
Por Jesús Morreres
https://nanbudo.barcelona/
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El pasado 28 de abril se cumplieron cinco años desde que nuestro maestro fundador Doshu Soke Yoshinao Nanbu partiera en un viaje sin retorno para rencontrarse con sus antepasados.
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Pasados estos cinco años, podemos recordar de muy distintas maneras esta efeméride. Se han vertido ríos de tinta durante décadas en decenas de diferentes medios sobre la figura del maestro Nanbu y sobre su trayectoria ya desde los años sesenta hasta el día de hoy. Por ello, y desde mi humilde punto de vista, así como desde mi corazón, propongo otra forma de honrar su recuerdo que sigue vivo dentro de nosotros.
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Poniendo en contexto el carácter y espíritu que envolvió a nuestro maestro fundador durante toda su trayectoria, intuyo que su mayor inquietud como creativo sería comprobar que su obra perdura en su ausencia a través de las generaciones presentes y futuras. Así mismo, que sea comprendida en toda su profundidad y transmitida fielmente. Y es en este contexto que propongo honrar su recuerdo año tras año y poder transmitirle que seguimos en el camino que nos mostró manteniendo su esencia y transmisión.
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El Nanbudo como una escuela propia y singular
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Bien sabemos una mayoría de budokas de muchas artes marciales, de los orígenes del maestro Doshu Soke Nanbu. Si bien nació en un entorno familiar arraigado en lo más profundo del Budo en el corazón de Japón, su trayectoria en las artes marciales fue meteórica. Desde las primeras prácticas del Judo bajo la tutela de su padre, pasando por la práctica del Kendo con su tío, fue en el Karate donde mejor se expresó en las primeras décadas de su vida. En sus primeros ciclos en la práctica de Shito-ryu bajo el maestro Tanaka, pasando a ser alumno directo del maestro Tani en la práctica del estilo Shukokai, hasta el periodo donde creó su propio estilo de Karate ya en Europa, denominado Sankukai, el maestro Doshu Nanbu siempre estuvo sumergido en su afán de profundizar en la esencia y finalidad de las artes marciales.
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Dentro de este afán y pasado un nuevo ciclo de su vida, creó el Nanbudo, una visión transgresora y vanguardista dentro de las artes marciales, planteando una mirada diferente y más elevada si cabe.
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El Nanbudo, en su estructura esencial, parte de tres pilares diferentes que convergen por la simbiosis que los une. Esta unión que los hace diferentes y semejantes a la vez, nace de la fuerza de la energía que generan cada una de ellas cuando interaccionan en su integridad.
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La singularidad técnica que expresan los diferentes contenidos marciales en el primer pilar definido como BUDOHO en el Nanbudo, se expresa en otro orden más elevado cuando su esencia nace de un vínculo directo con los fundamentos de las dinámicas físicas y energéticas en nuestro cuerpo y nuestro entorno representado en toda su faceta con el nombre de KIDOHO.
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Para completar el círculo y por definición, la Escuela del Nanbudo lo integra en el NORYOKU KAIHATSU HO, su tercer y más importante pilar. Este último, basado en el desarrollo cognitivo, reflexivo y de visualización, son la savia que sustenta esta triangulación, otorgando un nuevo impulso, frecuencia y vibración energética en la unión del Arte.
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“El Nanbudo, en su simbiosis, genera energía y representa una realidad en si misma. Por consecuencia, no existen “estilos” de una realidad. La realidad es única, de la misma forma que no tenemos dos lunas o dos soles…”
Doshu Soke Yoshinao Nanbu
(Barcelona, 2006)
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Cerca de la fuente
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Quizás no todos de los muchos budokas que llevan años de práctica tuvieron la oportunidad de conocer las enseñanzas del fundador de primera mano. Y es en este contexto que me gustaría expresar cuál es la importancia de mantenerse cerca de la fuente en términos de esencia y comprensión de lo que practicamos y sobre todo de cómo lo transmitimos a futuras generaciones.
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Tras la muerte del fundador, siempre suceden diferentes fenómenos de los cuales ningún arte marcial puede esquivar y tampoco el nuestro, evidentemente.
