El misterioso arte de los gatos

AULA DE INSPIRACIÓN:
Manteniendo vivas las enseñanzas de Hatsumi sensei
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Por Masaaki Hatsumi
Del texto El ninja moderno (Seigan Ediciones)
Sección adaptada, dirigida y supervisada por:
Pedro Fleitas González (Bujinkan Shitenno Daishihan)
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Al primer gato que llegó a nuestra casa le pusimos por nombre Mimi. Tal vez sea porque no tenemos hijos o quizás simplemente no hay una razón especial, pero lo cierto es que a los pocos días mi mujer estaba fuertemente prendada del recién llegado.
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Algunos días después mi mujer tuvo que salir a resolver unos asuntos y, por primera vez, me vi en la obligación de quedarme yo solo al cuidado de Mimi. Con el tiempo, Mimi, que era hembra, tuvo familia, un gatito al que llamamos Sabu, un hermoso ejemplar que recorrió China y Japón recogiendo todo tipo de premios y trofeos, llegando incluso a ser nombrado Gran Campeón. En aquella ocasión mi mujer lloraba a lágrima viva (casi llegué a pensar que no le quedarían lágrimas después de aquello). Cuando llegó el momento de recoger el premio ante el jurado, mi mujer tenía el rostro cubierto de lágrimas y, sin poder articular palabra, no dejaba de secarse con un pañuelo empapado, mientras yo a cierta distancia observaba la escena boquiabierto. Unos meses más tarde, un famoso club internacional de amantes de los gatos, del cual mi mujer era miembro desde hacia tiempo (desde la llegada de Mimi) me propuso ser el vicepresidente de dicha asociación.
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Sin que el gato fuera precisamente ninguna vaca sagrada del famoso templo Zenko-ji, me vi en la curiosa circunstancia de aceptar el cargo para, sorprendentemente, llegar a desenvolverme con naturalidad en mi nuevo papel. Hay quienes califican la vida de los ninjas igual que la de los perros u otros animales, pero es indudablemente cierto que en el caso de los amantes de los animales, las mascotas viven mucho mejor que los que dicen ser sus amos. Además, no podemos olvidar que, a diferencia de los humanos que traicionan fácilmente sin demasiados escrúpulos, un animal nunca te la va a jugar por dinero ni esconde otro interés en su relación, con lo cual debemos reiterar nuestra más sincera admiración hacia estos auténticos amos de la casa.
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Desde muchos puntos de vista distintos se ha escrito y todavía se conservan numerosos libros donde se ve la relación entre el gato y el Budo. Existe (en el mercado japonés) un hermoso tratado de artes marciales donde la esencia del arte está basada en los movimientos de dicho animal. Este libro, considerado como uno de los pilares básicos para cualquier artista marcial, todavía se puede conseguir en algunas librerías de Tokyo. Trata de las conversaciones entre dos gatos; uno viejo y otro joven que se pasan la noche hablando sobre el mundo del Budo. En un momento determinado, cuando hace referencia a la escuela Musashi, aparece el siguiente comentario:
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Se dice que cuando Miyamoto Musashi andaba por las ciudades de Akaishi y Suma y se acercaba a algún centro urbano, rechazaba recorrer las calles principales, prefiriendo pasar por caminos vecinales, senderos alejados de las gente, por caminos donde nadie pudiera reconocerle. Al llegar a la ciudad de Yamada, o quizás fue en Mitsuki, paró a descansar en una vieja tienda de té donde pensaba reponerse del largo viaje. Después de comer algo se tumbó en el banco que había junto a la mesa y se puso a mirar el cielo azul del mediodía del otoño, en ese momento observó que en el tejado de la vieja tienda de té, un viejo gato hacía lo mismo; se adormilaba cómodamente bajo los débiles rayos del sol otoñal. En ese momento, varias moscas revoloteraron furiosas delante de ellos y desaparecieron de la vista de Musashi, algo grande y oscuro describía amplios círculos en el alto cielo. En un abrir y cerrar de ojos aquel enorme pájaro se lanzó en picado hacia donde reposaba confiado el viejo gato y justo en el instante en que aquellas garras se disponían a coger a su inocente presa, el viejo gato saltó ligeramente del tejado al suelo, delante de Musashi, a la vez que el halcón remontaba el vuelo graznando furiosamente. Se dice que de este modo Musashi alcanzó a entender la verdadera naturaleza del Budo.
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Para entender esta práctica se deben amontonar varias piezas de tatami, una vez dispuestas, desde la parte más alta hay que dejarse caer rodando para levantarse de nuevo, así una y otra vez hasta que dominemos este movimiento, después se ponen más piezas que en el anterior ejercicio y en esta ocasión nos dejaremos caer de lado y de espaldas. Cuando pasado el tiempo y después de mucho entrenamiento lleguemos a dominar perfectamente esta caída, pasaremos a hacer el ejercicio más completo: desde una mayor altura dejaremos que un compañero nos empuje y rodaremos desde cualquier posición a la vez que buscamos el hueco, el punto débil para golpear en nuestro compañero.
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La escuela Musashi Ryu-Tai-Jutsu hace uso de esta técnica: cuando el rival nos lanza y confía en dar por terminado el combate es cuando aprovechamos para golpearle en su punto mas débil. Recuerdo que el maestro Takamatsu repetía numerosas veces que el famoso Sugata Sanshiro había rodado mucho desde lo alto del tatami.
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Se repite hasta la saciedad que Miyamoto Musashi nos dejó el libro llamado de los cinco anillos, y si se tiene por cierto todo lo que en él se nos narra, fácilmente se puede llegar a la conclusión de que el famoso autor sólo parece preocupado por el modo en cómo vencer a su adversario. Es cierto que no se puede concebir un arte marcial en el cual no se tenga en cuenta el enfrentamiento con un adversario determinado pero, si el objetivo primordial pasa a ser ganar a cualquier modo, el Budo deja de ser un arte y se convierte en pura violencia sin más. No es necesario repetir que para conseguir dominar una técnica determinada, hay que hacerla nuestra repitiéndola una y otra vez hasta que de un modo natural forme parte de nosotros. Para ello se necesita una mínima fuerza física, conocer la técnica y poseer una fuerza mental que nos ayude a reunir estos elementos en uno solo, de lo contrario será imposible alcanzar una verdadera victoria.
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En una ocasión el maestro Takamatsu se hallaba pintando un cuadro en el cual un gato jugaba caprichosamente con una mariposa antes de matarla. El insecto revoloteaba desesperadamente intentando escapar de las zarpas gatunas, el maestro Takamatsu escribió debajo: traspasarlo en cuerpo y alma


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