Por Marc Boillat de Corgemont (obras publicadas)
Coach en Salud (Health Life Coach)
Coach deportivo
Psicoterapeuta
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Cómo permanecer en peso y forma sin matarse a dietas
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Recientemente estaba en el aeropuerto ojeando unas revistas de salud. En junio, curiosamente, todas hablaban de dietas. Si la del kiwi, la del pepino, la del plátano, etcétera. El mensaje estaba meridiano: ¡pierde peso y ponte guap@, que ha llegado el verano! Como sabemos, estas dietas son sacrificadas y de corta duración. No se puede acondicionar a un cuerpo de una manera sana en pocas semanas.
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Esta es la manera en la que estamos acostumbrados a considerar al sobrepeso, como una cuestión estética o mirada a una meta. Sin embargo, el asunto es mucho más complejo.
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El tema del peso/forma es de importancia cardinal no solamente para deportistas y luchadores, sino como seguro de vida con el paso de los años. Actualmente, con el manifestarse de los efectos del sobrepeso sobre la salud y la sanidad, se han disparado las investigaciones sobre peso-salud-prevención.
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Esta temática es céntrica en mi último libro “La Chispa de la Salud. Movimiento, alimentación y respiración” (Ed. Alas, 2019), en dónde abordo con detalle también la cuestión de la respiración correcta y del metabolismo eficiente, o sea, el movimiento y el ejercicio. Aquí solamente quisiera subrayar una verdad indiscutible acerca de la alimentación y el sobrepeso: lo que ingerimos tiene siempre repercusiones sobre el estado general del cuerpo y de su salud.
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Esto nos hace pensar enseguida en los tóxicos de siempre: alcohol, tabaco, drogas, pero nunca pensamos en que la comida es procesada en el organismo de la misma manera en la que el cuerpo metaboliza, por ejemplo, los medicamentos. Y al igual que las medicinas, la comida también posee efectos colaterales y contraindicaciones que a largo plazo pueden causar inflamaciones, estragos y enfermedades. Resulta difícil de creer que la rica comida de siempre pueda ser la causa de muchas dolencias, pero así es.
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Las razones son complejas, pero, en resumidas cuentas diré que la comida que acostumbramos a considerar sana, la de antaño digamos, requiere, como todo lo que entra en el cuerpo, de un proceso metabólico o sea: es causa de reacciones químicas para poder ser asimilada.
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Antaño la alimentación se apoyaba en su complemento diario: el movimiento. Hoy comemos en demasía, pero el movimiento ha desaparecido casi por completo. De allí un sinfín de problemas silenciosos que se reflejan en muchas enfermedades de aparición más temprana que en las generaciones pasadas. Lo dicho, dando por sentado que de nuestra alimentación quede fuera la comida procesada, un auténtico tóxico realizado industrialmente.
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Dejando de un lado a las problemáticas que estas sustancias desordenadamente ingeridas en continuación sin la compensación de la actividad muscular, pueden causar, quisiera hablar de la punta del iceberg: el sobrepeso…
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