Hong Kong. Entre tradición, técnica y hermandad. Un viaje al corazón del Wing Chun

Por Sifu Emilio Pérez Perals
Miembro permanente e instructor certificado por la VTAA de Hong Kong
Instructor principal de Wing Chun Kung Fu Almería
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Tras meses de preparación e ilusión, por fin llegó el momento de comenzar nuestro viaje a Hong Kong. Salimos desde Málaga con destino a Doha, donde haríamos escala antes de llegar a nuestro destino final.
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Llegamos a Hong Kong de noche, con la ciudad brillando bajo nuestras miradas cansadas, pero emocionadas. No queríamos perder ni un minuto, así que, después de un emocionante viaje en Taxi como una película de Kungfu de los años 80, nos lanzamos directamente a conquistar una de las postales más conocidas de la ciudad: el Pico Victoria.
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El mirador estaba prácticamente vacío. A nuestro alrededor, un silencio sereno envolvía el paisaje. La noche estaba envuelta por un aire tibio, húmedo, y caían unas finas gotas de lluvia que apenas se notaban. Caminamos por la famosa calle de Lugard Road, un sendero que serpentea alrededor del pico y que ofrece vistas espectaculares. Desde allí, la ciudad se abría como un abanico de luces flotando sobre la bahía: rascacielos relucientes, barcos cruzando el agua como luciérnagas, y el bullicio lejano amortiguado por la altura y la niebla ligera.
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Fue un momento de absoluta conexión tras tantos meses de preparación, con la lluvia suave, el calor nocturno y la inmensidad de Hong Kong a nuestros pies.
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Primer contacto:
Ving Tsun Athletic Association y Sifu John Wong
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El día siguiente lo dedicamos a aclimatarnos y a prepararnos para lo verdaderamente importante: nuestro primer encuentro con el Wing Chun en su lugar de origen. Por la tarde nos dirigimos al barrio de Mong Kok, una de las zonas más vivas y auténticas de Hong Kong. Allí, en la parada de Prince Edward, nos esperaba un viejo amigo y maestro. El reencuentro con Sifu John Wong Hong Chun, hijo del maestro Wong Shun Leung, fue el inicio simbólico de nuestro camino en la cuna del Wing Chun moderno. En ese local modesto de Noodles pero lleno de historia y sabor, pudimos disfrutar de una cena deliciosa que nos conectó directamente con la cultura local.
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Tras la cena nos condujo a la Ving Tsun Athletic Association (VTAA). Entrar allí fue como atravesar un umbral invisible: paredes cargadas de historia y años de entrenamiento, el busto de Yip Man, el cartel de la asociación y el viejo Muk Yan Jong que parecía observarnos en silencio tras décadas en donde el tiempo parece congelarse, un auténtico legado que se mantiene casi intacto a su creación por el GM Yip Man en 1967.
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Allí tuvimos la oportunidad de intercambiar brazos con practicantes de primera generación de Wong Shun Leung, entre ellos el mítico Ko Lo, quien a sus más de 70 años sigue entrenando con una constancia admirable. También compartimos Chi Sau con Sihing Abalone o Sihing Sum Leung, con un nivel técnico extraordinario, capaces de refinar y perfeccionar cada detalle.
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Allí comprendimos cómo el sistema WSLVT se rige por tres pilares fundamentales: la efectividad inmediata en la aplicación, la sencillez en cada movimiento —libre de adornos o complicaciones innecesarias— y un entendimiento claro y lógico de cada principio. El entrenamiento no era un acto teatral ni una clase formal, sino un trabajo constante de repetición, corrección y fluidez. Movimientos limpios, economía de acción, precisión absoluta en los desplazamientos y un Chi Sau ejecutado con naturalidad, sin artificios, pero cargado de control. Ese ambiente tan directo y sincero nos permitió no solo mejorar técnicamente, sino también sentir de forma palpable la esencia más pura del legado de Wong Shun Leung.
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Desde el primer minuto nos sentimos acogidos como parte de la familia. Sihings y compañeros nos corrigieron con paciencia, compartieron detalles técnicos y nos empujaron a mejorar. Ese espíritu, de máximo nivel y humildad al mismo tiempo, es quizás la mejor definición de la VTAA.
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El Old School Ving Tsun
de Sifu Li Hang Cheung

