Jôkamachi y Yashiki. Barrios y residencias samurái

Por Luis Nogueira Serrano
Presidente European Bugei Society
Fûryûkan Bugei Dôjô
www.bugei.eu
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Si en el artículo anterior (El Budoka 2.0 nº 74) introducimos el chikujôjutsu, el arte de la construcción de castillos, continuamos en esta ocasión con dos de elementos que formaron parte singular de la configuración urbana de las localidades feudales (y también de sus defensas) como son los barrios castrenses jôkamachi (lit. distrito bajo el castillo) y, consecuentemente, la propia distribución de las viviendas samurai, yashiki (lit. residencia, mansión).
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Recordaremos del pasado artículo que la planta del castillo, nawabori, se conformaba a través de diversos anillos maru que suponían las capas de protección de una fortaleza hasta llegar hasta su última defensa. Los enemigos debían penetrar en cada una de estas capas para poder conquistar el bastión. A diferencia de las ciudades amuralladas europeas, las japonesas dejaban la zona residencial fuera de las murallas del castillo. Apriorísticamente pudiera parecer que esto es una exposición grave a posibles ataques, pues el enemigo tendría fácil campamento y protección en las propias residencias a los pies del castillo. Sin embargo, estas barriadas aledañas a las murallas se diseñaban como una capa externa de protección y en sinergia con las propias defensas del castillo, formando parte de su sôgamae (lit. guardia completa).
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Se estima que prácticamente la totalidad de los castillos existentes durante el Sengoku Jidai y el periodo Edo contaban en sus inmediaciones con este tipo de poblaciones, habiéndose contado un total de casi 300, cifra no descabellada teniendo en cuenta que más de la mitad de las localidades con una población actual superior a 100.000 habitantes tienen orígenes feudales. Resulta paradójico que, mientras que muchos castillos fueron desmantelados durante la restauración Meiji, estas barriadas no sufrieron el mismo destino dado que en el s. XIX todavía eran viviendas de las propias familias que las poseían, sin embargo, hoy día apenas quedan unas pocas barriadas dignas de mencionarse. Esto se debe a que no han gozado de una protección de edificio histórico y los propietarios a lo largo de las décadas decidieron demoler y edificar nuevas y modernas viviendas sobre el antiguo suelo. Afortunadamente, las dimensiones parcelarias establecidas para las residencias de samurai de clase media es muy similar a los requerimientos espaciales que puede tener una familia contemporánea y, por tanto, la traza urbana se ha mantenido casi intacta sin tener que recurrir a reparcelaciones. Por ello, aún hoy, se pueden descubrir en muchos barrios aledaños a castillos elementos defensivos, a pesar de que las residencias no acompañen la estética medieval que las hizo configurarse, refiriéndose a estos barrios como koedo (lit. pequeña Edo) o shokyôto (lit. pequeña Kyôto) si dispone de elementos reminiscentes a la antigua Edo o pretéritos, respectivamente.
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Jôkamachi y Yashiki. Barrios y residencias samurái

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Mientras que los castillos, como vimos, eran edificados normalmente sobre promontorios que permitían obtener una ventaja de cota, y próximas a ríos que ofreciesen por sí mismos la protección de sus fosos, o mediante pequeñas obras de ingeniería militar desviaran parte de su cauce para generar una protección perimetral, estas poblaciones se asentaban necesariamente sobre terrenos aluviales adyacentes a la cuenca del río. La tipología habitual en el Japón occidental era hacerlo sobre estuarios o deltas kawaguchi o kakô y en oriente nipón sobre terrazas aluviales kagandankyû, aunque también se pueden encontrar un tercer tipo entre los que se encuentran en las inmediaciones de lagos, koshô.
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Tal como indicamos, estas villas castrenses se estructuraban con los barrios samurai, samuraimachi, en las proximidades de las murallas de las entradas del castillo, donde daban servicio, y donde serían última defensa antes de la muralla contra invasiones. Estas propiedades eran lo suficientemente espaciosas para poder alojar a sirvientes e incluso disponer de una zona de cultivo saien (lit. granja de vegetales), diferente al propio jardín teien, que tenía también funciones defensivas, como veremos más adelante en el artículo.
