El Maestro Teruo Sano (2ª parte)

UNO DE LOS MÁS GRANDES EXPERTOS DE KARATE EN EL MUNDO
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FUNDADOR DEL ESTILO SANO RYU KARATE JUTSU
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2ª parte
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Por
Michel Coquet
dan Kyoshi de la escuela Kokusai Bujutsu Sano-ryu Karate jutsu
Traducción a cargo de Jordi Vila Vila
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El Espíritu del Karate-do
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La palabra Karate está compuesta de las palabras kara y te, que indican que kara-te es el arte de defenderse de cualquier arma con las manos vacías. El término kara también se refiere a su otro significado que es “vacío de todo pensamiento” durante la acción, una actitud de no pensamiento llamada mushin.
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Nunca repetiremos lo suficiente, que tanto en las ascesis místicas de oriente como en las de occidente, lo que obstaculiza la conciencia pura del vacío, es la mente cuando está activa. Pero una vez perfectamente calmada y controlada, ésta se convierte en el espejo de la realidad situada más allá del tiempo y del espacio y, por lo tanto, se sitúa en la misma conciencia de un hipotético adversario. Esto es lo que hace que los maestros actúen sin precipitación y sin excesiva velocidad, teniendo siempre la capacidad de anticiparse sobre la acción pensada pero todavía no formulada por sus agresores. Tan pronto como la mente interviene, surge la noción del tiempo y el espacio, la noción de la estrategia y ningún flash intuitivo (kan) puede anticipar un ataque si la mente no se extingue. Durante el combate, uno debe estar completamente libre del miedo a perder o del deseo de ganar, no debe haber ni atacante ni atacado, sino la pura conciencia del ser. La purificación a través de un intenso entrenamiento, incluso peligroso, tiene como objetivo purificar la mente librándola del odio y del miedo, con el objetivo de alcanzar el estado de muga, una forma de paz profunda como resultado de un cierto grado de vacío que percibe al otro como parte de uno mismo. Es en esta unidad entre el ataque y la defensa, que para nosotros reside el Espíritu del do en el Karate.
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Cada uno debe aprender a dominar al más terrible de todos los adversarios: ¡la mente! Algunos lo hacen practicando hasta que ya no pueden pensar, otros prefieren las sesiones de zazen, otros practican las ascesis de los ascetas del Shugendo, tales como la meditación / invocación bajo las cascadas (Taki Shugyo), etc.
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Un entrenamiento duro y sostenido educa la mente a permanecer en silencio. Los katas son formas de movimiento que contienen toda la riqueza técnica de una escuela. También son un medio para visualizar condiciones de combate seguras al permitirle al practicante la oportunidad de perfeccionar su movimiento sin la intervención de la mente. Los combates entre dos oponentes (yakusoku-kumite) para aplicar las técnicas de defensa y ataque, permiten alcanzar el espíritu de coordinación y en su punto más elevado, el espíritu de unidad. Finalmente, el ju-kumite o combate libre, ejecutado dentro de los límites de la cortesía y del respeto, de acuerdo con normas éticas precisas, permite la libre expresión de la conciencia intuitiva que requiere ambos oponentes en completa armonía, y la armonía puede, bajo ciertas condiciones de no-mente, hacernos alcanzar el Espíritu de la vacuidad, el Satori de los maestros Zen.
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Superar las debilidades y limitaciones y llegar a ser, no el campeón por un momento, sino un hombre sano y equilibrado de mente y cuerpo, es la meta que persigue todo karateka de la escuela del maestro Teruo Sano.
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El entrenamiento que Sano sensei siguió a lo largo de su aprendizaje fue el del período anterior a la guerra. Era un Karate extremadamente duro que pocos jóvenes de hoy podrían soportar. En esa época, se insistía en el endurecimiento de las diferentes partes del cuerpo, y el trabajo con el makiwara era esencial y cotidiano. Para probar sus palabras, Sano sensei cogió un día un sable de madera (bokken) y golpeó sus espinillas con todas sus fuerzas sin sentir ningún dolor. Sus espinillas estaban deformadas tras haber sido endurecidas por métodos antiguos.
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Hoy en día, pocos estudiantes japoneses aceptan maltratar sus articulaciones y Sano sensei no los obliga. Sin embargo, considera que es necesario trabajar un poco el makiwara durante los primeros años de entrenamiento, el tiempo suficiente para aprender a no vacilar durante un ataque y confiar en su propio cuerpo. Además, durante el pase de grados de Dan, siempre teníamos una prueba de rompimientos.
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Un rasgo característico del carácter del maestro Sano es, además de su humildad, su respeto por los demás, su simplicidad y su sentido de la realidad. Es una persona que no puede soportar el engaño o la mentira. ¡Veamos un buen ejemplo que hará sonrojar a más de uno!
