose en un segundo plano la relación que hasta ahora existía entre empresa y trabajadores. De esta manera, por ejemplo, ya no se sentiría la necesidad de reubicar a nadie si su sección no es productiva, quedando en el paro y teniendo que buscar otra compañía. Quizás este sea el principio del fin de la tradicional Kaisha y de su peculiar estilo de funcionamiento.
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Por otro lado, eso hace que la formación continua, que hasta ahora se recibía siempre en el núcleo de la propia compañía, se tenga que empezar a buscar fuera, pasando paulatinamente de una conciencia de grupo a sentido más individual del trabajo, tal como sucede en Occidente.
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Se impone, por tanto, adaptarse a los nuevos tiempos y abandonar poco a poco métodos, que si bien han funcionado muy bien, son incompatibles con la “nueva realidad”. La adaptación al cambio y el sentido pragmático son, sin embargo, características que desde siempre creo que ha demostrado la sociedad japonesa. En budismo Zen se habla de la idea de ryûsui fuboku (직彊륫컁) (el tronco que flota sobre el agua que fluye) o Kôun ryûsui (契雲직彊) (las nubes avanzan, el agua fluye), la cual enfatiza la importancia de adaptarse a los tiempos y a cualquier circunstancia. En este punto coincide con el pensamiento taoísta chino y Lao Tsé que ya hablaba del principio de no oposición y de dejar que las cosas transcurran de manera natural Shunqi ziran (糠페菱횔).
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Una breve historia Zen, recogida en 1252 en el Gotô Egen (巧됐삔禱) pone de relieve lo importante que resulta no obstinarse en algo que no se puede conseguir y continuar trabajando dejando que todo fluya. La fábula se titula Haku-un mizukara kyoraisu (겜雲菱ㅹ혼윱ㅉ) que se podría traducir como: “las nubes blancas llegan por sí solas”. Cuenta esta historia que unos campesinos trabajaban el campo en pleno verano bajo un sol de justicia y vieron a lo lejos una enorme nube blanca que proyectaba su sombra sobre el suelo. Comenzaron entonces a llamarla dejando de trabajar, pero, obviamente, la nube siguió su curso y no se les acercó…


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