Vicente Borondo

La excelencia fruto del trabajo bien hecho

Por Helena Muzás

 

Vicente Borondo (Madrid, 1968), Gomokurouku SMR Jo-do, 5º Dan Aikido aikikai del Hombu Dojo de Tokio, Shidoin por la Aikikai Foundation, 1er Dan Judo por la F.E.J.Y.D.A, 1er Dan Jiu Jitsu por la F.E.J.Y.D.A y experto en Defensa Personal (Nivel superior) por la F.E.J.Y.D.A, lleva toda una vida dedicada al estudio de las artes marciales. Después de viajar por medio mundo, estuvo nueve años viviendo y entrenando en Japón donde conoció y se inició en la práctica del Shinto Muso Ryu Jo-do (más información sobre SMR Jo-do en www.jodojo.es). A su vuelta a España decidió transmitir sus conocimientos marciales abriendo un dojo en Madrid (www.taiitsukan.es).
Cercano, entusiasta, derrocha pasión por lo que hace y sabe transmitir de forma clara y distendida. Si tenéis ocasión de asistir a uno de sus cursos, no perdáis la oportunidad. No os arrepentiréis. Doy fe de ello.

 

¿Cómo se inició en la práctica de las artes marciales?
Al igual que muchos, comencé con el judo. Tenía entonces 12 años y la oferta que había era bastante limitada, era difícil encontrar algo que no fuese karate o judo.

 

¿Qué le llevó a viajar y entrenar por medio mundo?
La curiosidad y las ganas de conocer. Me emancipé a los 19 años y tras unos años viviendo fuera de Madrid hice un viaje al Perú en plan mochilero. La experiencia me gustó tanto que decidí que quería ver más del mundo y vivir aventuras. Pensé que lo primero que tenía que hacer era perfeccionar mi inglés así que fui a Inglaterra donde residí cerca de año y medio. Luego había que conseguir dinero para el proyecto pero la situación laboral en España era bastante difícil por lo que acabé yéndome a Holanda a trabajar. Allí residí dos años donde logré ahorrar algo de dinero para mi viaje.

 

¿Cómo terminó en Japón?
Mi viaje comenzó en Estambul (Turquía) e inicialmente no incluía a Japón como destino. En realidad no tenía muy claro cuál iba a ser mi destino final. Fue casi un año y medio después, ya viajando por Pakistán, que empecé a conocer varios japoneses viajeros como yo, con los que viví una serie de entrañables experiencias y a gente que había estado residiendo en Japón, a través de los cuales recibí información respecto a buscarse la vida allí, etc. Como lo de conocer Japón siempre me había atraído debido al budo, decidí ir a echar un vistazo…

 

¿Cómo fue su vida allí?
La verdad es que ha sido uno de los mejores periodos de mi vida. Por supuesto que hubo altibajos, especialmente en el aspecto económico pues toda mi vida allí giraba entorno a los entrenamientos, así que cuando mi maestro cambiaba de horario o comenzaba entrenamientos en sitios nuevos yo dejaba mi trabajo para poder seguirle. Hubo periodos en los que dedicaba más horas a entrenar que a trabajar. Pero me compensaba. De hecho mi primera intención fue la de estar tan solo uno o dos años, que se alargaron hasta nueve. En éstos realicé todo tipo de trabajos que afortunadamente siempre disfruté, encontré momentos para viajar por el país, obtuve, en mi opinión, una sólida formación en las disciplinas que practico y además conocí a mi media naranja.

 

Estuvo 9 años en Japón practicando en el Hombu Dojo de Aikikai. ¿Qué destacaría de su experiencia de entrenar en la cuna del Aikido?
En general la intensidad del entrenamiento y por supuesto el nivel técnico. No conozco otro lugar en el mundo con tal concentración de shihanes impartiendo clases y en cuyos keiko haya a su vez tanta cantidad de practicantes de grado tan alto (muchos de ellos maestros a su vez). ¡Y esto a diario!

 

¿Cómo conoció el Shinto Muso Ryu Jo-Do? ¿Y a Nishioka Tsuneo Sensei?
La verdad es que fue de casualidad. Al poco de entrar en el Hombu dojo comprendí que casi todas las técnicas que aprendíamos estaban basadas en la katana japonesa, pero no se enseñaba el uso de ésta ahí. Pasé una temporada visitando distintos dojos y maestros que enseñaban armas pero por una razón u otra no me decidía.
A través de un compañero del Hombu conocí a una persona que además de aikido practicaba SMR Jo y nos convenció para probar. Me pareció interesante y como esta persona también venía a diario al Hombu, un par de compañeros y yo empezamos a entrenar con él casi todos los días después de la clase de aikido. Resultó que a su vez esta persona entrenaba bajo la dirección de Nishioka sensei y pasados unos meses nos llevó a conocerle al dojo donde impartía clases. Me impresionó tanto que decidí seguir sus enseñanzas desde ese momento.

 

¿Qué es lo que ha aprendido de usted mismo desde su experiencia de entrenar en Japón?
Quizá acerca de mi propia capacidad de adaptación y de sacrificio. La importancia del grupo sobre el individuo. Es lo de un proverbio anónimo africano que dice: “Si quieres ir rápido viaja solo, pero si quieres llegar lejos viaja en grupo”.

 

Después de 9 años viviendo en Japón, ¿qué le motivó a volver a España?
Creo que siempre tuve claro que no me jubilaría en Japón y como lo que aspiraba a hacer era dedicarme a la enseñanza del budo, en su momento decidí que mejor volver antes de hacerme demasiado viejo para empezar de cero, formar una familia y todo eso.

 

¿Volvió con la intención de transmitir las enseñanzas que había recibido en el país nipón? ¿Fue esa la motivación de abrir su propio dojo?
En realidad, como acabo de apuntar, esa era mi intención desde el principio y dirigir mi propio dojo era uno de mis sueños.

 

¿Qué diferencias destacaría de los entrenos/dojos de Japón con los de aquí?
Aparte de la intensidad y calidad del nivel técnico que he apuntado antes, la actitud, el nivel de compromiso y la mentalidad: Aquí no es inusual que un estudiante potencial pregunte cuánto tiempo tardará en sacarse el cinto negro, como si esa fuese la meta. En Japón por el contrario se considera que el shodan (cinto negro 1er dan) es el comienzo. También está, por supuesto, la forma en que se enseña, que es la tradicional según la cultura nipona. Las explicaciones brillan por su ausencia. En occidente pensamos que para aprender algo primero tenemos que entenderlo mediante un proceso intelectual, o sea que hay que conocer primero la teoría. En oriente por el contrario es el cuerpo el que tiene que aprenderlo y cualquier paso por el intelecto sólo hace que ralentizar, como poco, esa enseñanza.
Allí el budo no se lo toman como un simple hobby, es una parte importante de sus vidas, al igual que el grupo. En occidente somos mucho mas individualistas y eso se acaba notando en la atmósfera de la clase. No pensamos aquello de que “Una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones”.

 

¿Sigue vinculado a Japón? ¿De qué manera?
Mis maestros están allí, mis compañeros de entrenamiento también. Mi mujer es japonesa y sigo yendo a Japón todos los años donde paso dos o tres semanas entrenando. Por otro lado desde el dojo traemos todos los años a importantes maestros japoneses como Yasuno M. shihan, 8º dan de aikido (mi propio maestro), Sekiguchi Komei, soke de una de las líneas de Muso Jikiden Eishin Ryu etc. También colaboramos regularmente en distintos eventos relacionados con la cultura japonesa… (artículo entero en la revista)


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