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Los domingos por la tarde teníamos un entrenamiento de Karate. Un día, el maestro llegó temprano y aproveché la oportunidad para hablar con él sobre el tameshiwari y los ejercicios de rompimiento con las manos vacías, de los que él mismo era un excelente practicante. ¡Le dije que un experto japonés en Francia era capaz de romper un guijarro con el borde de la mano! Sensei Sano, que había visto de todo en su vida de budoka, me sonrió amablemente y mostró mi ignorancia. Como todavía teníamos algo de tiempo, me pidió que lo siguiera hasta el borde del río Abe, que pasaba por detrás del dojo y cuyas orillas estaban llenas de guijarros. Después de buscar uno largo y grueso, pero con una superficie plana, lo colocó en su mano izquierda, que estaba sobre una roca estable. Luego levantando ambos dedos (índice y medio) rompió el guijarro con un fuerte golpe. Yo estaba estupefacto y sensei Sano se estaba divirtiendo mucho. Me explicó entonces que era un truco simple para impresionar a los espectadores. Para probar lo que decía, me mostró cómo hacerlo y después de algunos intentos, también yo fui capaz de romper un gran guijarro.
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La técnica era muy simple, en el momento en que el golpe alcanzaba el guijarro, era necesario levantarlo uno o dos centímetros con una pequeña rotación de la muñeca. Era precisamente este espacio libre el que permitía romper el guijarro bajo el golpe del impacto. También me mostró otras cosas, como cómo romper un palo con el antebrazo o ladrillos apenas cocidos, etc. Eran cosas que le parecían indignas de un experto del Budo.
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Sensei
Sano me explicó que en su tiempo los combates libres eran diferentes a los de hoy. Los dos contrincantes se observaban hasta que uno de ellos, sintiendo el momento adecuado, tomaba la iniciativa. Concentrando todas sus fuerzas en un solo golpe, golpeaba sin restricciones como si su vida estuviera en juego. Golpeaba con la máxima potencia y velocidad, sin reflexión, sin cogitación de lo que podría suceder. Desterrado el miedo, un golpe así era a menudo imposible de detener. Para desviarlo, era mejor esquivar y contraatacar, ya sea al mismo tiempo o anticipándose. Para lograrlo, sensei Sano decía que uno debe aprender a sentir al otro como parte de uno mismo. Esta intuición o instinto (en función de si el karateka se expresa con el vientre o con el corazón) viene sólo después de largos años de combates libres.
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Después de ver trabajar a expertos como el maestro Hirokasu Kanazawa, Suzuki o Hidetaka Nishiyama, sensei Sano me parecía una excepción entre este cuerpo de élite, que combinaba con extrema facilidad el estilo flexible (ju) y el estilo duro (go), de las escuelas antiguas. Con él, no era cuestión de filosofar, su Karate era un arte de combate en el sentido más estricto de la palabra, aunque no quería hacer de sus estudiantes bestias listas para matar. Reconocía que su estilo era peligroso, y por eso insistía en una técnica perfecta y una mente infalible. Para él, el control de las emociones era un elemento estratégico esencial e insistía en mantener una mente lúcida, disponible pero firme en su decisión de vencer. Como solía decir: El combate está ganado antes incluso de empezar, y el ganador es el que tiene la mente más fuerte. ¡La fase final de la perfección es la ausencia de mente! Aunque sensei Sano enseñaba los bloqueos endureciendo al máximo el cuerpo, nunca bloqueaba, sino que penetraba en el ataque porque para él un bloqueo es a menudo sinónimo de último recurso debido a la falta de sen-no-sen. Ir hacia delante o simultáneamente, este es el espíritu que debe animar a sus estudiantes, lo que significa una elevada disponibilidad de la mente y el cuerpo. Pero en ocasiones él sabía cómo convertirse en una roca dura.
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Recuerdo que, para demostrar una técnica, pedía a un voluntario que lo atacara y entonces siempre tenía lugar el mismo gran silencio, y todos esperaban a ver quién sería el intrépido que se atrevería a servir como sparring. Aunque de naturaleza muy gentil y nunca buscando lastimar a sus alumnos, tocar su cuerpo era como tocar una pared de cemento.
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Para Sensei Sano, el Karate de competición es una aberración moderna y una cuestión de dinero, no dejando las restricciones impuestas por una federación expresar toda la riqueza del Karate. La diferencia fundamental entre lo que aprendí de esta nueva forma de Karate y el Karate clásico es que, en general, en el Karate actual intentamos alcanzar primero al oponente en un tiempo limitado, mientras que en el pasado se hacía lo mismo pero uno se tomaba todo su tiempo y el que era alcanzado no necesariamente se levantaba en buenas condiciones. ¡Por su parte, el sensei enseñó que en caso de agresión real, era preciso controlar a su oponente, no matarlo, incluso si esto último es mucho más fácil!