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Hay un sinfín de aspectos que, tras el paso del tiempo, pueden distorsionar lo que consideraríamos el “mensaje” del fundador. Esta sería una de las principales preocupaciones del fundador respecto al futuro de su obra original.
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A estos hechos le vienen adheridos muchas derivadas de toda índole en las que no vamos a entrar en detalle, pero que en general vienen predeterminadas por una dicotomía en la percepción según cada practicante o instructor.
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Defino como dicotomía el riesgo de percibir un mismo mensaje en dos formas muy distintas y visiblemente polarizadas. En esta polarización es donde se halla la primera batalla de una escuela tras la ausencia de su fundador. En el alejamiento progresivo de la “fuente” con el inexorable paso del tiempo, es cuando esta polarización se va acentuando.
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En este proceso tendencioso, siempre emerge una parte de practicantes y profesores comprometidos que se esforzará en mantener el mensaje de forma genuina sacrificando beneficios propios, mientras que otros solo lo consumen. Con el paso del tiempo, unos vivirán de forma profunda su arte y otros de forma superficial o deportiva. En la misma línea, un sector lo difundirá como una causa colectiva y justa mientras que el otro como trasfondo de negocio familiar. Unos se mantendrán motivados por su afán de superación y otros por el de la ambición. En su docencia, unos buscarán la calidad y otros la cantidad… Y así podemos enunciar una larga lista para desembocar en diferentes destinos claramente diferenciados. Unos y otros dirán que ambas son legítimas, pero Doshu Soke Yoshinao Nanbu constató el riesgo de alejarse de la Fuente (mensaje original). Este alejamiento no sólo distorsiona su esencia, sino que también abandona la energía que conlleva.
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El vacío de una pérdida
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Históricamente, todas las escuelas de artes marciales consolidadas en su día perdieron al que fue su fundador o creador. Esta pérdida genera de forma inexorable muchos cambios o acontecimientos en todos los niveles que lo rodean. Entre ellos, hay uno que podemos destacar por su naturaleza más esencial. Ese es el vacío (físico) que deja a su paso el fundador.
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Este vacío alcanza muchas dimensiones en el arte creado. Uno de los más relevantes a nivel personal o vocacional, es el que experimentan los propios discípulos en sus diferentes condiciones o rangos. Éstos, desde su cercanía a la misma fuente que les brindó el “beneficio del conocimiento” emanado por su Maestro y Fundador, se sienten abocados tras la herencia, al “compromiso de la transmisión” a las nuevas generaciones.
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En esta transición, en términos de “Escuela” todo el orden sufre un periodo de caída en todos sus ámbitos. Superado ya este tiempo de “caída”, se produce un tiempo de sedimentación y reflexión que desemboca en un nuevo periodo de estabilización para proseguir en un proceso ascendente de recuperación. Estos procesos son similares a los efectos de una pérdida personal pero que también se reflejan en un espíritu comunitario. Por tanto, debemos entender que son procesos que, aunque originan un futuro nuevo, son naturales y necesarios.
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Enfrentarse a los nuevos paradigmas
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En los diferentes procesos de evolución de una Escuela en la ausencia de la presencia “física” pero no energética de su fundador/creador, surge la necesidad de generar nuevas energías por parte de sus discípulos, pasando de ser alumnos a “Maestros” responsables de nosotros mismos. En esta nueva aventura, nos corresponde ahora abrir nuevos caminos e iniciativas que conduzcan a las nuevas generaciones en el camino del Nanbudo. Sobre todo, “siguiendo los pasos de la Fuente”.
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Junto a esta declaración, os describo las palabras que escribí en un Tanzaku (carta de deseos) que deposité hace unos meses en el pie de la tumba donde descansa nuestro Maestro.
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Expresé negro sobre blanco:
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”A mi Maestro; esperando el día del reencuentro, antes pido a su espíritu que me mantenga en la práctica hasta el final de mis días, que me guíe en mis intenciones y acciones y que finalmente me sostenga arraigado en mis convicciones…”
Kobe, 13 de febrero de 2025
