Costumbres y tradiciones de Japón: Tsukimi – Contemplando la luna

COSTUMBRES Y TRADICIONES DE JAPÓN
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Tsukimi – Contemplando la luna
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Por José Antonio Martínez-Oliva Puerta (obras publicadas)
Profesor de japonés
Escritor sobre cultura japonesa

5º Dan Iaidô Musô Jikiden Eishin Ryû ZNIR
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La admiración por nuestro satélite natural no pertenece exclusivamente a la cultura japonesa. Sin embargo, en aquel país, al igual que en la China continental o en Taiwán, es costumbre arraigada contemplarla en la estación del año en la que luce más brillante y grande de lo habitual. Según el antiguo calendario lunar, coincidiendo con lo que antes se consideraba el día 15 del mes de agosto, se celebraba la festividad de Jûgoya. Actualmente, tal efeméride varía dependiendo del año entre el 15 y el 25 de septiembre. Durante esas fechas cercanas al equinoccio de Otoño la luna cautiva las miradas de los japoneses, siendo tradicional contemplarla (Tsukimi) al igual que se hace en primavera con la floración del cerezo (Hanami).
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Los cambios de estación han sido desde siempre de vital importancia para los agricultores. En Japón, tales cambios se acentúan especialmente, dando lugar a costumbres, folklore y gastronomía típica de cada época del año. En el caso de Jûgoya se manifiesta ese especial halo de misterio que ha rodeado siempre a nuestro satélite natural, cambiante en su apariencia e influyente en los fenómenos atmosféricos tan entrelazados y determinantes de las buenas cosechas.
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Richard Nolle relacionaba incluso el fenómeno de la súper luna con desastres naturales como terremotos y erupciones volcánicas. Mito o realidad, lo cierto es que el gran terremoto y tsunami de Tôhoku de 2011 se produjo pocos días antes de este fenómeno, estando la luna en su perigeo.
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Durante el periodo Heian (794-1185) se comenzó a practicar entre la nobleza la contemplación de la luna, aunque no se extendió dicha costumbre al pueblo llano hasta el periodo Edo (1603-1868), del cual son los populares Tsukimi-dango, dulces que todavía se siguen consumiendo y que se ofrecían a la luna para rogarle por una buena cosecha, ornamentados con la planta del susuki (Miscanthus sinensis). Otros adornos para la ofrenda a la luna son las denominadas Aki no nanakusa (las 7 hierbas de Otoño), seleccionadas especialmente para su contemplación debido a su belleza y que ya aparecen recogidas de manera poética en el Manyôshû. Estas 7 plantas son: hagi, obana, kuzu, nadeshiko, ominaeshi, fujibakama y kikyô. También es habitual realizar ofrendas de satoimo (pituca) y diversas frutas. Precisamente, los orígenes de las ofrendas a la luna se centraban especialmente en rogar por una buena cosecha de tubérculos, de ahí que el satoimo no pudiera faltar nunca.
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También es costumbre en Japón durante estas fechas, aunque en este caso con una clara influencia China, consumir los dulces de luna o Geppei (Yuèbîng en mandarín) con sus diversos tipos: de nueces, sésamo negro, castañas, etc.
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Pero la luna no es solamente objeto de admiración y de ofrendas en Japón, sino que al igual que en otras culturas del mundo, aparece en diversas leyendas como un lugar mágico e inalcanzable donde habitan seres extraordinarios.
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Podemos citar, por ejemplo, la leyenda (Mukashi banashi) de Kaguya hime, de la cual hablo en mi libro Japón, país de misterio (Ed. Alas 2019), y de la que hay diversas interpretaciones. El retorno a su auténtico hogar, la luna, por parte de la protagonista del cuento en una carroza celestial proyecta una aureola de misterio sobre el significado oculto de dicha fábula. Cuento infantil, enseñanza moral o quién sabe si descripción alegórica de hechos fantásticos, lo cierto es que añade una capa más de fantasía a la mística y enigmática figura celeste.
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Hablando de la figura de la luna y de fantasía no nos podemos olvidar del llamado Getto o Gyokuto, que literalmente significa “conejo lunar”, famoso tanto en China como en Japón. Este animal fantástico contrasta con el Kin’u o “cuervo solar”, que habitaría por su parte nuestro astro rey. El origen de este ser proviene de la sombra de la luna, parecida a la de un conejo que parece tener un mortero. En China se dice que con este instrumento se golpean los ingredientes para conseguir un elixir de la inmortalidad, mientras que en Japón se representa al conejo machando mochi o pasta de arroz. En cuanto a su origen hay que remontarse a la India y a las leyendas budistas compiladas en el Konjyaku monogatarishû o “Antología de cuentos antiguos”. Aquí se narra cómo en cierta ocasión un zorro, un mono y un conejo querían ayudar a un pobre anciano que vagaba hambriento por la montaña. El mono recogió todas las ramas de árboles que pudo, el zorro pescó peces en el río y el conejo, por mucho que se esforzaba no lograba ofrecer nada a aquel viejo desvalido, por lo que decidió inmolarse él mismo y dar de comer con su carne al vagabundo. Conmovido por aquella acción, aquel anciano, que era en realidad Taishakuten (Sakra o gobernante del paraíso) se mostró en su apariencia real y para que el gesto de aquel conejo fuera recordado por las generaciones futuras hizo que ascendiera hasta la luna grabando su figura en la misma.
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La luna en el budismo aparece también como símbolo de inmutabilidad, de quietud interior ante los embates de la vida. Célebre es el Zengo (proverbio zen) que dice: Happû fukedomo dôzezu, Teppen no tsuki (La luna en lo alto del cielo permanece inmutable a los 8 vientos). Original del Kanzan (Hanshan en chino), poeta de finales de la dinastía Tang (618-907), esta frase hace referencia a la importancia de permanecer inalterable antes los 8 vientos del budismo: Ri (cuando conseguimos nuestros deseos), Sui (cuando las cosas no salen cómo deseamos), Ki (cuando hablan mal de nosotros a nuestras espaldas), Ki (-con distinto kanji– cuando hablan mal de nosotros directamente), Yo (cuando nos alaban en la sombra), Shô (cuando nos alaban directamente), Ku (cuando atravesamos experiencias duras) y Raku (cuando experimentamos situaciones agradables). Por encima de todas circunstancias permanece la luna, con su dualidad de Fudôshin o imperturbabilidad y Heijyôshi o permanencia…


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