La soledad del ronin

AULA DE INSPIRACIÓN:
Manteniendo vivas las enseñanzas de Hatsumi sensei
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Por Masaaki Hatsumi
Del texto El ninja moderno (Seigan Ediciones)
Adaptación: Pedro Fleitas González
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Dentro de una misma vida hay quien la disfruta con un espíritu positivo y hay quien la deja pasar sin más. Para aquellos que ahora quisieran vivir como Hikkyu se les presentaría una vida austera con no pocas dificultades que superar. Cuando pregunto a los extranjeros si saben lo que significa ronin, enseguida me suelen contestar: Low nin, sí, sí, entiendo, los japoneses son pequeños. ¿A eso se refiere? ¿No? Japonés pequeño. ¿Hombre sin dinero?
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En la antigua Grecia el sueldo y las armas no se las proporcionaban a los soldados, ellos mismos se encargaban de su abastecimiento, debían ser autosuficientes, sin duda semejante situación, impensable hoy, era posible debido a la gran capacidad productiva del país y la mentalidad de sus habitantes. También es cierto que aquellos que no tenían medios para conseguir su propio abastecimiento, no tenían otro camino que convertirse en bandidos, cazadores a sueldo u otros oficios semejantes. Esta triste situación se vería incrementada cuando las guerras se dieron por terminadas y todos esos militares tan bien preparados dejaron de ser útiles. A ello se debe que durante una larga época de paz, aquellos militares sin trabajo y que además renunciaban a convertirse en bandidos o piratas, terminaran sus días vagando sin rumbo fijo dando así lugar a la figura del ronin. De este modo, con el devenir de los años aquel samurái que en otros tiempos abrazaba la ilusión de llegar ser alguien importante, terminó siendo un soñador desengañado. En todo este proceso que venimos comentando, el Gobierno feudal desempeñó un papel importante, pues fue quien se encargó de hacer creer a los grandes Daymios y en consecuencia a sus vasallos, (en ocasiones regiones enteras del país) que el apego al dinero y los bienes materiales no era el mejor modo de respeto y consideración hacia el Gobierno. Para ello se instauró la costumbre de celebrar los llamados Sankinkootai o desfiles y desplazamientos de los Daymios por orden del poder central, debido a todo ello numerosas fortunas fueron dilapidadas y el resto debilitadas fuertemente, evitando así posibles sublevaciones o levantamientos.
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Los numerosos militares errantes (no necesariamente samuráis) que vagaban ociosos por las ciudades, terminaron vendiendo su acero al mejor postor o haciendo los servicios de guarda-espaldas-matón donde triunfaba la ley del más fuerte.
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Se dice que Joji Jinnai regentaba en secreto un local donde las mujeres ofrecían todo tipo de servicios a los clientes. De este modo, entrando en la madriguera podía conocer al zorro y tratar con los más diversos tipos que se movían en las sombras de la ciudad. Era por ello que los miembros de la justicia cuando tenían que resolver algún caso de sangre, acudían a Jinnai para que éste les informara de quien podía ser el supuesto asesino.
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En no pocas ocasiones sus informaciones llevaron al criminal a la cárcel, pues es bien sabido que la naturaleza humana antes de cometer semejante atrocidad, como es el homicidio, siente la necesidad de protegerse, sentirse seguro y querido, para ello acude a los brazos de una mujer que lo reconforte. De tal modo creció la fama e influencia de Jinnai de sus ideas acerca de la prevención de los delitos fueron oídas por la justicia y puestas en práctica en todas los burdeles que se diseminaban por cada rincón de Edo. Un buen ejemplo de estas medidas se puede observar en los alrededores de Nihonbashi donde existía la famosa casa Yoshiwara Yukaku.
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No olvidar el auténtico valor
Aunque el samurái se convierta en ronin, o el campesino deje su tierra para convertirse en comerciante, el hecho en sí no asegura el éxito o el fracaso. En cualquier campo se necesita superar unas determinadas barreras que es la que nos muestra la valía del individuo. Todo aquel que se amedranta ante las dificultades que se le presentan, puede dar por seguro que sus días están contados. En ese momento, lo básico y más importante es tener salud, después tener capacidad de aguante y finalmente saber estar “aparte” con cierto aprovechamiento. En este último apartado podemos hacer dos grupos.
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En el primero de ellos se incluye el individuo que presta sus servicios ciegamente, en el segundo hablamos del personaje que llegado el momento deja de obedecer ciegamente y desde su posición (laboral, social, etc.) hace uso privado sin ser advertido.
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Antes de la unificación del país, después del combate, el samurái volvía con el botín de guerra considerándolo como una recompensa económica merecida, la costumbre de celebrar anualmente los costosos desplazamientos (Sankinkootai) que el Poder Central exigía caprichosamente a los Daymios dio lugar a la aparición de unos señores feudales con poder económico efectivamente nulo.
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Cuando el individuo vive unicamente para la empresa o para el Estado, con el tiempo su capacidad de calibrar el mundo alrededor disminuye notablemente, tanto es así que llegado el momento la flexibilidad de movimientos es tan limitada que termina por dejar de ser humano. Si una vez se cae en este error, es casi imposible curarse y con el tiempo dejará de poder desarrollar con éxito su trabajo y su propia vida. Personalmente, como maestro de las artes marciales, enseño que hay tres fuerzas o valores fundamentales para nosotros: la fuerza del espíritu, la fuerza física y la “fuerza” que proporciona saber qué hay alrededor de uno mismo. Si una de estos tres conocimientos básicos enflaquece, difícilmente ese individuo podrá ser llamado artista marcial. Actualmente dentro del entramado que supone la escala de poder dentro del Gobierno, los individuos tienen asegurada su posición, saben que para ascender hay un camino seguro y que cuando se jubilen tendrán un puesto de asesor o consultor en alguna empresa importante, con suculentos beneficios que les asegurarán el resto de sus días. Sin embargo no todos pueden llegar a conseguir esta “maravillosa retirada”.
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En ese caso terminan saliendo del aparato burócrata y perdiéndose entre el resto de los mortales (casi desaparecidos, como si hubieran salido del país). En ese caso, cuando no le queda más remedio que “salir” que nadie lo intente parar, no merece la pena porque además luego tendrá derecho a la misma jubilación que el resto de los hombres. Aunque sería bueno recordarles que sin grandes pretensiones también se puede vivir felizmente. En definitiva podríamos asegurar que en estos casos el deseo de dinero y de mujeres es como la clave para sentirse joven otra vez.
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Para todo ello, desde el reconocimiento de la propia posición, hay que mantener la ilusión, pero con los pies sobre la tierra. Si en cualquier momento nos vemos atacados por esta terrible enfermedad de la “estrechez de miras” que mencionaba más arriba, rápidamente y en silencio tenemos que salir de ese mundo que nos oprime y disfrutar una vida plena…


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