Costumbres y tradiciones de Japón: Kobudô

COSTUMBRES Y TRADICIONES DE JAPÓN
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Kobudô – Budô antiguo
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Por José Antonio Martínez-Oliva Puerta (obras publicadas)
Escritor, profesor de japonés, maestro de iaidô y abogado
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Actualmente en Japón existe una pugna velada entre dos tipos de Budô que han tenido una evolución distinta y que, si bien ambos se basan a su manera en la tradición, poseen características muy marcadas que los diferencian. No todos los occidentales (y me atrevería decir que no todos los propios japoneses) entienden claramente la diferencia entre ambos conceptos, distinción básica antes de optar por la práctica de uno o de otro.
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Me refiero en primer lugar al llamado Gendai Budô o Budô moderno, en contraposición con el Kobudô o Budô antiguo (no confundir con el manejo de armas en Karate). Por otro lado está el Kakutôgi, concepto referido a la lucha en sí misma y que abarca modalidades basadas fundamentalmente en derrotar al contrario a toda costa sin descender al terreno espiritual o moral.
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Una vez que se produce la restauración Meiji y la clase samurái pierde sus privilegios (ver mis novelas Las nubes de Tosa y El viento divino) las artes marciales tradicionales pierden su razón de ser, toda vez que comienzan a adaptarse modelos occidentales para la creación de un ejército moderno (Sable y Zen. Una forma de vida). Sin embargo, se quiere conservar el espíritu de dichas artes como patrimonio cultural intangible transmitido durante cientos de años. Es en este punto en el que se generaliza la práctica del Budô y alcanza éste ya no solo a los samurái si no al resto de la población. Existe, sin embargo, un problema evidente: ¿Qué Budô se debe enseñar? Hasta ese momento, cada clan enseñaba sus propios artes de manera cerrada, si bien existían distintas academias en Edo a las que algunos acudían con el correspondiente salvoconducto. De estas academias, de los principales maestros de kenjutsu y de las escuelas predominantes hablo también en mis novelas, por lo que me remito a ellas.
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Ahora era necesario compilar diversos estilos en uno solo con el propósito de extenderlo como base de la educación. Así ocurrió con el Kendô y el Jûdô, principales representantes del Budô moderno y baluartes de la educación física y moral en Japón hasta la actualidad. Los peligros, no obstante, de sintetizar escuelas antiguas en algo más tangible y fácil de propagar eran evidentes. Si bien se logró el objetivo principal de mantener vivo cierto grado de tradición y de adaptarlo a los tiempos, también sucumbió en buena parte el mensaje original del Bushidô, basado en las virtudes de Confucio, el Shintô y el budismo Zen, perdiéndose detalles espirituales imposibles de transmitir en masa.
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Esa pérdida de valores que tuvo lugar quitando fuerza a los jefes de escuela tradicionales a favor del Estado, provocó entre otras cosas, la desvirtualización del Budô como arte de paz y su uso por el gobierno militarista como seña de identidad nacional, llevando a Japón al desastre de la Segunda Guerra Mundial.
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El Budô auténtico, el tradicional, sin embargo, mantuvo su vigencia y fue adaptado de forma distinta a los nuevos tiempos. Los jefes de escuela mantuvieron su independencia al margen del militarismo y de la masificación, con la responsabilidad de transmitir correctamente y de manera individual artes como por ejemplo el Iaidô de la Musô Jikiden Eishin Ryû que yo practico, con la creación de la ZNIR (Federación Japonesa de Iaidô). Pese a tener apariencia de federación deportiva, esta asociación en concreto nació como un intento de aglutinar a los diferentes tipos de Iaidô del Budô antiguo, sin interferencias gubernamentales o educativas que se inmiscuyeran en su transmisión correcta.
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Así las cosas, tal y como he dicho al principio del artículo, hay una pugna en Japón y fuera de allí entre dos tipos de Budô irreconciliables y antagónicos, que han nacido y crecido de manera distinta. Al Gendai Budô se le puede reconocer la labor de difusión, pero también se le puede achacar que muchas veces su mensaje está excesivamente diluido y no llega a captar la esencia original. El Kobudô, por el contrario, se mantiene puro en su esencia, pero es de muy difícil acceso, sobre todo para los occidentales. De mi escuela, en concreto, hay unos 30.000 practicantes en Japón, lo cual no es mucho. Sin embargo, fuera de sus fronteras contamos que yo tenga noticia hasta ahora, con mi Dôjô en España, otro en Bélgica, Alemania y otro en EE.UU. (Denton, Texas).
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Llegados a este punto, creo que todos nosotros, que hemos dedicado muchos años a la búsqueda y el aprendizaje dentro del Budô como camino de vida, deberíamos preguntarnos con sinceridad qué tipo de arte queremos practicar y qué es lo que estamos practicando. Yo he elegido la ortodoxia después de, como muchos otros, pasar por lo único que había o que nos llegaba de fuera…


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