Sin ofender

Hablando de moral…

 

Por Tengu

 

Releyendo un artículo del celebérrimo Donn Draeger, sobre la moral en la práctica del Judo, se despierta en mi un impulso de escribir sobre el original propósito de practicar artes marciales (según los antiguos), y lo que actualmente se entiende como “práctica”. Las diferencias saltan a la vista, y en seguida lo van a comprobar.
Decía Kano Jigoro, el cual además de pasar a la historia como el creador del Judo fue un excelente educador y humanista, que el objetivo de practicar Judo (y en lugar de Judo me permito la licencia de invitarles a escribir el nombre de cualquier disciplina marcial) se basa en 3 pilares importantísimos, los 3 principios culturales: el principio físico, el mental y el moral. Kano expuso que el desarrollo individual de cualquiera de los esos 3, sin contemplar a los otros 2, condenaba al fracaso el aprendizaje y formación del verdadero Budoka. Los hábitos de la práctica marcial correcta, según Kano, como son el razonamiento, la imaginación y la observación, son de directa aplicación sobre los hábitos sociales y cotidianos del individuo. Es decir, que las herramientas con las que uno trabaja y cultiva sobre un tatami, a través de una técnica marcial (más o menos letal) son extrapolables al desarrollo interior y mental de la persona. El razonamiento, y por ende la capacidad de tomar decisiones con rapidez, la imaginación para romper la forma establecida y crear variaciones que permitan resolver la ecuación del problema, y la observación del antes, durante y después del conflicto, para diseccionar de forma precisa el envoltorio hasta llegar al corazón del asunto y ahí atacar el problema, deberían ser el pan de cada día de todo aquel versado en una vía marcial y que pretende crecer a través de ella. Las artes marciales, y en esto comparto la opinión de muchos, no son más que un vehículo que ofrece la posibilidad de desarrollar el intelecto, para tener la capacidad de resolver un conflicto, no sólo físico, sino sobretodo mental y moral, de la forma más efectiva posible. Ese conflicto puede ser sentimental, laboral, familiar… Las herramientas que las artes marciales proporcionan, bien entrenadas, son excelentes para responder de forma contundente a cualquier cuestión (conflicto, problema, pelea, divergencia, discusión, enredo, malentendido…). Pero ahora, pregúntense cuánta gente existe que trate siquiera de hacerse las preguntas adecuadas. Ya no hablo de encontrar respuestas.
Da la impresión, observando la práctica de muchos, que todo esfuerzo (en algunos es mucho suponer que realmente se esfuerzan) necesita de una recompensa palpable y plausible. Un premio físico, dígase medalla, copa, diploma, dan, rayita en el cinturón o pergamino ultra- secreto. Si para ellos este es el verdadero objetivo, de acuerdo. Es respetable. Pero discrepo en que sea el objetivo último. La persecución de grados, diplomas, medallas… ego al fin y al cabo, es alarmante. Cuanto más arriba se está, más se quiere, pero más se pierde el norte, en muchas ocasiones… (artículo entero en la revista).


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