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Inmediatamente después de los barrios samurai se situaban los ashigarumachi. Recordamos que los ashigaru (lit. pies ligeros) se trataban de mercenarios contratados temporal o indefinidamente para engrosar las filas de los ejércitos, así como para servir de mano de obra en tareas como mantenimiento del castillo o patrulla, pero que no tenían un estatus (ni tampoco el equipamiento) de los samurai. Estos distritos se caracterizaban por edificaciones menos profundas y alargadas llamadas nagaya (lit. casa alargada) donde los ashigaru vivían en modestos apartamentos, kumiyashiki, sobre todo comparados con las mansiones de las altas clases, pero suficientemente amplios para que les conviniera su condición.
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Todavía hoy, muchos distritos se corresponden con nombres que indican la pertenencia original a uno u otro de estos barrios. Por ejemplo, nombres como sange (lit. pie de la montaña), kamiyashikimachi (lit. barrio alto de residencias samurai), shitayashikimachi (lit. barrio bajo de residencias samurai), son viejos barrios samurai, mientras que banchô (lit. barrio de guardias), yuminochô (lit. barrio de arqueros) o teppôchô (lit. barrio de arcabuceros), son ejemplos de distritos de ashigaru.
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Con el fenómeno urbano que se desarrolló alrededor de las fortificaciones medievales surgió la clase de los chônin, ciudadanos (habitantes de las ciudades), dedicados principalmente a la producción artesana y comercio. Éstos se situaban en barriadas chôninchi más alejadas de la fortaleza, divididos por gremios, como los barrios de herreros kajimachi, los de sastres gofukumachi, los carpinteros daikumachi, entre otros. Las características de estas edificaciones son estrechas y alargadas para ubicarse apropiadamente alrededor de la vía principal, llamándose a esta configuración unagi no negoto (lit. cama de anguila). Disponían de 2 plantas (baja y alta), dedicando la planta superior a almacén únicamente.
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En el perímetro de los anteriores se encontraban los distritos de los templos teramachi que formaban parte de la última línea más de defensa. Los recintos vallados de los templos con grandes pabellones y varias edificaciones distribuidas en toda la planta hacían de un lugar idóneo para ordenar las defensas, ocultar tropas, patrullar, apostar tiradores para detener al enemigo.
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Además, era habitual disponer de un canal o foso exterior sotobori que circunvalara la totalidad o parte de los anteriores, a forma de una primera muralla que funcionara como primer obstáculo a los invasores y los condujera a los puntos de acceso más convenientes para limitar su iniciativa. Estos fosos también podían disponerse por los propios barrios, haciendo que los accesos principales a las propiedades se tuvieran que realizas sobre una pasarela sobre el canal, dificultando más el acceso inadvertido sobre las residencias.
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La planificación urbana de estas ciudades no se limitaba a una gradación de propiedades o clases en función de la proximidad al núcleo, sino que la traza se diseñaba especialmente pensando en la hipótesis defensiva. Es por ello por lo que la parcelación no era fruto de factores aleatorios, sino que contaba con un plan maestro que desplegara los elementos defensivos para menguar la velocidad y capacidad de invasión. Entre estos elementos se encuentran las calles sin salida fukurokôji (lit. calle pequeña en bolsa), quiebros repetidos en calles kaimagari (lit. giro de llave) que hacían la función de parar la iniciativa del atacante, acumulando y bloqueando tropas invasoras en una pequeña superficie (en ocasiones se llama a esta técnica kuichigai, pero es más correcto referirse de esta forma a los taludes en quiebro antes de las puertas de las murallas de los castillos) o las bifurcaciones teijiro (lit. bifurcaciones en T), o dontsuki (ocasionalmente referido también a la parcela que conduce a bifurcar), para obligar al enemigo a dudar entre qué ruta tomar o, incluso, separar sus fuerzas. Con todo ello se construía una suerte de laberinto que los invasores debían desentrañar enfrentando tropas defensivas tanto en las calles, como en propias propiedades, antes de llegar a las defensas del castillo.
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Si avanzamos a la arquitectura residencial samurai, bukeyashiki (lit. mansiones de familia militar), hemos ya comentado que existen una variedad de tipologías, principalmente en función del nivel social de la familia, ya fueran daimyô, hatamoto, samurai de clase media o ashigaru. Importantes familias contaban con complejos residenciales más extensos y más módulos, mientras que ashigaru contaban con apartamentos adosados a otros de su misma condición. Incluso también se desarrolló un tipo de arquitectura residencial propia de emplazamientos sin castillo que hacían una función de mansión fortificada llamadas jin’ya (lit. casas militares) con sus características independientes. Así que en este artículo trataremos de forma introductoria los elementos fundamentales que debía disponer una yashiki de una familia samurai de clase media.
