Shorinji Kempo Seïgido Ryu en las etapas Infantil y Adolescente

Por Daniel Calvo Sánchez
Licenciado en Pedagogía
Dan Shorinji Kempo Seïgido Ryu
www.laspalmas.isksr.org
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El Shorinji Kempo nació en una época de postguerra (más concretamente tras la Segunda Guerra Mundial, en medio de un Japón derrotado), este hecho lo convierte en un sistema para mejorar al individuo y hacerle crecer en todas sus facetas, mejorando las condiciones físicas, ayudando en el crecimiento personal y el desarrollo espiritual. Una disciplina para la defensa personal, más allá de los posibles ataques físicos, protegiendo también de los conflictos emocionales y diarios, aquellos que suceden en el mundo laboral, en los centros educativos, la familia, en la nutrición saludable para evitar enfermedades y en el caso que nos ocupa en el presente artículo, el óptimo desarrollo de los primeros pasos de nuestra vida, nos referimos a las etapas infantil y adolescente.
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El Shorinji Kempo Seïgido Ryu (SKSR) se presenta como un completo sistema educativo que se adapta a las distintas etapas de crecimiento y desarrollo de la persona (crecimiento: aumento de la masa del cuerpo – desarrollo: maduración funcional del cuerpo), donde es muy importante que los instructores e instructoras posean conocimientos básicos sobre las particularidades de dichas etapas.
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Generalmente se recomienda iniciar los entrenamientos a una edad comprendida entre los 5 y 6 años, ya que previamente, las tareas a realizar estarían basadas en trabajar las habilidades más básicas como el equilibrio, el sentido del ritmo, conocer las diferentes partes de su cuerpo, lateralidad, agilidad, atención, seguir directrices, manejo de objetos y coordinación, todo ello sin ejercer cargas excesivas de trabajo, educando desde el juego, circuitos sencillos, la música y el movimiento consciente.
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A partir de los 6 años podemos comenzar a trabajar el programa de SKSR, ya que se encuentran en un buen momento para una correcta asimilación de los contenidos y dar sentido a lo que están aprendiendo. Debemos tener en cuenta que el sistema muscular-esquelético es todavía débil y se pueden generar lesiones si el nivel de exigencia física es muy alta. Es importante, además, que el instructor o instructora posea una amplia gama de recursos para evitar el aburrimiento y la rutina.
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Para ello se realizan los BUSEN (cursos para profesores y cinturones negros impartidos por el sensei François Xavier Albertini en el Hombu – Escuela Principal), donde se trabaja la pedagogía y metodología de las clases.
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Es una etapa en la que suelen haber gran cantidad de niños y niñas en las clases movidos por la motivación de dibujos animados japoneses, películas/series de artes marciales y las ganas de jugar a las batallas de sus videojuegos favoritos. Por ello, desde las primeras semanas, es idóneo explicar y dar ejemplo de lo que significa realmente entrenar artes marciales, que están alejadas de elementos mágicos, y que se necesita tiempo y dedicación para aprender. Con el paso de los meses acabarán convirtiéndose en un elemento que puede generar mejoras en las habilidades, en el autoconcepto, en las relaciones sociales y en la visión de ver el espacio que les rodea.
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En esta etapa, la técnica pasa a un segundo plano, destacando el trabajo de la disciplina y los valores dentro del tatami (cooperación, trabajo en equipo, superación de la frustración, esfuerzo), empezando a trabajar las patadas, puños, Hokeis (katas) y algunos movimientos de escape ante agarres y combate (como juego de agilidad). Es muy importante el trabajo de la respiración, a principio y final de las clases, ayudando a que se encuentren más tranquilos y aprendan a canalizar mejor sus emociones.
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En unos tres meses ya deben haber interiorizado las normas y valores de la disciplina, se mueven con mayor naturalidad, ya que conocen la estructura de las clases y los movimientos básicos. Están menos ansiosos y más concentrados, proyectando estos avances en las clases de educación física, en la organización de sus estudios y la forma de ser en general (más disciplinados, más sosegados y mejor actitud hacia el resto de personas).
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Por otro lado, a partir de los 11 años, el estudiante se encuentra buscando su lugar en el mundo, con una mayor presión del grupo e intentando conocerse mejor a sí mismo/a, experimentando cambios psicológicos y emocionales importantes. En este sentido el SKSR se adapta perfectamente a las particularidades de cada persona. Le facilita un lugar dentro de un grupo, evolucionando y desarrollándose sin tener que variar su forma de ser. Le proporciona herramientas para conocerse mejor y ser fuerte para hacer frente a los conflictos de esta etapa madurativa.
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Por lo tanto, el estudiante se siente aceptado en el tatami. Además este sentimiento de seguridad y confianza lo traslada al resto de ámbitos (familia, colegio, amistades).
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Estudian el mismo programa técnico que los adultos, añadiendo mayor potencia e intensidad que en la etapa anterior. Se le da protagonismo al Randori (combate con protecciones) y a controlar la frustración y el éxito.
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Habilidades como la perseverancia y el esfuerzo le van a ayudar también en el resto de tareas que desarrolla durante la semana (superación de exámenes, actividades extraescolares, etc.).
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El cambio de grado mediante la superación de exámenes les ayuda a trabajar cumpliendo objetivos marcados, a planificar un itinerario y muy importante, a tener que contar con otros compañeros y compañeras para poder lograrlo. La individualidad pasa a un segundo plano y el “ego”, por tanto, también.
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Por último, es bastante usual que asistan a los entrenamientos jóvenes que han sufrido o están sufriendo algún tipo de acoso en la escuela o en el instituto. Los padres y madres matriculan a sus hijos e hijas en escuelas de artes marciales buscando que mejoren su confianza para hacer frente a dichas situaciones…


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