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Después de la visita a la VTAA, el viaje nos llevó a un escenario muy distinto, oculto entre naves industriales en Kowloon Bay: la escuela de Sifu Li Hang Cheung.
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Desde hacía meses esperábamos este momento, conscientes de que no sería un simple entrenamiento más, sino el inicio de una etapa en nuestro camino marcial.
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Nada más llegar, Sifu nos presentó a nuestros Sihings: Shun y Chun, quienes nos brindaron una atención constante y sincera, entrenando a nuestro lado con amabilidad y humildad, compartiendo su experiencia con generosidad y mostrándonos en cada movimiento el verdadero espíritu de hermandad del Wing Chun; la transmisión del arte no se reduce a la técnica, sino que incluye la actitud y la forma de relacionarse con los demás. Su calidad técnica y marcial, su dominio del sistema y los conceptos ha tenido una gran influencia en nosotros.
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Los primeros días fueron una inmersión en las bases: revisar estructuras, limpiar vicios, fortalecer la raíz y comprender que, sin una base sólida, todo lo demás se derrumba; cada corrección de Sifu Li estaba cargada de sentido y nos recordaba que en este camino nada puede darse por hecho. Con el paso de las jornadas, el trabajo fue abriéndose hacia el Chi Sau y los conceptos de combate, un terreno donde la presión, la intención y la capacidad de adaptación se convierten en la verdadera medida del practicante.
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Los entrenamientos superaban las cinco horas diarias, con una exigencia que ponía a prueba el cuerpo y la mente: el sudor empapaba el suelo, los antebrazos se llenaban de moratones y los choques de nuestros brazos, dejaban pequeños rastros de sangre, pero junto al cansancio y el dolor aparecían las sonrisas, la complicidad y la alegría de saber que estábamos viviendo algo único y genuino.
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Lo que más nos impactó del método de Sifu Li fue la claridad técnica y conceptual con la que abordaba cada aspecto: el Chi Sau no era un juego ni una mera repetición de patrones, sino un auténtico campo de pruebas donde cada contacto se convertía en una conversación técnica; la estructura corporal no era algo rígido ni decorativo, sino un soporte vivo que debía sostener la presión de manera funcional y simple, eliminando todo lo superfluo; y cada corrección, lejos de pedirnos una copia mecánica, buscaba hacernos entender el por qué de cada gesto, impulsándonos a reflexionar y a razonar.
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Él mismo lo expresó en una frase que aún resuena con fuerza en nosotros: WSLVT no es un estilo, no es un sistema, es una forma de pensar. Y así fue cómo comprendimos que más allá de la técnica y la dureza del entrenamiento, lo que verdaderamente marcaba la diferencia era el ambiente humano. Sifu es una persona amable, risueña, humilde y divertida, estamos realmente ansiosos de nuestro próximo reencuentro con el que será muy pronto! Gracias Sifu!
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Visita a Sifu Chan Kim Man
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Otro de los momentos memorables de nuestro viaje fue la visita a Sifu Chan Kim Man, alumno de primera generación y asistente de Wong Shun Leung. Nos dirigimos hasta su escuela alojada en los Mids-levels de la Isla de Hong Kong donde Sifu Chan Kim Man junto a sus alumnos, nos recibió con una fraternidad extraordinaria. No solo compartió con nosotros valiosos consejos técnicos, sino que también nos transmitió la importancia de mantener la esencia del Wing Chun y el legado de su maestro con humildad y cercanía, aspectos como Daan Chisau, Tan Sao Seoh Mah, Poon Sau… fueron refinados por su calidad marcial. Sin duda un top y una figura de máximo respecto, estamos muy agradecidos por su ayuda.
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Durante nuestros casi doce días en Hong Kong tuvimos la fortuna de empaparnos de la cultura y tradición de una ciudad que guarda tesoros escondidos de incalculable valor, desde templos y rincones históricos hasta museos dedicados a Bruce Lee, como el Heritage de Hong Kong y que ningún admirador de El Pequeño Dragón debería perderse. Más allá de estas visitas, lo que permanecerá para siempre en nuestro recuerdo son los momentos de tributo y respeto a las raíces de nuestro arte. Con mis alumnos y mi amigo Philippe, discípulo de Sifu Joel Lee en Singapur, nos dirigimos hasta Fanling para rendir homenaje al Gran Maestro Yip Man. A pesar de la humedad y los mosquitos, fue un instante solemne y profundamente emocionante que nos conectó con la esencia misma del Wing Chun.
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Uno de los momentos más trascendentales de este viaje, y que supuso el broche final de esta aventura, fue rendir homenaje en la tumba del maestro Wong Shun Leung. Nuestro sincero agradecimiento a Sifu John Wong, su hijo, por su compañía y guía en un día tan significativo para todos nosotros que nunca olvidaremos.
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Volvemos de este viaje inolvidable con la energía renovada y con el compromiso firme de seguir transmitiendo esta tradición con la seriedad y el respeto que merece. Hemos dejado marcados en nuestro corazón instantes irrepetibles que nos acompañarán siempre. Esta aventura no es un final, sino un punto de partida hacia nuevos encuentros, nuevas experiencias y nuevas metas que, sin duda, llegarán muy pronto…


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