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En paralelo, la residencia samurai sufrió una evolución histórica. Las primeras grandes residencias del periodo Kamakura evolucionaron desde el estilo palaciego del periodo Heian llamado shindenzukuri hasta el conocido como bukezukuri (lit. estructura de familia militar), simplificándose y limitando su extensión, pero también adaptando a las necesidades propias de la clase militar que requerían de alojar y dar servicio a la guardia o ejército personal del señor. Así también se desarrolló la planta reticular conocida como ta no jigata (lit. forma de la letra de campo de arroz) que estructuraba las zonas en módulos dobles (4 salas), triples (9 salas), etc.
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Con la llegada del periodo Muromachi, tanto la arquitectura como las artes entraron en una época de profundos cambios, llegando primero el conocido como shudenzukuri (lit. estructura de edificio principal) que desembocó en el estilo shoinzukuri (lit. estructura de alcoba de escritura) que acabó de configurar la arquitectura medieval japonesa. Este estilo incluía algunos elementos nuevos y que caracterizaron la estética de la arquitectura residencial, como incorporar escritorio tsukeshoin, alcoba decorativa tokonoma y estanterías wakidana en las salas de reuniones zashiki (lit. habitaciones para sentarse).
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Externamente, la mansión samurai disponía de módulos independientes como el pabellón principal omoya, la casa de retirados inkyoya, la puerta principal omotemon, normalmente con una edificación tipo nagaya (en ese caso conocida como nagayamon) donde se encontraban las dependencias de los guardias, sirvientes y los establos umagoya, las letrinas bensho, los almacenes kura o dozô (de alimentos, de armas…), los jardines teien y los campos de cultivo saien, entre otros posibles. Además, el terreno estaba protegido por un vallado que debiera superar los dos metros (en textos clásicos como Heika Jodan se recomienda el estándar de 7 shaku, 2,12m), conocido como yôjinbei (lit. muro de precaución) coronado a su vez con shinobigaeshi (lit. defensa contra intrusos), estacas de bambú colocadas sobre el muro para evitar la intrusión.
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La disposición en planta de estos módulos no era casual. El objetivo principal de cada elemento es la protección de la morada contra intrusión o ataque. El jardín debía disponerse no solamente como un elemento de contemplación y asueto, sino que cada elemento, fuera una roca, árbol o estanque debieran servir como obstáculo eficaz contra cualquier tipo de incursión, así como favorecer la defensa de la propiedad. También se disponían los ishidôrô (lit. linternas de piedra) de forma que iluminase los puntos críticos del jardín para detectar posibles infiltrados nocturnos.
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En lo que respecta a la distribución interior, debía configurarse para garantizar una respuesta rápida contra un ataque repentino. Se debían ubicar las armas distribuidas en armeros por las salas principales, de forma que todo el servicio y familia tuviera un acceso rápido a un arma de preferencia. Las lanzas y gujas debían colocarse a derechas con la punta hacia delante, mientras que las espadas a izquierdas con la empuñadura hacia delante para facilitar el desenvainado. Los módulos debían disponer de zonas de refugio y protección, con visión a los posibles puntos de incursión, facilidad para moverse de una orientación a otra, así como elementos de bloqueo. Al mismo tiempo debían disponer de salas secretas donde esconderse mushakakushi (lit. escondite de guerreros) o incluso salidas secretas en caso de necesitar un salvoconducto. Los pasillos perimetrales hisashi ocasionalmente incorporaban clavos curvos que chirriaban al desplazarse, lo que podía delatar a un intruso, llamándose esta técnica uguisubari (lit. atado a ruiseñores). Era una virtud del señor de la casa diseñar estas defensas apropiadamente, y estaba mal considerado primar factores estéticos sobre funcionales.
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Somos conscientes que analizar todos los aspectos arquitectónicos y defensivos de estas residencias nos llevaría una extensión más propia de un libro que de un artículo. Es por ello por lo que nos ponemos a disposición de atender cualquier duda que le pueda surgir al lector, así como indicarle que, tanto en nuestro centro, como en la formación a distancia o conferencias que impartimos, se enseñan y transmiten estos conocimientos como parte de la formación integral y cultural que implica el bugei, las artes marciales tradicionales de Japón, de la que somos especialistas…


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