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Es por esto que el Karate del maestro Sano es tan rico; para él, el dominio del agresor pasa por su control, y posiblemente por una pequeña advertencia para que el adversario entre en razón. Para eso disponemos de barridos, proyecciones o inmovilizaciones según las situaciones. De ahí el nombre de su escuela Sano-ryu Karate jutsu.
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Recordemos que sensei Sano es 7º dan de Jujutsu y que su conocimiento en este campo es tan vasto como el del maestro Minoru. En todos los años de entrenamiento constante con el maestro Sano, no pasó una semana sin enseñarnos una nueva técnica de bloqueo, fractura, luxación, inmovilización de pie o en el suelo, barrido, etc. Para él, el Karate debería estar libre de las reglas excesivamente restrictivas del Karate competitivo, que impiden el uso de ciertas partes del cuerpo, como la rodilla, el codo o la cabeza, técnicas que ahora han desaparecido en la mayoría de las escuelas. Sin embargo, nunca hubo un accidente porque nuestro sensei insistió en el control de los golpes. Con él, todos los atemi eran estudiados en paralelo con sus puntos vitales: enseñó sistemáticamente los efectos devastadores de los golpes pero también los medios para reparar un posible accidente gracias al arte del Kappo o Kuatsu.
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Si bien cuando yo estuve con sensei Sano, éste ya estaba finalizando su estilo, todavía practicábamos los katas Shotokan, con algunos cambios propios. Con él, tuvimos la oportunidad de aprender los viejos kata del Karate de Okinawa. Pasaba de una escuela a otra con una facilidad asombrosa, y se reía al vernos asombrados por tanta riqueza técnica.
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Durante mi estancia de cinco años con él, tuve la oportunidad de asistir a muchas demostraciones de Budo, principalmente del Ko-Budo de Okinawa, cuya escuela más importante venía regularmente a dar demostraciones. Era una asociación cuyo loable objetivo consistía en preservar el Budo tradicional de esta isla y sus centros se encontraban en Kanto, Tokai y Kyushu. Cada disciplina tenía su propio experto, y fue el bastón largo el que de inmediato más me interesó. El día que vi a sensei Sano usar el mismo bastón (kombo) y hacer el mismo kata, me di cuenta de que realmente era un experto fuera de lo común. Estaba tan impresionado que inmediatamente comencé la práctica del Ko-Budo, pero debido a un programa demasiado cargado (Aikido y Aiki-jutsu, escuela Katori, Kyudo, Kendo, Judo) no pude finalmente practicar el Kombo (los Sai y los Kama en menor grado), una disciplina que enseñé durante algunos años en Francia, España y Portugal.
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El Karate Sano Ryu, que el maestro ha enriquecido con más de cien técnicas (wasa), está representado ahora en Japón, América y especialmente en Australia. Sano Sensei quería que yo enseñara su estilo en Francia, pero debido a un accidente en Japón durante un combate de Aiki-jutsu, me fue imposible ser el representante de su escuela. Sin embargo, enseñé durante unos veinte años a un reducido grupo sin encontrar los medios de enraizar este gran estilo. La escuela lleva el nombre oficial de Kokusai Bujutsu Sano-ryu Karate jutsu.
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Hace unos diez años, el maestro Sano enseñaba el Karate en tres importantes dojos de Shizuoka: el Yoseikan, el Bushukan y el Ashikubo (un anexo al Yoseikan). En Australia, el Karate del maestro Sano es considerado como uno de los más importantes. Fue invitado a los Estados Unidos y Francia ya tuvo el privilegio de su visita.
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Este artículo sobre este gran maestro del Karate tradicional es un modesto testimonio de lo que viví a su lado. Su indudable calidad como karateka y budoka no tiene necesidad de mi pequeña persona para ser reconocida, pero su extrema generosidad, su falta de ambición personal, su negativa a hacer del Karate un negocio, no han contribuido precisamente a dar a conocer su estilo si bien su Karate está bien establecido en Australia y en otras partes del mundo. No puedo ocultar mi afecto y mi admiración por quien durante todos estos años me enseñó pacientemente el verdadero Karate de los orígenes y ha mantenido intacta nuestra amistad. El maestro Sano, ya mayor ahora, me pidió que hablara de su escuela y un libro seguirá a este artículo, para que todo aquello que ha descubierto a través de su experiencia excepcional siga y permanezca como una aportación más al ya rico tesoro del Budo japonés tradicional…


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